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Cristina Rivera Garza: “Todos mis libros anteriores me han preparado para escribir este sobre el feminicidio de mi hermana”

La escritora mexicana publica ‘El invencible verano de Liliana’, que narra el acoso real que sufrió la estudiante y su asesinato hace 30 años a manos de un exnovio que se dio a la fuga y nunca ha sido detenido

Cristina Rivera Garza, en marzo de 2017 en Madrid.
Cristina Rivera Garza, en marzo de 2017 en Madrid.Álvaro garcía
Carmen Morán Breña

Cristina Rivera Garza ha necesitado treinta años para armarse de valor y rebuscar entre los papeles de la hermana asesinada. Comprender entonces que aquella a quien conoció es también otras personas: inesperadas, distintas. Abrir las cajas y sacar los secretos. Y encontrar entre las cartas enviadas y por enviar, entre las recibidas, el desasosiego de una estudiante de 20 años acosada por un exnovio que no la quiere dejar marchar, que no quiere que prosiga sus estudios, que vuele a otro país, que vuele libre. Una madrugada, su cadáver quedó bajo las sábanas con las señales moradas del depredador en el cuello. A sus 56 años, la escritora mexicana ha podido montar el puzle de una vida corta, la de su hermana Liliana, a través de testimonios de amigos y familiares que compartieron con ella los últimos tiempos de una universitaria libre, de pelo largo y lacio, que estaba empezando a salir del túnel del patriarcado. El invencible verano de Liliana (Random House), que se publica en México la próxima semana y un mes después en España y América Latina, ha sido el libro más doloroso de la autora. Ha costado 30 años y muchos intentos fallidos por salir del silencio.

Pregunta. ¿Cuántos hermanos tiene?

Respuesta. Liliana es la única que tengo. Es una pregunta que ha sido muy difícil de responder para mí a lo largo de los años, porque implica entrar en una historia muy compleja. Es una pregunta que te hacen con mucha facilidad, muy natural, pero en un país, en un mundo donde hemos perdido a tantas por violencia, se vuelve siempre complicada de resolver. Desata toda una memoria.

P. Cuando tuvo el valor de abrir aquellas cajas, forma y fondo comenzaron a abrazarse.

R. Lo que antes había intentado estaba sobre todo dentro del campo de la ficción, y yo en los últimos años he tenido mis peleas con la ficción, con sus límites. Yo sabía de esas cajas con los documentos de mi hermana estaban ahí, pero era una zona peligrosa en la que suponía que si entraba no iba a poder salir, ese fue el gran miedo de este proceso. Pero cuando finalmente me atreví a leerlos y vi su riqueza me di a la tarea de leer y clasificar y con las largas entrevistas con sus amigos me di cuenta de que esta tenía que ser la estructura de libro. Quería que la voz de Liliana estuviera ahí y que, además del relato del feminicidio, fuera una celebración de su vida. Esa energía sin igual de Liliana. Hubo muchas cosas de las que me enteré que yo no sabía, cuando sus amigos la definían como cábula [bromista], irónica, con mucho sentido del humor.

P. Incluso el aborto por el que pasó.

R. También. Pero nunca me interesó crear un estereotipo. Ella era un chica joven investigando el mundo, como muchísimas. No quería traer una santa aquí, sino una joven de carne y hueso respondiendo ante su medio con las herramientas que le daba el medio. Lamentablemente, esas herramientas en los años ochenta no incluían una preparación para enfrentarte a depredadores. Ella se encargó de crear un archivo de sí misma, yo hago una escucha amorosa y creo un contexto donde se escucha su voz.

Cristina Rivera y su hermana Liliana.
Cristina Rivera y su hermana Liliana.

P. ¿Cómo han recibido sus padres a esta Liliana que se dibuja a sí misma a través de sus cartas, sus escritos en cada papel, sus poemas? Quizá tampoco la conocían del todo.

R. Se dice, con razón, que muchas veces a las personas que tenemos más cerca es a quienes menos conocemos, eso lo sabe cualquiera que haya estado en terapia. Fui muy cuidadosa en todo el proceso con mis padres, que fueron leyendo el manuscrito poco a poco. Les aseguré que no publicaría nada con lo que ellos no estuvieran de acuerdo, lo mismo que hice con los amigos que han colaborado generosamente. Y lo he respetado. Por fortuna, nunca me dijeron que no publicara algo de lo escrito. Mis padres vieron varias versiones y les di tiempo para que fueran digiriendo el texto. Hubo muchas cosas que no sabían y es parte de lo que hace el libro importante para nosotros. Nos permite volver a conocer a Liliana y recibirla con todo lo que ha sido. Ambos están muy comprometidos con la necesidad de justicia. Hemos querido mucho a Liliana, desde siempre, pero a esta otra que nos entregan sus amigos y la vida la queremos todavía más, con toda su complejidad y claroscuros.

Ángel González Ramos, el presunto asesino.
Ángel González Ramos, el presunto asesino.

