Muere Mario Vergara, el buscador de desaparecidos referente en hallar fosas clandestinas en Guerrero
El activista que buscaba a su hermano fallece en un accidente en la recicladora en la que trabajaba a los pocos días de encontrar el cuerpo de Lesly Martínez, la joven desaparecida en Ciudad de México en abril
El buscador y activista Mario Vergara, que se había convertido en un referente para las familias de desaparecidos en Guerrero, ha fallecido este jueves en un accidente laboral en la recicladora en la que trabajaba en Huitzuco. Vergara compaginaba este empleo con la incansable búsqueda de su hermano Tomás, secuestrado en julio de 2012 en ese municipio. Desde entonces, se volcó incansablemente en rastrear pistas sobre él en su Estado natal, donde hay 4.090 denuncias por desaparición de las más de 111.000 que acumula México. Su búsqueda le curtió en la práctica de hallar fosas clandestinas, huesos y a veces los cuerpos de otros desaparecidos en el Estado, como el de la joven Lesly Martínez el pasado martes.
La imagen del activista con la cabeza cubierta con un pañuelo, su mirada con todavía un atisbo de esperanza y sosteniendo una ficha de desaparecido se convirtió en un habitual en los medios de comunicación. “Yo soy Mario Vergara y busco a mi hermano Tomás”, así empezaba siempre sus entrevistas con la prensa. Se había unido al colectivo Los Otros de Guerrero para exigir que se abrieran las fosas de Tetelcingo, un reflejo del horror en el que está sumido el país. Ahí abajo habían más de 100 cuerpos, pero ninguno era el de Tomás. “Su participación fue muy importante”, cuenta el periodista Jaime Luis Brito, quien recuerda de entonces a Vergara como una persona sencilla y directa, alejada de las formalidades. “No tenía tiempo para simular. Si hablaba con autoridades, las desarmaba muy rápido en la discusión, porque evadía los eufemismos. Eso no le quitaba lo amable, lo gentil para hablar con las personas”, añade.
La búsqueda de Tomás se extendió en 2014 con el torbellino mediático por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Varias familias se unieron para peinar cada rincón del Estado para encontrar a los normalistas, y otras se sumaron al esfuerzo con las fotografías de sus familiares desaparecidos desde hacía años. “Todo mundo parecía volcado a buscar a los estudiantes de Ayotzinapa, pero las demás víctimas parecían olvidadas”, cuenta Brito.
Tomás Vergara era taxista cuando fue secuestrado en Huitzuco, y desde entonces su familia asumió el papel del Estado para investigar su paradero ante la indiferencia de las instituciones oficiales. El billar que regentaba Mario pasó a convertirse en un centro de operaciones y no tardó en ser también un centro de asistencia para familiares de desaparecidos. Como él, habían perdido la fe en las autoridades para que encontraran a sus seres queridos y querían lanzarse a escarbar el suelo para encontrarlos ellos mismos.
Comenzó a recibir llamadas. Denuncias nuevas de personas vistas por última vez en la zona, pero también avisos de lugares sospechosos. Mario se hizo experto en reconocer la tierra removida donde podrían haber enterrado a alguien. También en identificar huesos, pistas y rastros que le llevaran a encontrar a Tomás. En su camino no encontró a su hermano, pero reportó fosas y tumbas donde varias familias encontraron a sus desaparecidos.
El último vídeo que subió Vergara a sus redes sociales fue para notificar el hallazgo de un cuerpo en la carretera federal 95, cerca de la frontera entre Morelos y Guerrero. “Se trata de una mujer joven de cabello rojo, shorts de mezclilla azul, playera verde de tirantes”, describió el activista ante la cámara. Al día siguiente, la Fiscalía confirmó que se trataba de Lesly Martínez, desaparecida en la Ciudad de México el pasado 30 de abril y asesinada presuntamente a manos de su expareja. “Gracias a las personas que nos ayudan a dar vida a los muertos, gracias a quienes nos dan información para encontrarlos”, escribió Vergara en su muro de Facebook al reportar el hallazgo.
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