Esmeralda Gallardo, la madre que fue asesinada en el mismo lugar donde desapareció su hija
Se trata de la cuarta mujer buscadora de sus desaparecidos asesinada en México durante este año. Había alertado de que corría peligro pero nunca recibió ayuda
Se llamaba Blanca Esmeralda Gallardo y desde hacía un año y medio buscaba a su hija Betzabé, desaparecida en Puebla cuando viajaba con su amiga Fabiola Narváez. La búsqueda incansable de Esmeralda por encontrar a la joven y por lograr justicia en un posible caso de trata de mujeres han acabado costándole la vida cuando esperaba el autobús.
En torno a las cinco de la mañana de este martes, un grupo de pistoleros le han disparado hasta siete tiros mientras se encontraba en la autopista México - Puebla, afuera de la colonia Villa Frontera, donde vivía. Los medios locales apuntan que cinco sicarios estaban esperando a la mujer y que después de acribillarla se han dado a la fuga sin que todavía haya ningún detenido. Con Gallardo, ya son cuatro madres buscadoras que han sido asesinadas en México en lo que va de año.
El Gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa, ha lamentado el asesinato y ha indicado que su Gobierno y las instancias correspondientes “esclarecerán el hecho” y que “se aplicará la ley contra los responsables”. Mientras tanto, la Fiscalía local ha abierto una investigación por el feminicidio. El cuerpo de la mujer ha quedado tendido en el suelo a la altura de la Cerrada 9A Norte. Los paramédicos y la policía que ha acordonado la zona solo han podido confirmar el deceso. Horas después de este crimen atroz, los familiares de Gallardo esperaban afuera del Servicio Médico Forense de Puebla para recibir el cadáver al que se le ha realizado la necropsia.
“Era alegre y amable a pesar del dolor que llevaba a cuestas. La mantenía viva la alegría y la esperanza de encontrarla”, dice una amiga de la mujer que prefiere permanecer en el anonimato por miedo a represalias. Madre de otro niño de 12 años, Gallardo se había quedado viuda pocos meses antes de la desaparición de Betzabé a causa de la pandemia. Su marido falleció de covid-19 en 2020 y para sacar adelante a la familia empezó a conducir un taxi de plataforma para mantener al pequeño.
En el mismo barrio donde Esmeralda Gallardo acabó muerta, cerca de la Central de Abastos, su hija, de 24 años, fue levantada el pasado 13 de enero de 2021. La chica viajaba en moto junto a su amiga y vecina Fabiola Narváez, de 22. Alrededor de las 15.00 horas las dos mujeres fueron a hacer un depósito al banco y ya no regresaron. Cuando la familia trató de contactarlas, el teléfono de ambas estaba apagado. Días después el celular de Betzabé fue encendido de nuevo en la colonia Villa Frontera. La geolocalización mostró que el teléfono estaba en una casa donde vivía una pareja. Un hombre que fue asesinado en julio de este año entre Puebla y San Pablo del Monte y una mujer, atacada a balazos cerca de su domicilio, que fue detenida al salir del hospital como principal sospechosa de la desaparición de las chicas.
Pese a manifestar en repetidas ocasiones que estaba en peligro y que temía por su vida, Esmeralda Gallardo nunca recibió protección de las autoridades. Sin embargo, tampoco dejó de buscar. Ella también era una víctima indirecta de la violencia sufrida con la desaparición de su hija. La mujer nunca descartó que el caso de Betzabé estuviera relacionado con la trata de mujeres, explotadas en los prostíbulos de Puebla o en el vecino Estado de Tlaxcala. La propia Gallardo narraba en una entrevista cómo un hombre la amenazó con una pistola en Tenancingo, Tlaxcala ―uno de los principales puntos de tráfico de mujeres en el país―, cuando acudió a varios prostíbulos y bares preguntando por su hija. “He bajado a las barrancas, he rascado la tierra y mi hija no aparece ni viva ni muerta (...) pero yo no pierdo la esperanza de que ellas dos estén bien, porque Fabi tiene dos hijas y mi hija tiene una (...)”, decía Gallardo sobre su nieta hace solo unos meses.
Los familiares y amigos de la activista no dudan en que su asesinato está relacionado con la búsqueda que hizo Gallardo de las jóvenes. De acuerdo a una información publicada por Proceso, tanto la desaparición como la muerte de la activista tendrían que ver con una banda de narcomenudistas señalada por la Unión Popular de Vendedores y Ambulantes 28 de Octubre de haberse apoderado de una parte del tianguis La Cuchilla con protección policial. En julio Esmeralda se quejaba del retraso en la investigación y de la información que tenían las autoridades para dar con los responsables. “Ha sido una tortura no saber en dónde está, desconocer si sigue con vida o no, si le pegan, si come, si la maltratan, es un dolor que no se le desea a nadie”, declaraba Gallardo en una entrevista a El Sol de Puebla.
El Colectivo Voz de los Desaparecidos Puebla, un grupo de unas 100 familias, ha hecho un llamado al gobernador y a las autoridades para que encuentren y detengan a los perpetradores del feminicidio. “En Puebla el Gobierno deja en total desamparo y a su suerte a las víctimas indirectas porque no aplican un mecanismo de protección para las personas que están en riesgo, como Esmeralda”, asegura una persona del colectivo a EL PAÍS. “Sabemos que somos incómodos porque lo que decimos no le gusta al Gobierno”, agrega.
El grupo lleva contabilizadas unas 3.000 personas desaparecidas solo en Puebla desde 2008, pero aseguran que son cifras conservadoras y que podría tratarse de muchas más. Este año la ONU hizo un llamamiento para que se refuerce la búsqueda de personas desaparecidas en el país. En todo México se calcula que este número supera los 100.000.
El feminicidio de Esmeralda Gallardo se suma al de otras tres madres buscadoras asesinadas en el país durante 2022. Rosario Rodríguez, en Sinaloa; Brenda Jazmín Beltrán, en Sonora y Ana Luisa Garduño, en Morelos. Todas guardaban la esperanza de volver a ver a sus hijas e hijos. Ninguna lo logró.
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