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Radiografía del asesinato del jefe Milton: sin escoltas y con demasiados enemigos

EL PAÍS reconstruye el ataque, ocurrido en julio, contra el comisario Milton Morales, el máximo responsable en las investigaciones contra el crimen organizado en la capital. Un extraña coalición de criminales locales, con vínculos con Sonora y Sinaloa, figura detrás de la agresión

Milton Morales
Milton Morales Figueroa jefe de inteligencia de la policía de Ciudad de México.SSC
Pablo Ferri

El día del ataque, 21 de julio, El Bombón y El Manco llevaban la voz cantante en la bodega. El primero había llegado con las armas, las había repartido y, ahora que estaban todos, los dos daban las instrucciones finales. “Quien lo tenga más cerca se avienta el jale, tiene que quedar ese asunto hoy”, dijo El Manco. El jale era matar a Milton Morales, titular de la Unidad de Estrategia Táctica y Operaciones Especiales de la policía de Ciudad de México. En otras palabras, Morales era el encargado de investigar parte de las redes criminales más activas de la capital, trabajo que, por lo que señalan las pesquisas, le acabaría costando la vida.

El asesinato de Morales ocurría en plena etapa de transición, mientras el futuro secretario de seguridad federal, Omar García Harfuch, empezaba a pensar en su equipo para los próximos años. Morales estaba en todas las quinielas para ascender. Había conocido a Harfuch en sus años en la Policía Federal y había crecido con él, hasta convertirse en uno de sus colaboradores principales en la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la capital, que Harfuch comandó hasta el año pasado. Como dicen quienes los conocen, García Harfuch veía en Morales muchas de las cosas que le hubiera gustado construir en sí mismo.

Más allá de truncar su carrera, su vida y la de su familia, el asesinato de Morales prendía de nuevo las alarmas, después de años de cierta tranquilidad. El ataque evocaba el atentado que había sufrido el mismo García Harfuch en junio de 2020, cuando sicarios presuntamente ligados al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) acribillaron su vehículo. El jefe de policía se salvó de milagro, pero el ataque le obligó a instalarse junto a su despacho, en el último piso del viejo edificio de oficinas que ocupa la sede central de la secretaría, en la colonia Juárez. Con los años, sin embargo, su equipo se relajó.

Porque a Milton Morales lo mataron cerca de casa, en plena calle, en Coacalco, en la zona metropolitana de la capital, sin que sus escoltas pudieran intervenir. Simplemente, porque no estaban. Su caso ha hecho que la jefatura de policía de la capital reevalúe “el asunto de la seguridad” de los líderes de equipo, como explicaba esta semana a EL PAÍS una fuente cercana a la víctima. Sobre todo, por la aparente facilidad con que un grupo de sicarios y criminales de medio pelo, la mayoría vinculados al robo de vehículos en la alcadía Gustavo A. Madero, armaron el plan para acabar con su vida. “No hace falta un gran cartel para armar un plan sofisticado como el que vemos aquí”, señala la misma fuente.

Esta semana, las autoridades de Ciudad de México, Hidalgo y el Estado de México, informaban de la segunda tanda de detenciones por el caso Morales, seis personas, que siguen a las tres que ya detuvieron hace mes y medio. Entre las nuevas seis, además del autor material, hay personajes vinculados al Cartel de Caborca, grupo criminal radicado en Sonora, y al Cartel Nuevo Imperio, red de bandas criminales con centro de operaciones en Naucalpan, Estado de México, “afines a grupos de Sinaloa”, explicaba esta semana una fuente cercana a las pesquisas.

La hipótesis principal de los investigadores es que unos y otros unieron fuerzas para acabar con Morales, cuyo equipo participó en detenciones previas de tres de los seis, uno de ellos por asesinato, como Rafael N, alias El Bombón. Si El Bombón era o no el cabecilla del grupo junto a El Manco; si uno u otro representaba intereses de otra gente, allende las fronteras de Ciudad de México y el área metropolitana, son cuestiones todavía sin respuesta. Además de los nueve detenidos, las autoridades buscan a otros dos presuntos integrantes del complot, que de momento han conseguido huir. Uno de los dos es El Manco.

El cuerpo de Milton Morales Figueroa, jefe de inteligencia de la policía de Ciudad de México, asesinado en Coacalco, Estado de México, fue trasladado al Aeropuerto de Toluca bajo un fuerte operativo de seguridad.
El cuerpo de Milton Morales Figueroa, jefe de inteligencia de la policía de Ciudad de México, asesinado en Coacalco, Estado de México, fue trasladado al Aeropuerto de Toluca bajo un fuerte operativo de seguridad.Crisanta Espinosa Aguilar (CUARTOSCURO)

La bodega

El Bombón, identificado como Rafael N esta semana, era un viejo conocido de las autoridades de la capital. En septiembre de 2021, policías de la ciudad lo habían detenido en posesión de drogas en el centro, junto a otra persona. En el comunicado de prensa que se divulgó entonces, la corporación no daba más detalles, pero reporteros de nota roja señalaron que ambos estaban involucrados en el asesinato, por esos días, de un agente de la Guardia Nacional, en Iztapalapa, al oriente de Ciudad de México. Poco más se supo de aquello hasta esta semana, cuando las autoridades anunciaron su detención, esta vez vinculado al caso Morales.

Como él y su compinche El Manco pretendían, el asunto –el jale– quedó resuelto el 21 de julio. Tres de sus secuaces siguieron a Milton Morales ese domingo por la mañana. El jefe policial se reincorporaba a su trabajo al día siguiente. Había pasado unos días de vacaciones después de un viaje de capacitación en India, cortesía del Gobierno de aquel país, después de que él y su equipo resolvieran el caso del empresario Ketan Shah, asesinado en Viaducto meses atrás. Antes de comer, Morales y su esposa fueron a comprar a una pollería del barrio, en Coacalco. El ataque era inminente.

