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“Estas elecciones han estado marcadas por la mediocridad”

A tres días de los comicios en Chile, el el académico Agustín Squella señala que "a los políticos les ha faltado sobriedad. Ha cundido una cierta histeria en los análisis”

Rocío Montes
Agustín Squella, durante la entrevista en Valparaíso.
Agustín Squella, durante la entrevista en Valparaíso.SEBASTIÁN UTRERAS

Escritor, abogado, académico de Filosofía del Derecho, columnista, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2009, Agustín Squella (Santiago de Chile, 1944) señala que “ni por asomo tiene una visión negativa, pesimista y menos catastrofista de Chile”. “Tampoco una visión optimista, sino tranquila”, aclara el autor de títulos como ¿Es usted liberal? Yo sí, pero… A tres días de las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo en Chile, Squella analiza el momento con una mirada de largo plazo. “Una virtud que hemos perdido en estos cuatro años y que se podría rescatar es la sobriedad”, señala. “A los políticos chilenos les ha faltado sobriedad, en el Gobierno y en la oposición. Ha cundido una cierta histeria en los análisis”.

Pregunta. ¿Cómo ha sido esta campaña?

Respuesta. Mi convicción es que estas elecciones han estado dominadas antes por la mediocridad que por la agresividad. En el discurso de los ocho postulantes a La Moneda veo más vacuidad que contenido. Probablemente exacerbado por la manera en que hoy en día se transmiten los mensajes en las redes sociales que, siendo indispensables para vivir en el mundo moderno, favorecen los mensajes cortos, insustanciales y una tendencia a la más completa irreflexibilidad.

P. ¿Son mediocres estos candidatos?

R. Como en el fútbol, me gusta observar la pelota, no el jugador. Las ideas, no las personas. Pero hay unos que me parecen más mediocres que otros.

P. ¿Cómo cree que encuentran estas elecciones a Chile?

R. Pillan a Chile en un momento muy interesante. No tengo una apreciación fina sobre lo que pasa en el país, pero sí de lo que puede pasar en términos políticos, sociales y culturales después del término de un Gobierno que —independientemente de los errores que cometió— asumió una vocación que para mí gusto no había tenido ningún Gobierno desde 1990 a la fecha: quiso ser un Gobierno transformador.

Voto por la izquierda y ahora estoy en una dificultad

P. ¿A qué se refiere?

R. Hay gobiernos revolucionarios —que echan abajo la casa con una retroexcavadora—, transformadores —que no echan abajo la casa, pero que procuran hacer cambios estructurales—, reformistas —que cambian de ubicación algunos muebles—, y hay gobiernos de gestión, que solo pasan un pañito para sacar el polvo. Si se clasifica un poco toscamente a los gobiernos en relación con la vocación de cambio, este segundo Gobierno de Michelle Bachelet intentó ser transformador. Y tengo la esperanza —y no por para defender a la actual Administración, sino porque lo creo— de que la mayoría de las transformaciones que hizo van a ser más beneficiosas para el país que perniciosas. Representaron una corrida de cerco, se grabaron picas en Flandes.

P. Como un juicio negativo, algunos analistas dicen que este Gobierno fue una ruptura.

R. Pero no fue una ruptura. ¿Con qué rompió este Gobierno? ¿Rompió con la democracia? Ni por asomo. ¿Rompió con la economía de mercado? Tampoco. Habituados a gobiernos más reformistas que transformadores, interpretamos el paso parcial de la reforma a la transformación como una ruptura, porque Chile es un país de gente asustada.

P. ¿Qué ocurriría entonces con un Gobierno de derecha?

R. Un Gobierno eventual y probable de la derecha, nuevamente encarnado en [Sebastián] Piñera, la va a tener difícil. No tanto porque va a tener complicaciones mayores con el entendimiento con un Parlamento que va a estar mucho más fragmentado políticamente, sino porque va a tener que convivir —quiéralo o no— con determinadas reformas. No veo al Gobierno de Piñera intentando cambiar el sistema electoral binominal, presentando un proyecto de ley que vuelva a penalizar el aborto en tres causales o renunciando a la gratuidad en educación superior en el 60% más vulnerable de los estudiantes. Es decir, no va a haber vuelta atrás.

P. ¿Por quién vota?

R. Voto por la izquierda y ahora estoy en una dificultad, porque las encarnaciones que tiene la izquierda en la próxima elección presidencial no me gustan. Pero aun siendo un votante de izquierda, no soy de los que diría si gana la derecha con Sebastián Piñera: “¡Qué tremendo! ¡Va a haber una regresión económica, política y social!”. Sí, puede haber intentos, pero para eso habrá un Parlamento, medios independientes, etcétera.

P. ¿Por qué no le gustan las expresiones de la izquierda en estas elecciones?

R. La izquierda de Alejandro Guillier [del oficialismo] no me convence por poco izquierda. Tiene mucho de vacuidad y no le veo un compromiso firme con los que son los valores tradicionales del sector. Y la izquierda de Beatriz Sánchez [de la coalición del Frente Amplio] tampoco me representa porque de repente la noto simplificadora con respecto a lo que es gobernar democráticamente. El izquierdismo ramplón no me representa, aunque miro con interés lo que pasa en el Frente Amplio.

P. Entonces, ¿qué hará el domingo?

R. A veces he tenido que votar por partidos de centro. En ese sentido, en este periodo de reflexión me pregunto: ¿por qué no podría votar por Carolina Goic, si es una persona que se ha jugado lealmente por opciones progresistas dentro de su partido, la Democracia Cristiana? Pero sí, estoy en un problema.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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