La galería española Travesía Cuatro se asienta en México con dos propuestas antagónicas
La pintora brasileña Ana Prata, de estilo íntimo y vitalista, expone en Ciudad de México y la escultora Asunción Molinos muestra su obra en Guadalajara
La nueva exposición de Asunción Molinos Gordo (41 años, Burgos, España) lleva por título: ¡Cuánto río allí arriba! “Es de un poema de Octavio Paz, El cántaro roto”, comenta la artista, cuyo trabajo se exhibe este martes en Guadalajara y que, precisamente, está compuesto de cántaros y botijos de la cerámica cañari, una cultura antigua procedente de Ecuador. A más de 500 kilómetros de allí, en el barrio de la Roma Norte de Ciudad de México, Ana Prata (40 años, Sete Lagoas, Brasil) expone un trabajo muy diferente, compuesto de pequeños cuadros sencillos, íntimos y vitalistas en una exhibición titulada Em volta desta mesa. La única conexión (casi) entre estas dos exposiciones es la galería con la que trabajan: Travesía Cuatro, un proyecto que nació en Madrid, pero cuya aspiración siempre fue “crear un vínculo tangible entre las escenas artísticas de Europa y América Latina”.
La culminación de ese sueño se dio en 2013, con la adquisición en Guadalajara de la Casa Franco, un espacio de estilo morisco diseñado por el famoso arquitecto mexicano Luis Barragán. Desde allí habla por videollamada Inés López-Quesada, una de las dos fundadoras de Travesía Cuatro, que muestra, al sol del mediodía que entra por las ventanas de la casa, una serie de ánforas, cántaros, ollas, vasijas de cono y botellas de silbato, inspiradas en el proyecto que realizó la artista burgalesa para una exhibición en Ecuador.
Molinos se licenció en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, pero al explicar su trabajo se vuelven casi más relevantes sus estudios en Antropología y Etnografía, que la han llevado a investigar las particularidades de cada lugar en el que expone. De esa forma de trabajar surgió también Como solíamos… (Instituto Valenciano de Arte Moderno, Valencia, 2020), que gira en torno a los sistemas de riego de las comunidades campesinas medievales hispano-musulmanas, y que fue un intento de hacer reflexionar sobre un hecho que la atravesó cuando estaba preparando la obra: ese año el agua entró a cotizar en la Bolsa de Wall Street, lo que marcó la línea de su trabajo. “Creemos que estamos innovando pero lo que estamos haciendo es perder las innovaciones y el conocimiento de nuestros antepasados. El acceso y el ahorro del agua se hacía de tal manera que el resto de animales y seres vivos que les rodeaban también pudieran existir. Antes se consumía el agua con una responsabilidad interespecie que hemos perdido y que debemos recuperar”, reflexiona Molinos.
A través de estas instalaciones, Molinos quiere utilizar “el arte como una gran herramienta de difusión”, y sacar este conocimiento de la pesadez de los informes y los estudios científicos “para comunicar esa realidad de una forma diferente”. Trayendo estos objetos a un espacio distinto, la artista busca “disparar la imaginación de cada uno”. Además, en la galería de arte nada se deja a la casualidad. La pared ha sido pintada de un azul muy específico, el royal blue (azul real). “Es un acto de rebeldía el tomar las ánforas, que provienen del campo y de los campesinos, y subirlos a un nivel de reyes, darles una significación superior”, cuenta Molinos.
Inés López-Quesada, una de las fundadoras de la galería, está en Guadalajara, acompañando la inauguración de Molinos. Desde allí cuenta que el proyecto ha ido cambiando a lo largo de los años. “Apoyamos a los artistas que nos gustan”, asegura López-Quesada, y han progresado de una visión más unidireccional, de tener el objetivo de crear un vínculo entre continentes, a defender además una mirada naturalista, “que vuelve a los orígenes para hacernos reflexionar”, como en el caso de Molinos.
En la galería Traviesa Cuatro de Ciudad de México, sobre enormes paredes blancas se exponen los cuadros, muchos de los cuáles no son más grandes que una mano, de Ana Prata. El proceso creativo, más allá del discurso intelectual que pueda generarse a partir de la obra, es importante para ella. Eso y los colores, el material y la textura de sus trabajos. “No es lo mismo ver una imagen de este cuadro que ver el cuadro aquí y ahora, porque ahora te puedes fijar en el material, en las sombras que crea el grosor de la pintura, en la imperfección de los trazos”, cuenta Prata mientras se acerca y se aleja de un pequeño cuadro cuyo lienzo parece hecho de lana.
Su proceso creativo es dinámico. “Yo siempre estoy pintando varios cuadros a la vez. A lo mejor tengo al mismo tiempo dos cuadros de gran tamaño y cuatro o cinco de pequeño tamaño que voy trabajando al mismo tiempo”, cuenta Prata. Al hablar de la naturaleza muerta que protagoniza sus trabajos, de sus manzanas oscuras y sus jarrones, prefiere decir que es “una naturaleza muerta que está viva”. También habla de “estar despierto”, de unas pinceladas “dinámicas” y de la relación que establece con el cuadro en proceso. “Tengo un diálogo con él”, cuenta Prata.
El título de su exposición es Em volta desta mesa, un verso de la canción Conversando no Bar, de Milton Nascimiento. Prata ha escogido ese verso y esa canción por una razón: “Significa ‘alrededor de esta mesa’, porque el arte, como una buena comida, es para compartirla”.
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