Las autoridades señalan que el grupo de tres pistoleros salió temprano de la bodega, a bordo de un Chevrolet Aveo Blanco. La bodega, donde El Bombón y El Manco les había echado la arenga, estaba en Tizayuca, Hidalgo. De allí a Coacalco no hay más de una hora de camino. Entre las 8.00 y las 9.00, los pistoleros vigilaron la casa de Morales, su carro aparece en cámaras de vigilancia. Horas más tarde, el jefe policial salió de casa con su esposa. Despreocupados, la pareja manejó en su carro particular, a pesar de que Morales tenía a su disposición una camioneta blindada.

El ataque fue rápido y quedó recogido igualmente en imágenes de seguridad. Morales aguardaba su turno en la pollería, cuando un tipo encapuchado se le acercó y le disparó por detrás. Luego se fue corriendo. Las cámaras ya no lo alcanzaron a seguir, pero el sicario subió de vuelta al Aveo, con sus compinches. En la huida, los tres tomarían el camino de regreso a la bodega, tratando de evitar las cámaras de seguridad públicas. De vuelta en Hidalgo, cambiaron de vehículo y enfilaron la autopista México-Pachuca. En medio de la carretera, el coche se detuvo y el sicario, alias Leo, salió de allí. “¡Piérdete!”, aseguran las autoridades que le dijeron sus compinches.

Leo, sus dos acompañantes, El Bombón… Los cuatro fueron detenidos a finales de septiembre, en operaciones coordinadas por autoridades de los tres Estados, de las que informaron esta semana. Otros dos presuntos integrantes del entramado criminal cayeron igualmente: las autoridades los llaman Racafa y Manu o El 16. Los relacionan con el Cartel Nuevo Imperio, un grupo criminal que tiene base en Naucalpan, Estado de México, y opera en las alcaldías Miguel Hidalgo y Azcapotzalco, en la capital. Según han informado las autoridades esta semana, estos dos personajes facilitaron tres escondites al resto del grupo en Yautepec, Morelos.

El enlace de Racafa y Manu con el resto del grupo, dicen las autoridades, era un sujeto apodado El Gordo, hijo de otro de los detenidos, Armando N. Estos dos últimos habrían estado a cargo de rentar la bodega donde se gestó la conspiración para matar a Morales, aunque su participación podría ser mayor. Según las autoridades, el mismo día antes en que asesinaron a Morales, El Manco dijo a los pistoleros: “Una vez hecho el jale, nos regresamos hasta aquí”, en referencia a la bodega. “Yo le voy a estar avisando a Armando y, una vez terminando, les doy su lana”, acaba.

Absuelto

Pese al carácter extrañamente exhaustivo del comunicado que divulgaron las autoridades esta semana sobre el caso Morales, la cantidad de hilos sueltos es abrumadora. Uno de los principales es el caso de El Bombón. Detenido en septiembre de 2021 por un tema de drogas, la unidad que comandaba Morales ejecutó una orden de captura en su contra, un año más tarde, por el asesinato del guardia nacional Abdías Villalobos, en la capital. Las autoridades relacionan el ataque contra Villalobos con el Cartel de Caborca, según información que ha recopilado EL PAÍS estos días. ¿Significa esto que el grupo de Caborca, comandado por la familia Caro Quintero, está detrás del asesinato de Morales? ¿O fue más bien un asunto de El Bombón y sus compinches cercanos?

Otro de los hilos sueltos del caso apunta a la condición de El Bombón, acusado de asesinato en 2022, liberado después. Fuentes consultadas por este diario aseguran que la Fiscalía de Ciudad de México perdió el caso en su contra por el asesinato del agente Villalobos. El Bombón fue absuelto y la dependencia apeló la sentencia. Mientras tanto, El Bombón estuvo en la calle, capacitado para conspirar para matar a Morales.

El caso de Racafa y Manu es parecido. La unidad de Morales detuvo a ambos en septiembre de 2023 por tráfico de drogas y portación de armas, acusación que el jefe policial turnó a la Fiscalía General de la República. Fuentes consultadas por este diario señalan que los dos obtuvieron una “suspensión provisional del proceso”, beneficio que obtuvieron porque ninguno había delinquido antes y la media de las penas imputables no alcanzaba los cinco años.

Morales y su equipo habían llegado a estos últimos dos mientras investigaban varios inmuebles vinculados al Cartel Nuevo Imperio en la capital, un grupo menor, en realidad, al menos para las autoridades de la ciudad. En el Estado de México, la historia era distinta. En noviembre de 2022, en una conferencia de prensa conjunta de las autoridades de la capital y el Estado, el fiscal mexiquense, José Luis Cervantes, colocó a los del Nuevo Imperio en su lista principal de prioridades.

La ironía con este grupo es que, apenas seis días después del asesinato de Morales, la Fiscalía de Ciudad de México capturó a su presunto líder, Nestor N, alias El 20, en una operación que comandó el jefe de la policía de investigación de la dependencia, Francisco Almazán Barocio. Si Morales era la mano derecha de Harfuch, Barocio es la izquierda. No en vano, dirigirá el Centro Nacional de Inteligencia este sexenio.

Fuentes consultadas señalan que la detención de Néstor N no tuvo nada que ver con el caso Morales y que, al momento de su detención el 27 de julio, los investigadores aún no tenían noticias del presunto vínculo de algunos de los detenidos con Nuevo Imperio. Mientras las autoridades continúan con las pesquisas, este caso muestra, de momento, una idea a veces ignorada: que cuatro criminales cualquiera son capaces de organizarse para matar a un jefe policial. Y tener éxito.



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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).
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