Cuba y México: Tiempos cruciales
Ambos países viven momentos políticos decisivos, en los que se impone actuar con seriedad y con responsabilidad
Los tiempos cruciales que viven Cuba y México precisan que el tránsito de ambos países deberá ser hacia la innovación, la apertura, la inclusión, la pluralidad y la modernidad, que son exigencias fundamentales de los tiempos actuales, para alcanzar mayor competitividad, participación y más eficiencia.
Se han abierto nuevos tiempos con la despedida del comandante Raúl Castro Ruz como presidente de Cuba, y, más aún, con la asunción de su sucesor Miguel Díaz-Canel, hombre de 57 años de edad, elegido por el 99% de los integrantes de la Asamblea Nacional del Poder Popular de aquella República, que habrá de experimentar el arribo de una nueva generación de dirigentes, formados por la Revolución cubana pero con visión universal en distintas disciplinas, para impulsar una nueva era cuyo propósito sea mejorar las condiciones del bien ser y del bien estar de su pueblo.
En México se vive una situación parecida, aunque con características muy diferentes y específicas para definir el rumbo de la nación —si es hacia atrás o si es hacia adelante— de cara a los comicios del próximo 1 de julio, proceso democrático mediante el cual se elegirá al nuevo presidente de la República, a quienes integrarán el poder legislativo federal, formado por diputados y senadores, a infinidad de legisladores locales, gobernadores y alcaldes, entre otras posiciones.
México está en un parteaguas, pues se debate entre la continuidad de los avances innovadores que, merced al Pacto por México impulsado por el presidente Enrique Peña Nieto con el concurso de las principales fuerzas políticas, y con el apoyo del poder legislativo transformó las viejas estructuras, mediante reformas de gran calado, que derivaron en una formidable apertura en inversiones privadas en sectores estratégicos como la energía eléctrica, los hidrocarburos y las telecomunicaciones; además de exentar las nuevas bases para el mejoramiento de la calidad de la educación, y en los renglones laboral, financiero y hacendario; acontecimientos que han consolidado a México como una de las principales economías y democracias de América y del mundo, en camino de convertirse en una potencia emergente en el escenario mundial.
La disyuntiva mexicana es el avance sustentado en políticas públicas realistas basadas en la viabilidad y la pertinencia para seguir avanzando, con proyectos de futuro que den certidumbre y confianza; o el retroceso que se basa en el populismo ya experimentado, fallidamente, en México y en varios países hermanos, con funestos frutos, porque la resultante ha sido el hambre, la escasez, la inflación, el estancamiento, el desempleo, la parálisis, las penurias, la inseguridad y la desesperación.
Sería muy grave que el electorado mexicano se guíe por el hartazgo visceral y no por el razonamiento equilibrado, corriendo el riesgo de votar por el retroceso y no por el progreso sustentable. A partir de estas consideraciones es que se antoja pensar en que Cuba y México se encuentran en una etapa crucial que definirá su devenir, próspero o ruinoso si se acierta o si se falla.
Ambas naciones se encuentran en el umbral de la innovación y de la creatividad, disciplinas que los podrían conducir al progreso compartido en todos los órdenes, a partir de los avances ya obtenidos, y pensando en lo que falta por hacer para dar un salto definitivo hacia niveles superiores, conservando y mejorando lo bueno que se ha obtenido merced al esfuerzo y al trabajo de la sociedad y del Estado.
Es imperativo examinar el pasado con rigor, y aprovechar lo positivo y reencauzarlo; evaluar las políticas del presente con la determinación firme de desechar lo que falló y lo que ya no sirve, dándole continuidad solo a lo que ha probado ser útil.
Es la hora de que el pueblo y el Gobierno cubanos, sin dejar de ser esforzados y valientes, se decidan a dar el verdadero salto hacia una nueva era, incluyente y democrática, que fomente la participación y la superación en todos los campos del quehacer humano.
Se requiere partir de lo mejor del pasado, y arribar a estadios superiores de desarrollo integral, bajo la égida de la justicia plena, el respeto a los derechos humanos, a la dignidad de las personas y a la pluralidad de pensamientos, expresiones y acciones, en el marco del Estado de derecho.
En México es indispensable pensar, meditar y reflexionar, para otear en el pasado histórico que nos generó transformaciones e instituciones importantes y, al revisar los resultados de las acciones y las omisiones, y al analizar la realidad presente, buscar cambiarla, para que las cosas mejoren en favor de toda la sociedad.
En Cuba ya se dio el primer paso al elegir a un hombre maduro y joven al mismo tiempo, con buena fama en cuanto a preparación, seriedad, lealtad, honestidad, responsabilidad y visión. En México, país de 120 millones de habitantes, en el que no obstante los avances tangibles, las desigualdades social y económica permanecen en una parte importante de la población y, derivado de ello, se vive una especie de tensión social y política previo a la decisión electoral del 1 de julio próximo, porque está en disputa el destino de una gran nación que podría avanzar más, o perder su gran oportunidad histórica e instalarse en el retroceso.
A dos meses de la celebración de los escrutinios que definirán el futuro de las y los mexicanos, existen riesgos pues la delantera en las encuestas y en los sondeos de opinión la lleva el campeón del populismo mexicano, que es Andrés Manuel López Obrador, destacado líder social y agitador de masas, quien posee talento y un carácter perseverante y de manifiesta terquedad y obsesión por el poder tradicional, muy alejado de la innovación y de la construcción institucional progresiva.
Las otras opciones que se disputan el segundo lugar en las preferencias electorales son José Antonio Meade, con una fama bien ganada de hombre estable emocionalmente, preparado, honrado y capaz, quien ha ocupado cinco secretarías en gobiernos de diferente signo: secretario de Hacienda dos veces, y también de Energía, Desarrollo Social y Relaciones Exteriores, dependencias donde ha dado excelentes resultados en bien de México.
El otro contendiente es Ricardo Anaya, un joven inteligente e impetuoso, preparado y con gran futuro, pero que hoy carece de la experiencia y de la madurez indispensables como para gobernar con tino y con éxito a un país de la magnitud del México de nuestros días.
Lo más indicado para las y los cubanos es respaldar a Miguel Díaz-Canel para que tenga el mejor desempeño posible. Lo aconsejable para las y los mexicanos es escudriñar y meditar mucho en la formación, conductas, capacidades, trayectorias, desempeños y comportamientos de los cinco contendientes que buscan la presidencia de la República, entendiendo que se confrontan dos proyectos de nación y que es obligado tomar una decisión que tendrá consecuencias históricas: la continuidad del proceso modernizador a fondo o el regreso al pasado de aislamiento y mando unipersonal, alejado del espíritu democrático y de la búsqueda de consensos sociales, esto a partir de las definiciones reiteradas mediante las que López Obrador ha denostado y despreciado a las organizaciones de la sociedad civil.
Margarita Zavala y Jaime Rodríguez son candidatos independientes, que hacen su mejor esfuerzo, pero que, en mi opinión, carecen de posibilidades de triunfo en los próximos comicios. Así están las cosas en México y en Cuba. Se impone actuar con seriedad y con responsabilidad, por el bien de ambas naciones.
*Exembajador de México en Cuba y Consejero político de José Antonio Meade
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