P. La literatura está desempeñando un papel importante para concienciar sobre el machismo que mata, para que dispongamos del lenguaje adecuado que nos permita identificar las situaciones de riesgo. ¿Este libro viene a sumarse a esa literatura comprometida?

R. Por muchos años hemos vivido bajo la impresión de que la literatura era un campo autónomo, como si tuviera su propia torre de marfil desde la cual veía el mundo y creo que desde finales del siglo XX hay argumentaciones cada vez más interesantes sobre el fin de esa autonomía. Creo que toda literatura es comprometida, tanto aquella a la que le interesa confirmar cómo funcionan las cosas como la que abona otro mundo posible, otra manera de vivir y de pensar.

Toda literatura es comprometida, tanto aquella a la que le interesa confirmar cómo funcionan las cosas como la que abona otro mundo posible

P. Le costó escribirlo, llegar a un manuscrito con el que se sintiera satisfecha.

R. Me he estado preparando todos estos años y todos los libros anteriores para poder finalmente escribir este sobre el feminicidio de mi hermana. Todo esto sobre lo que he pensado y escrito creo que, finalmente, hicieron posible este libro.

P. El libro es como uno de esos carteles de “Se busca”, tiene hasta la foto del supuesto asesino, huido. ¿Espera que sirva para eso, tiene esperanzas de encontrarlo?

R. Me gustaría. Eso estaba muy presente mientras escribía. El presunto asesino, contra el que se levantó una orden de aprehensión en 1990, nunca fue capturado ni pasó por un juicio, como suele ser común en estos casos. Yo puse esa foto porque es la que salió en el periódico entonces. Yo creo que nadie en este mundo puede escapar a la justicia sin el apoyo de familia, vecinos, nadie desaparece de este mundo así como así. Mi esperanza es que alguien pueda reconocerlo. Ahora que estamos más conscientes que hace 30 años de los mecanismos que siguen los depredadores y el dolor de los feminicidios, ojalá alguien esté dispuesto a identificar a un individuo escapado de la ley. El libro es un esfuerzo por buscar justicia.

El presunto asesino, contra el que se levantó una orden de aprehensión en 1990, nunca fue capturado ni pasó por un juicio

P. Ha supuesto toda una tarea detectivesca hurgar en los archivos de su hermana y encontrar a personas que pertenecieron a aquel mundo de hace 30 años.

R. He trabajado libros en los últimos años para los cuales los materiales de otros son fundamentales. He seguido un sistema parecido respecto a la vida de mi hermana, no quería usurpar su voz, cuando además es tan clara, está tan bien articulada y nos permite entrar muy de cerca en su mundo. Encontrar esos archivos, tener la valentía de abrirlos fue la base fundamental. A partir de sus agendas nos dimos a la tarea, mi pareja y yo, sí, como un trabajo detectivesco, de encontrar a los amigos. Es difícil, después de 30 años, y pensamos que uno nos llevaría al otro, pero la gente también se deja de ver, especialmente cuando hay por medio un feminicidio como este. De manera generosa aceptaron estar ahí con sus nombres.

P. Este será el libro más doloroso que ha escrito, ¿cómo se escribe desde el dolor?

R. Yo he pensado acerca del dolor muchos años, porque ha sido parte de mi experiencia personal. El dolor es un acicate, nunca nos dolemos a solas. A mí me interesa la relación entre el dolor y el lenguaje. Se ha dicho que el dolor desarticula nuestra capacidad de lenguaje, pero me parece que nos articula, vuelve posible la enunciación de las condiciones de la tragedia. Este libro ha sido la posibilidad de enunciar con otros para, juntos, pensar críticamente cómo fue posible, cómo sigue siendo posible y qué podemos hacer para que la justicia, como decía Rosario Castellanos, venga a sentarse a nuestra casa.

P. El libro menciona la culpa con la que cargan familiares y amigos tras un suceso como este, el por qué no lo vi, por qué no estuve allí, cómo no me di cuenta ¿Ha conjurado esa culpa?

R. El patriarcado y estas relaciones desiguales de género que gobiernan nuestras vidas han sido cómplices del silencio. Nos han obligado a callar, han impedido la creación de un lenguaje claro y preciso que señale estas acciones como los crímenes que son. Antes, los feminicidios eran crímenes pasionales, eso nos impedía identificar las fuentes últimas de esta clase de violencia, que es el patriarcado, la desigualdad radical de género, crímenes de odio, saña. Agradezco a un rango muy amplio de movilizaciones feministas, sufrientes, activistas, que han generado el lenguaje que poco a poco nos permite articular estas historias con sus nombres, como se les debe llamar.

