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DE MAR A MAR
Columna
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Hacia un ciclo de ajustes económicos

El reflujo financiero que se verificó a partir del 25 de abril, castigando a todas las monedas de la región, podría indicar un cambio de clima

Carlos Pagni

América Latina está bajo amenaza. El motivo es que la economía internacional asiste a un acelerado cambio de clima que afecta, sobre todo, a los mercados emergentes. El reflujo financiero que se verificó a partir del 25 de abril, castigando a todas las monedas de la región, podría indicar el fin de un ciclo. Afloran, entonces, fragilidades que estaban disimuladas. Para ponerlo en términos de Warren Buffet: cuando baja la marea se advierte quiénes eran los que nadaban desnudos.

El principal factor de esta mutación fue el fortalecimiento del dólar por la expectativa de una suba en la tasa de interés que fija la Reserva Federal. Ahora se agregó otro motivo: el debilitamiento del euro. La instalación de un gobierno antieuropeo en Roma se ha convertido en otra fuente de incertidumbre. La prima de riesgo país se disparó para Italia. Y las cotizaciones bursátiles, sobre todo las bancarias, se derrumbaron. Los especialistas están asombrados. Esta vez es Europa, y no los Estados Unidos, los que lideran el deterioro de las condiciones económicas.

En contraste con la europea, la economía norteamericana crece y promete una aceleración de la inflación. Los mercados presumen, por lo tanto, que la Reserva Federal ajustará su política monetaria. Esa hipótesis produjo una fuga desde los activos financieros de mercados emergentes hacia bonos del Tesoro norteamericano. Ya había quedado atrás el boom de las materias primas. Ahora finaliza la era del financiamiento regalado. Se inicia un período de ajustes.

Las alarmas se encienden allí donde aparecen vulnerabilidades domésticas. Es, por ejemplo, el caso de Brasil. El expresidente del Banco Central Arminio Fraga, en una entrevista con Miriam Leitão, acaba de indicar cuál es el principal problema que enfrentará el gobierno que asuma el poder en enero del año que viene: las dificultades de financiamiento obligarán más a reducir un déficit fiscal que alcanza 5 puntos del Producto Bruto Interno. El desequilibrio está agravado, según Fraga, porque el endeudamiento de largo plazo se encarece demasiado. La tasa es del 5% por encima de la inflación. Este panorama se vuelve más complejo por las novedades que aporta la política. En las encuestas aparece el híper reaccionario Jair Bolsonaro en cualquier escenario de segunda vuelta. Los rivales son Marina Silva o Ciro Gomes. Los tres ofrecen incógnitas gigantescas sobre el destino de la economía.

Entre los analistas financieros se afianza la idea de que la turbulencia no cesó. La semana pasada la profesora Carmen Reinhart, de la Universidad de Harvard, sostuvo que la suba de la tasa de interés norteamericana es sólo una de las razones que reconfiguran la escena. El deterioro del comercio y el estancamiento del crecimiento también preocupan.

En este escenario más sombrío, Turquía y la Argentina presentan un riesgo peculiar. Comparten dos debilidades. Son los que presentan un déficit de cuenta corriente superior a 5 puntos del Producto Bruto Interno. Por lo tanto, tienen una necesidad excepcional de financiamiento externo. También son los que tienen una proporción más alta de deuda en moneda extranjera. En la Argentina representa el 64% del pasivo total. En Turquía, el 54%. Estas singularidades convierten a ambos países en más vulnerables si se repite un movimiento de los inversores hacia los bonos estadounidenses.

Frente a la hostilidad del ambiente, Mauricio Macri produjo un cambio significativo en su política económica. Para despejar las dudas sobre la cobertura financiera de su programa, y detener la corrida cambiaria, anunció la negociación de un préstamo stand by con el Fondo Monetario Internacional. Y declaró que el principal objetivo de su gestión será, en adelante, una reducción más drástica del déficit fiscal. Menos claro quedó qué solución encontrará la Argentina para su déficit externo, sobre todo porque, a pesar de la depreciación del peso, el tipo de cambio sigue sobrevaluado. Un interrogante que deberá resolver el Banco Central, muy cuestionado a partir de la crisis.

La tormenta impuso también un nuevo sistema de poder. Macri corrigió una de las deficiencias que más se le reprochaban a su método: la dispersión de las decisiones económicas. Resolvió que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sea el coordinador de toda el área. Dujovne es el negociador con el FMI.

La cuestión principal para los próximos días es conocer cuál es el compromiso del Fondo con la Argentina. La expectativa del gobierno de Macri es obtener un auxilio superior a los 30.000 millones de dólares. Los funcionarios confían en que, con el ascenso de Andrés Manuel López Obrador en México, la persistencia de Nicolás Maduro en Venezuela, la renuncia del peruano Pedro Pablo Kuczynski y el inquietante enigma brasileño, el sistema internacional no querrá poner en riesgo a Macri.

Para el FMI la operación es delicada. Si se verifica que los mercados emergentes entraron en una etapa de dificultades, el caso argentino puede ser el primero de una serie. Este nuevo protagonismo del Fondo también es significativo para su directora, Christine Lagarde. No sólo porque ella aspira a ofrecer una imagen menos severa del organismo. También porque, en un momento en que Europa vuelve a estar envuelta por la incertidumbre, Lagarde comienza a ser mencionada como posible candidata a la presidencia del Banco Central Europeo, en reemplazo de Mario Draghi, el año próximo.

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