Protestas en el regreso de las corridas de toros a la Monumental: “Me traían con cuatro años a la plaza mis papás y yo salía llorando”
La plaza de toros de Ciudad de México acoge el primer evento en veinte meses, entre manifestaciones del movimiento antitaurino y una situación legal delicada
Jorge El Ranchero Aguilar fue un hombre de otro siglo que hizo historia local en los ruedos de Tlaxcala. Se enfundó el traje de luces por primera vez en 1945. La última fue un 27 de enero de 1981. Cuentan las crónicas de aquel tiempo que el matador sufrió un infarto cuando cuadraba a una vaquilla en la hacienda de Coaxamalucan. Murió al instante. Unos meses después, la plaza de toros de Tlaxcala ciudad fue rebautizada en su honor.
Un 28 de enero de 2024, 43 años y un día después, la sobrina nieta de El Ranchero Aguilar, Victoria, se pasea toda vestida de negro, con cuernos postizos en la cabeza y una camiseta que habla de salvar animales por los alrededores de la Monumental. La plaza de Ciudad de México, el ruedo más grande del mundo, ha acogido este domingo una corrida de toros por primera vez en 20 meses. Y Victoria, que no comparte ni de lejos los gustos de su tío abuelo, ha venido a protestar junto a unos pocos centenares de personas que forman parte del movimiento antitaurino de la capital.
Victoria tiene 28 años, es bailaora de flamenco, le gusta el arte y odia la tauromaquia. “Mi familia antes era taurina. Mi tío abuelo fue un torero famoso de Tlaxcala. Yo formaba parte de esa gente, pero me di cuenta de que no toleraba ver sufrir al toro hasta la muerte. Me traían con cuatro años a la plaza mis papás y yo salía llorando y gritando porque no aguantaba ver eso. Me sentía muy impotente. Me di cuenta de que la gente taurina es muy violenta y muy machista, les gusta este tipo de eventos donde hay derramamiento de sangre, son personas sádicas. Yo sufrí una relación abusiva con un torero, cuando comencé a sanar todo eso e ir a terapia me di cuenta de que todo estaba relacionado”.
Victoria habla del tirón mientras, de fondo, las batucadas antitaurinas redoblan cada vez con más fuerza. Suben el volumen de la misma manera que crece la tensión entre los manifestantes y los asistentes a la corrida. Un grupo intenta echar abajo una de las puertas rojas que rodean la plaza. La estructura tiembla y está a punto de ceder. Al otro lado hay decenas de policías haciendo de contrapeso. Si no fuera por ellos, la entrada se vendría abajo. Hay intercambios de pedradas. En algún momento parece que la situación va a desbordarse, pero no llega a mayores.
Hay casi más policías que manifestantes. Los agentes provocan a los antitaurinos, la mayoría jóvenes, que provocan de vuelta. Pintan consignas en los muros, corean cánticos con mejor intención que originalidad —“¡Toros sí, toreros no!”—. Tratan de bloquear los accesos a la plaza e interceptar a los asistentes, increpándolos y rodeándolos en alguna ocasión. Un grupo de mujeres hace una performance en medio de la carretera en la que se tumban sobre el asfalto cubiertas de sangre falsa y fingen estar muertas.
Juicios y anacronismos
En junio de 2022, un juez federal concedió una suspensión definitiva a la organización Justicia Justa para que se dejara de torear en la alcaldía Benito Juárez, donde se encuentra la Monumental. El colectivo defendía que las leyes federales prohíben el maltrato animal y que el trato “degradante” que se da a los toros viola el derecho a un medio ambiente sano. El juez aceptó a trámite la suspensión bajo el argumento de que “la sociedad está interesada en que se respete la integridad física y emocional de todos los animales”.