P. ¿Y se ha deshecho de la culpa?

R. Nunca se pierde. Ayuda que cuando se hable de esto no se culpe a la víctima. Porque la culpa que sienten los supervivientes está relacionada con la que avienta la sociedad: no la cuidaron, no pusieron atención, no estaban allí. En lugar de pensar por qué existen y cómo actúan los depredadores. Pero nunca se borra del todo. Una parte de mí sigue pensando: ese momento debí haberlo registrado, no me fijé en esto o aquello, pero entiendo también que más que fallos personales son fallos de la lengua, vemos lo que las palabras nos permiten ver. Y no vemos lo que no podemos identificar, por eso es tan importante crear un lenguaje preciso, claro y práctico que nos permita mirar al pasado y reconocer estas conductas. Y también al presente y preparar a las nuevas generaciones.

P. ¿Cree que hoy habría detectado lo que pasaba con su hermana y su exnovio?

R. Socialmente estamos más preparados, pero no es algo automático, hay mucho trabajo por hacer todavía. Hace apenas un par de años, con el MeToo en México, muchas se sorprendían contando historias que en su momento no habían identificado como violaciones o acoso. Hemos visto cómo el lenguaje ayuda a la revelación y la conciencia. Por eso, tomar las calles y alzar la voz es importante.

P. Muchas víctimas siguen sin denunciar porque les puede la vergüenza, que llega a partir de una criminalización social.

R. Por eso me decidí a escribir este libro entre otras cosas, porque para mí fue fundamental aquella performance [de las mujeres chilenas] de Un violador en tu camino. El latigazo que sentí cuando vi esas palabras, que intelectualmente las he sabido por muchos años, pero oírlas en la plaza pública, con ese grupo de mujeres jóvenes alzando la voz, fue catalizador.

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza.
La escritora mexicana Cristina Rivera Garza.Grisel Reyes Pajarito

P. ¿Cómo ve el México actual en sus movimientos feministas y la respuesta del Gobierno?

R. La pobrísima respuesta no es solo propia de este Gobierno. Es una respuesta del patriarcado establecido en el poder, independientemente del partido político. El poder, tenga cuerpo de mujer o de hombre, es masculino y patriarcal. Es necesario seguir apoyando a los múltiples feminismos. El futuro, si existe, depende de la lucidez crítica de estos feminismos y de la generosidad de acción; de poner el cuerpo en esas calles donde se deciden tantas vidas.

El poder, tenga cuerpo de mujer o de hombre, es masculino y patriarcal. Es necesario seguir apoyando a los múltiples feminismos

P. El feminismo mexicano tiene explosiones de cierta violencia que son criticadas por el Gobierno. ¿Qué opina?

R. México tiene una larga historia de feminismo. El feminismo mexicano no es resultado de los últimos años, han existido revistas importantes que nos educaron y educaron a las que venían después. Ahora no vemos violencia, sino rabia. Violencia es la que ejerce el Estado, los que tienen el control del Ejército, de los medios para ejercer violencia. Lo de las feministas es rabia justificada por el estado de impunidad en el que se encuentra no solo México.

P. Su hermana fue educada en libertad. ¿No es un riesgo educar en libertad en un lugar donde no se puede ejercer?

R. Insisto en que no es propio de México. Veo noticias de feminicidios y de mujeres de espíritu libre acalladas de múltiples formas. En todos lados. Vivimos y estamos gobernados por un patriarcado globalizado muy en contubernio con economías de extracción que aseguran la explotación del trabajo doméstico, invisibilizan el trabajo de las mujeres y son parte de una maquinaria más amplia de explotación. El enemigo no es pequeño. Pero sí, mi hermana y yo fuimos educadas en gran libertad para la época, y esta era una convicción bastante clara por parte de mis padres, la única diferencia entre mi hermana y yo fue que yo nunca me topé con un depredador. Su conducta es la de otras muchas mujeres que también fueron educadas en esta libertad, cuyos padres también querían que gozaran de los derechos de ciudadanía.

No hay una relación directa entre lo real y la escritura, porque siempre hay un proceso de mediación en el que son necesarias la interpretación y la imaginación

P. Al escribir un libro sobre una persona que es su hermana, parte de su vida, la realidad misma, ¿se da uno cuenta de que la vida es ficción?

R. Eso es interesantísimo, porque pone en cuestión esa relación entre ficción y no ficción. Tengo muchos años escribiendo libros con documentos, con entrevistas, con viajes, con materiales muy concretos, pero trabajo muy de cerca con la imaginación, mi contacto con esos materiales no es automático ni transparente, es una interpretación y eso, finalmente, es trabajar muy de cerca con la ficción. Hay transiciones en este libro que he tenido que imaginar, basadas en lo que me decían, pero me he tenido que servir de la ficción para que avanzara la trama. Lo que a mí me exige esta relación con los documentos, lo que llamamos realidad, a la que no tengo acceso directo sino a través de estas voces, tiene que ver con conseguirlos, con honrarlos e ir fraguando una forma que haga posible que den lo mejor de sí. No hay una relación directa entre lo real y la escritura, porque siempre hay un proceso de mediación en el que son necesarias la interpretación y la imaginación.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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