Alfredo Adame: el camino entre el meme y la tragedia
Es un actor, conductor y DJ de 64 años que en sus años mozos fue galán de telenovelas y, desde hace algún tiempo, víctima habitual de palizas en diversos incidentes callejeros
México, o al menos la parte del país que se complace en utilizar las redes sociales, tiene un cordero pascual rutinario, al que inmola en sus altares cada dos por tres. Un crash test dummy. Un “niño de los azotes”. Se llama Alfredo Adame Von Knoop, y es un actor, conductor y DJ de 64 años que en sus años mozos fue galán de telenovelas y, desde hace algún tiempo, víctima habitual de palizas en diversos incidentes callejeros.
Aunque Adame ha sufrido consecuencias físicas evidentes, y ha terminado en las salas de urgencias más de una vez, para sus compatriotas se ha convertido en algo como un sticker o un personaje de memes. Una broma cruel y cotidiana. ¿Cómo es que reacciona así una sociedad aplastada por la violencia, y en la que algunos sectores, en las propias redes, son cada vez más sensibles a la voz de las víctimas? Quizá la respuesta se encuentre en la personalidad de Adame y en el halo fársico que lo rodea.
El actor, quien mantuvo un perfil bajo durante lustros, concentrado en su vida familiar y carrera televisiva, saltó a los encabezados más o menos a partir del divorcio, en 2017, de Mary Paz Banquells, su esposa por 25 años. Uno de sus primeros incidentes famosos se produjo en 2019, cuando los medios le dieron vuelo a su rivalidad con el autonombrado investigador de lo paranormal Carlos Trejo. Ambos conducían programas matutinos y la lucha por el rating se convirtió en un reto público a dirimir a golpes sus diferencias. Adame, arrogante, aseguró ser cinta negra en taekwondo y karate y vaticinó su victoria. Pero durante la rueda de prensa en la que se anunciaba el combate (con un marcado tono de humor involuntario), recibió un golpe con un envase de plástico, por parte de Trejo, que le abrió una ceja. Y así, la “pelea del siglo” fue cancelada.
Las burlas recibidas a partir del episodio (que arrancaron en las redes y saltaron a la realidad, con una lona satírica colgada en la propia casa del actor) parecieron sacar de quicio a Adame. Sus salidas de tono, cada vez más radicales, con periodistas, colegas de los medios, parejas ocasionales, sus dos exesposas y sus propios hijos, han dejado en el aire dudas sobre su salud mental.
Otro momento notable se produjo en los comicios federales de 2021, cuando Adame fue postulado a la diputación federal del distrito 14, con sede en Tlalpan, Ciudad de México, por el micropartido Redes Sociales Progresistas y obtuvo menos del 1% de los votos. Eso sí: circuló una grabación en la que, aparentemente, anunciaba su intención de quedarse con el dinero de la campaña. Él dijo, después, que todo se trataba de un montaje, pero acabó siendo investigado por las autoridades electorales.
Pero lo que ha marcado sus últimos meses han sido al menos tres episodios en las calles de la Ciudad de México que devinieron peleas. Poco se ve en los videos de esos incidentes del presunto “maestro” en defensa personal y mucho de un sexagenario frágil, con la cabeza abierta, la camisa salida, el torso desnudo, interponiendo alguna patada al aire como única defensa. En las fotografías de su atención médica, muchas de ellas divulgadas por él mismo, ha sido posible verlo con los ojos morados, el rostro desfigurado por los golpes, explicando que un iniciado en las artes marciales no debe defenderse violentamente de una agresión…
La más reciente paliza se produjo el pasado viernes, cuando Adame se dirigía al aeropuerto de la capital. El actor tuvo un alcance con otro conductor y bajó de su vehículo a hacer reclamaciones. Los videos que han circulado exponen cómo es abatido, golpeado con un tubo y ahorcado con una llave de cruz. Imágenes posteriores lo muestran con una herida en la cabeza, siendo atendido en el avión que lo llevó a Villahermosa, Tabasco, en donde montó su espectáculo de DJ bajo el nombre de Golden Boy. Un hundimiento en tiempo real, reído por un país que aplaude como farsa lo que, desapasionadamente, parece en realidad el anuncio inminente de una tragedia.
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