La suspensión se mantuvo en vigor hasta principios del pasado diciembre. Entonces, la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se echó encima a la población antitaurina de la ciudad al desechar el amparo de Justicia Justa. El proyecto, motivado por la polémica ministra Yasmín Esquivel, que se ha negado a dimitir a pesar de las pruebas que sustentan que plagió sus tesis de grado y de doctorado, fue aprobado por unanimidad con cuatro votos a favor.
Este domingo, amparados por la decisión de la SCJN, los taurinos de la capital mexicana han regresado a la plaza, con un aforo para 42.000 personas sentadas. Las autoridades, que veían venir un enfrentamiento con el movimiento antitaurino, han blindado la Monumental con centenares de policías antidisturbios de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) protegidos tras sus escudos y cascos. Llegar a la puerta de la plaza es casi imposible si no enseñas una entrada. Una vez cruzado el cerco, el ojo enfrenta una escena algo anacrónica que parece sacada de una película en blanco y negro: señores de chaleco, sombrero y puro; señoras muy elegantes en botas de montar a caballo. Hay puestos de comida y decenas de vendedores ambulantes que ofrecen todo tipo de parafernalia: botas de vino, más sombreros, peluches de toros.
—Lleve los cojines, joven, el cojín para el asiento.
Doña Noelia Casas tiene 65 años y lleva más de 50 vendiendo merchandising taurino en las puertas de la plaza. Excepto estos casi dos años de suspensión. En este tiempo, se ha dedicado “a lavar ajeno y a planchar ajeno, pero como ya una es grande, pues ya se cansa”, reconoce. Dice que prefiere este trabajo que tener que limpiar para otros. “No soy muy fan de los toros, pero esto es de donde saco para comer”.
—¿No le gustan las corridas de toros?
—No me gustan los toros, pero me gusta vender.
Contra esa lógica es difícil responder nada.
—Hay gente que dice que las corridas son muy violentas. ¿Qué opina usted?
—A final de cuentas, todos comemos carne. De una manera u otra tienen que matar al toro para poder comer carne.
Paradojas y arte
Rafael Montana tiene solo 23 años pero ya es experto en paradojas. Pertenece a una plataforma llamada Tauromaquia para antitaurinos. “Intentamos hacer llegar la tauromaquia a un público más amplio”, explica refugiado tras su sombrero. El joven, procedente del Estado de México y residente en la capital, empezó a ir a los toros de niño con su abuelo. Montana tiene opiniones polémicas fácilmente rebatibles por un veterinario o cualquiera con ojos. “El toro no sufre, no se le mutila, no se le hacen cosas malas”, dice. “Esto es una fiesta para que el toro demuestre su grandeza. Ganó la libertad y hoy ganamos los taurinos”.
Hay quien llama deporte a lo que sucede dentro de la Monumental. Otros incluso lo llaman arte. Hay quien llama violencia a lo que sucede dentro de la Monumental. Otros incluso lo llaman sadismo. “El arte no destruye, el arte crea”, tercia Victoria, la sobrina nieta de aquel torero de Tlaxcala. Ella prefiere hablar de la “corrupción” que, en sus palabras, rodea el mundo taurino. “Estoy luchando por algo que es injusto, por seres que no tienen voz”, añade.
Hasta este domingo, la última vez que la Monumental celebró un festejo taurino fue el 15 de mayo de 2022. El futuro es incierto y el recorrido judicial todavía será largo. El juicio de amparo sigue activo a falta de sentencia, que podría ser recurrida en segunda instancia y volver de nuevo a la Corte. El hipotético mañana de las corridas de toros no pinta demasiado bien. Pueden ser abolidas por los tribunales o incluso por una suerte de consulta popular que propuso el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. O puede que, simplemente, el paso del tiempo acabe borrando esta tradición, más amenazada por la irrelevancia que por el propio movimiento antitaurino, en una sociedad que mayoritariamente ya no disfruta en ver a un animal acuchillado hasta la muerte. Ya casi nadie quiere sacar por la puerta grande a hombres como El Ranchero Aguilar.
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