El corazón del nuevo Chile de Piñera
Costanera Center, el mayor centro comercial de Latinoamérica, se llena de clase media en un país que se prepara para un giro a la derecha
El mundo miró a Chile por la revolución de sus estudiantes, pero al mismo tiempo se producía un movimiento más silencioso, menos épico, en la cola de los probadores del H&M del Costanera Center, el mayor centro comercial de América Latina. Esta tienda es la que más vende de esta cadena en todo el mundo por metro cuadrado, por encima incluso de las de Nueva York. Algo inédito para un país pequeño como Chile. A media tarde, en horario de oficina de un día laborable, 25 mujeres esperan pacientemente para poder probarse sus compras. El fin de semana es directamente impracticable.
Hay muchos argentinos que viajan hasta Santiago de compras porque es mucho más barato —ni siquiera hay H&M en su país— y se identifican porque van con maletas para comprar de forma masiva, pero sobre todo está allí la clase media chilena, mujeres y hombres que viajan desde sus barrios más humildes en metro casi hasta la puerta del descomunal mall de seis pisos con 330 locales donde todo es apariencia de lujo.
Se pensó para la clase alta, está en uno de los mejores barrios de Santiago, el llamado Sanhattan (por Santiago y Manhattan), pero resultó ser el paraíso de una clase media que ve en el consumo su salto social y que se está despegando del centroizquierda, según coinciden todos los analistas. El 48% de los clientes son de la clase C2, media. La baja casi no va. “Venimos siempre, puedo estar todo el día, aunque no compremos nada, esto es mucho mejor que donde yo vivo”, cuenta Rocío, una joven de Maipú, al sureste de la ciudad, que recorre el centro comercial con dos amigas. “Yo ya estoy podrido de comprar, vámonos”, se queja el marido de una argentina con la maleta llena de ropa.
Más de tres millones de personas visitan al mes este shopping, que tiene 7.500 empleados que logran vender 1.066 dólares por metro cuadrado, casi un récord. Todo al estilo de EE UU. A cada rato, los 15 camareros del Johnny Rockets, vestidos de blanco con gorrita como los locales estadounidenses de los 50, bailan una coreografía preparada y sonríen para atraer clientes. Por todas partes asaltan las publicidades de los jugadores de la selección chilena que promocionan de todo.
Chile está a punto de dar el domingo un giro a la derecha, con la probable victoria de Sebastián Piñera, un multimillonario que promete paralizar las reformas progresistas de Michelle Bachelet —educación universitaria gratuita, subida de impuestos— para concentrarse en hacer crecer la economía. Costanera Center es el hito de ese nuevo Chile. El shopping está debajo de la torre más alta de Latinoamérica, de 300 metros, con un mirador espectacular en la cima desde el que se ve toda la ciudad y los Andes. Es también el lugar elegido por los suicidas en Santiago. Han tenido que cerrar algunas zonas para frenarlos, todo un símbolo. Todo el complejo de cuatro torres y 700.000 metros cuadrados, construido por el grupo Cencosud, del empresario de origen alemán Horts Paulmann, costó más de 1.000 millones de dólares.
La tierra prometida
“El Costanera center es para muchos la tierra prometida, vas y compras a crédito un televisor enorme y te lo llevas a tu casa y pagas Netflix y te sientes rico. Y el centroizquierda les está diciendo que el consumo no vale. Ellos están de vuelta, pero mucha gente está llegando al consumo, no quiere renunciar”, explica el politólogo Patricio Navia.
Roberto Ampuero, un escritor que fue ministro de Cultura de Piñera, defiende el modelo: “Chile fue uno de los países más pobres de América Latina. Tenía de vecino a la riquísima Argentina. Y ahora, en 30 años, somos el más alto en PIB per cápita, y tenemos la torre más alta, el centro comercial más grande. Allí es donde la izquierda falla. Porque todo esto genera a la clase media un orgullo que la izquierda despreció”.
Marta Lagos, directora del Latinobarómetro, una prestigiosa encuesta regional, recuerda la historia de las niñas araña, tres adolescentes que trepaban por los edificios y entraban en un departamento de ricos, se pasaban la tarde, vestían su ropa y se iban sin robar nada. “También hay gente que va al Costanera Center solo a mirar, a imaginarse una vida que no tiene”. Pero ella cree que la victoria de Piñera viene por otro lado. “Va a ganar por motivos políticos, por la fragmentación del centroizquierda y la abstención. Él no logra más votos, pero es la primera de las minorías, y con eso le basta para ser presidente”.
Tenga o no influencia electoral, el hito del moderno Santiago —que con sus 300 metros se ve desde cualquier punto de la ciudad— está allí cada día para atraer a los apasionados del consumo a plazos que arrasa en casi toda Latinoamérica, pero en especial en Chile, paraíso del libre comercio.
Un país endeudado
La explosión del consumo en Chile, como en otros países, solo se explica con el fuerte endeudamiento de las familias. Los sueldos son bajos, la desigualdad sigue siendo muy alta, una de las mayores del mundo, aunque ha bajado en los últimos años, y todo se hace a plazos. Marco Kremerman, economista e investigador de la Fundación Sol, especializada en asuntos de trabajo, señala que “en Chile trabajan unas 8.300.000 personas, pero las endeudadas mayores de 18 años son 11.300.000. De ellas, 4.800.000 están morosas”.
La mitad de los trabajadores gana menos de 350.000 pesos líquidos, unos 555 dólares, explica. Este experto asegura que la gente está contrayendo deudas para necesidades básicas, como la comida. “La gente vive endeudada, por encima de sus posibilidades, tiene un auto que no puede pagar. Y se va al Costanera Center porque parece un upgrading social”, explica Marta Lagos, directora del Latinobarómetro.
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