Conchi León, dramaturga: “Uno de mis primeros recuerdos es el de mi padre golpeando a mi madre embarazada”
Ambientada con música de Pedro Infante, el monólogo ‘Cachorro de León, Casi todo sobre mi padre’ es un relato de la historia familiar de la actriz, llena de recuerdos dolorosos y violencia
Con ecos a la Comala de Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo, y Fallaste corazón en voz de Pedro Infante, inicia el monólogo Cachorro de León. Casi todo sobre mi padre, escrito, dirigido y protagonizado por la dramaturga yucateca Conchi León (Mérida, 1973), en el que relata una historia dolorosa y llena de recuerdos emotivos con su padre. “Yo me distancié de mi papá y dejé de hablarle como 10 años. Yucatán ha ocupado el primer lugar en estadísticas sobre alcoholismo. Yo soy hija de la estadística por mi padre que era alcohólico. Y cuando se alcoholizaba violentaba a mi mamá”, cuenta la directora en entrevista con EL PAÍS.
“Uno de mis primeros recuerdos, a los cuatro años, es mi mamá embarazada de nueve meses y mi papá noqueándola”, relata Conchi. Este pasaje da inicio a la obra, que cuenta con una escenografía modesta, pero simbólica: una pequeña mesa con sus sillas, una vajilla de juguete para tomar té, una cobija a cuadros maltrecha, una silla con una corbata, la colección de casetes de Pedro Infante y dos fotografías: una del ídolo de Guamúchil, como se le conocía a Infante, y otra de Mauricio León, su padre.
En el escenario, la actriz muestra la imagen del actor con su traje de motociclista durante el rodaje de la película A toda máquina (Ismael Rodríguez, 1951), y confiesa: “La verdad, la verdad, éste no es mi papá, es Pedro Infante”, entre las risas del público. “Ay, es que yo los veía igualitos porque mi papá también se iba a emborrachar a la cantina cuando estaba triste… o cuando estaba enojado. Mi papá también tenía muchas novias. Mi papá era encantador… como Pedro Infante”.
La directora recuerda que su padre “tenía problemas de alcohol y solía tener muchísimas parejas. Para mi mamá era muy doloroso porque, ya ebrio, se lo contaba”. Reconoce, “por lealtad a mi madre, dejé de hablar con él por 10 años hasta que mi hermana me llamó y me dijo: ‘Papá tuvo un segundo infarto, está muy mal en el hospital, ya venimos todas, pero sólo te quiere ver a ti, yo creo que debes venir’. Y yo dije: ‘Pues no lo quiero ver realmente, él me quiere ver, pero yo a él no’. Sin embargo, después pensé: ‘Ay, se va a morir de veras y no lo voy a volver a ver”.
“Para intentar reconciliarme con el recuerdo, con mis memorias de infancia y con mi papá, comencé a escribir esta obra, para ver si solamente tenía recuerdos violentos, o tenía también otros, porque mi papá también fue un hombre generoso, con un sentido del humor espectacular, que es algo que siempre me dicen de mis obras, que son muy dramáticas, pero tienen una explosión de humor. Eso es algo que le aprendí a mi papá”.
El padre de Conchi siempre fue trailero y presumía que podía manejar con una sola mano, pero ella nunca lo había visto. El día llegó cuando, a los seis años, tuvo un accidente que le provocó un traumatismo craneoencefálico. “Me quedé paralizada de mi cuerpo. En el hospital me sacaban sangre y la vendían. Mi papá se da cuenta y se vuelve loco, noqueó al doctor, noqueó a los guardias y me aventó en el tráiler. Con una mano me agarraba y con la otra manejó hasta llegar a casa. ¿Cómo eso que siempre le odié [su violencia], se convirtió en algo que me salvó la vida?”, reflexiona.
Otro de los recuerdos gratos que llegan a su memoria es cuando “en todos sus viajes oía a Pedro Infante. Me acuerdo que salió una colección de casetes y la compró completita. Nos llevaba a la playa en el tráiler, nos íbamos escuchando sus canciones. Los domingos pasaban las películas de Pedro Infante en blanco y negro, toda la familia nos sentábamos a verlo”.
El Inmortal ha tenido una conexión emocional con la intérprete, pero también una conexión geográfica. “Pedro Infante se muere, su avioneta se cae en Mérida. Yo he estado ahí donde se cayó, está su estatua de charro en un caballo. La casa que tenía estaba a cuatro calles de casa de mis papás. Por mucho tiempo fue un hotel, tenía una leyenda que decía ‘Esta fue en vida la casa del actor Pedro Infante, el ídolo del pueblo’, describe la dramaturga.
“Digamos que las coordenadas que inició mi papá se fueron alimentando porque pasaba por esos lugares siempre. Cerca está el Parque Pedro Infante y en su natalicio ponen sus películas y va mucha gente con camisetas de ‘Pedro Infante vive’. Su fantasma sigue vivo en las calles de Mérida”, asegura De León.
La música que ha escuchado durante toda su vida por influencia de su padre y de su entorno cercano también resuena en el Teatro Xola, en Ciudad de México. Con canciones como Cien años, Amorcito corazón y ¿Qué te ha dado esa mujer?, entre muchas otras, Conchi ofrece un espectáculo que hace un recorrido por su infancia agridulce, sus inicios en el teatro, su regreso a casa y el difícil reencuentro con su padre, después de varios años.
Para Conchi, escribir y recordar esos años de una infancia sumergida en la violencia y en la idealización de un padre que nunca quiso ser un héroe fue necesario para crear Cachorro de León y llegar a la conclusión de que “quizá algunos monstruos existen para confirmarnos su belleza y nuestra propia belleza de estar vivos: completos por fuera, pero un poco mutilados por dentro. Yo también soy un monstruo y en mi infancia perdí muchas piezas que no se ven por fuera, pero en algunas noches oscuras y silenciosas extraño mucho aquí adentro”. Ante un público en completo silencio, dice: “Todos somos unos monstruos. No es tan feo serlo, ¿verdad? Al menos yo, que les veo desde aquí…”, remata con una sonrisa burlona que despierta algunas risas.
La actriz yucateca presenta Cachorro de León todos los miércoles de junio a las 20.00 en el Teatro Xola, los sábados actúa en El Eterno Femenino en el Teatro El Vicio y los lunes en Duda en el Foro Shakespeare. Además, se presentará en agosto con Comala, Comala, basada en la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, en el Festival Fringe de Edimburgo, en Alemania. Y uno de los sueños que está por realizar es llevar La Tía Mariela a Mérida en septiembre.
Conchi León prepara su ópera prima para el cine, centrada en el clasismo, el racismo y las personas en situación de calle en Yucatán, estado del que no duda en señalar sus contradicciones y lo “mocho” que puede llegar a ser. “Hubo un decreto hace unos años donde el gobernador panista [Mauricio Vila] dijo que cero indigentes en el primer cuadro de la ciudad, y entonces los mandó a tirar al Periférico”, ironiza. Acostumbrada a ser considerada una “artista yucateca incómoda”, su película buscará visibilizar las historias de aquellos que no tienen voz y enfrentar los prejuicios y la aporofobia.
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