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Combat rock
Columna
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Candidatos de paja y de horror

Puede mover a la risa, imaginar un congreso dominado por las “cartitas” de un álbum, pero cuando uno piensa que esas “cartitas” serán una colección de marionetas a modo para los grupos de poder, la cosa cambia

Antonio Ortuño
Félix Salgado Macedonio
Félix Salgado Macedonio, senador por Morena en el Senado de la República, durante su intervención en tribuna durante la sesión del pleno.Misael Valtierra (Cuartoscuro)

Uno, inocente que es, se pregunta cómo es que la cantante Paquita la del Barrio será candidata a diputada. Porque hay que tener dos doctorados en teoría crítica, cuando menos, y ser uno de esos que hacen lecturas políticas hasta del juguito de mango, para ser capaz de entresacar una plataforma o ideario de las canciones braveras y despechadas de Paquita. Y uno se permite mostrarse aún más escéptico, porque Paquita misma aceptó, al lanzar su postulación, que no tiene la menor idea de cuáles serán sus responsabilidades como hipotética legisladora ya que, en realidad, “la gente” que la acompaña le dirá qué hacer o no.

Paquita no será candidata en mi distrito, pero aunque lo fuera no votaría en favor de su aspiración (y miren que me parece un personajazo), del mismo modo que no me dejaría operar una hernia discal por ella ni le permitiría extirparme una muela. Cantar con sentimiento no lo prepara a uno para ser diputado (o cirujano o dentista) y ponerse a ciegas en manos del partido que lo invitó y lo asesora, es aceptar ser un títere. Para eso, mucho mejor quedarse en el palenque, recriminando a las ratas de dos patas su mezquindad …

Cada día, los diarios y portales no traen una cascada de anuncios similares. Que Carlos Villagrán, Quico, quien fue parte de la tropa de cómicos del difunto Chespirito, va por la gobernatura de Querétaro. Que también quieren ser candidatos a puestos públicos exfutbolistas como el Bofo Bautista, Jorge Campos, el Abuelo Cruz y Adolfo Ríos, actores telenoveleros como Alfredo Adame y Gabriela Goldsmith, cantantes como Vicente Fernández Jr, reinas de belleza como Lupita Jones, atletas como el clavadista Rommel Pacheco… ¿Qué ideas o proyectos de ley transcendentales o siquiera novedosos van a aportar estos figurones? Quizá haya alguna excepción notable entre ellos, pero en general se trata de gente con un cierto grado de reconocimiento por actividades que nada tienen que ver con la política, y a la que los partidos sacarán provecho poniéndolos a dar la cara por sus propios intereses. Como ha sucedido con Cuauhtémoc Blanco, sin ir más lejos.

Puede mover a la risa, imaginar un congreso dominado por las “cartitas” de un álbum, pero cuando uno piensa que esas “cartitas” serán una colección de marionetas a modo para los grupos de poder, la cosa cambia. Se trata de un asunto alarmante: una política de espectáculo, de figurantes y espantapájaros, despojada de realidad. Y no hablamos de la táctica de un solo grupo: todos los partidos están metidos en la tragicomedia.

Pero la cosa no para allí. Hay postulaciones menos simpáticas y que adquieren ribetes siniestros. Porque también se encuentra a punto de llegar a las boletas electorales Félix Salgado Macedonio, quien aspira a ser gobernador de Guerrero. Durante años, Salgado Macedonio fue considerado un personaje excéntrico en la escena nacional, un tipo de comportamiento atrabiliario, pero a la vez dicharachero, siempre metido en controversias esperpénticas. Pero ya no hay motivo de risa: ahora ha sido acusado por varias mujeres de violación, abusos y acoso. Y no parece tratarse de ninguna clase de conspiración. Hablamos de mujeres que trabajaron en su movimiento o en oficinas públicas y a sus órdenes. En un caso, cuando menos, ya hace años que se presentó una denuncia penal en su contra, pero los infaltables enjuagues políticos la congelaron. El hecho de que Salgado Macedonio conserve el apoyo explícito de la dirigencia de Morena, el partido en el poder, resulta inquietante.

Es, quizá, el peor síntoma de lo que nuestra clase política nos tiene preparado: unas elecciones con candidatos que son figuras de paja, en una mano; y en la otra, los mismos funestos jerarcas de siempre, con sus expedientes negros y sus manos sucias. Y eso sucede tanto del lado del oficialismo como en el de la oposición.

Antes votábamos con la nariz tapada: ahora quieren que también nos tapemos los ojos.

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