Nacho Ambriz, de Iztapalapa al sueño del Huesca
El entrenador mexicano abandona un lugar privilegiado en el fútbol de su país para dirigir en la Segunda División española. “Mi vida es de riesgos”, asegura


A Ignacio Ambriz (Ciudad de México, 56 años) no le interesaba estancarse en el fútbol de su país. Ya había sido campeón como jugador y también como entrenador. El sueño colocado con una chincheta estaba fijo en España. Y la hora de la verdad le llegó cuando un equipo recién descendido a Segunda División le ofreció un contrato. Ambriz renunció a sus lujos para tomar por asalto al Huesca.
Javier Aguirre labró el camino para que los entrenadores mexicanos tuviesen una oportunidad en Europa. El Vasco se hizo de un nombre en el Osasuna (2002-06). A su cuerpo técnico sumó a un recién retirado Nacho Ambriz, quien le acompañó también cuando dirigió al Atlético de Madrid (2006-09). Ambriz quería estar al mando, ser el míster, pero aún no estaba listo. “No necesito callar la boca a nadie. Era un reto que quería cumplir después de 12 años de estar en México. No importó dejar todo. Pareciera que mucha gente critica que haya venido a una Segunda División, pero yo no. Estoy feliz. La vida es de riesgos y mi vida siempre ha sido de riesgos”, ha dicho Ambriz este miércoles en un encuentro con periodistas.
Como futbolista, Ambriz fue ídolo en el Necaxa donde ganó dos Ligas y fue capitán de la selección de México en los noventa. Su cabello de púas y su tenacidad para proteger el balón le hicieron todo un ídolo. Creció en los barrios de Culhuacán, agarró fuelle para aguantar la dureza del fútbol profesional, pero en el pico de su carrera afrontó el alcoholismo. Tardó en reconocerlo y en superarlo. “Normalmente cuando vienes de un barrio te cuesta porque hay mucho alcoholismo y drogadicción. Es algo curioso: porque todo eso no me pasó en el barrio, sino siendo jugador”, contó a Univisión en 2018. Se refugió en el fútbol para dejar el alcohol.
Tras acompañar a Aguirre en España probó suerte en equipos de media tabla como el Puebla y San Luis. En 2012 tuvo la oportunidad de dirigir a las Chivas de Guadalajara, uno de los más populares del país, pero solo pudo estar en el cargo seis meses. Tres años más tarde, y con más rodaje, se hizo cargo del América. Llegar al club más mediático le significó un alud de críticas. El estilo de juego parco, pero efectivo no entusiasmaba a los hinchas. Le pedía a sus hijos que no revisaran sus redes sociales. Pese a eso ganó la Liga de Campeones de la Concacaf y también el boleto para disputar el Mundial de Clubes 2016. El equipo azulcrema le despidió antes de poderse enfrentar al Real Madrid. Ambriz se acomodó en el Necaxa donde ganó el torneo de Copa. Durante tres años dirigió al León (2018-21) donde pulió tanto al club que se convirtió en uno de los más regulares. Era el fútbol en estado puro con la posesión del balón y una eficacia para el gol. En 2019 perdieron la Liga, pero a finales de 2020 tomaron revancha y la ganaron. Era el primer título para Ambriz.
El palmarés de Ambriz era suficiente para encontrar trabajo en el entorno mexicano, suficiente para un lugar seguro. El estratega no renovó con León porque había recibido una propuesta para levantar a un Huesca que perdió su lugar en Primera División. “Me es difícil pensar que sacrifico cuando me dedico a lo que me gusta y me pagan”, dijo Ambriz. “La experiencia que adquirí como segundo de Javier fue bastante. Me ayudó a crear una metodología de entrenamiento. No me tiemblan las piernas”, agregó.
La llegada de Ambriz al Huesca estuvo impulsada por la recomendación de Míchel, exjugador del Real Madrid y quien dirigiera en México a los Pumas; el entrenador argentino Pablo Guede y Ángel Martín González, director deportivo del Osasuna cuando Aguirre era el entrenador. “[En España] no ven nuestro fútbol, saben poco de nosotros”, lamentó. La aventura de Ambriz quiere tener un largo capítulo en España. De Iztapalapa al Alcoraz.
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