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Los narcocaníbales de Tabasco

La Fiscalía local asegura que dos adolescentes fueron obligados a comer carne humana en un rito de iniciación del Cártel Jalisco Nueva Generación

La célula del Cartel de Jalisco detenida en Tabasco. En vídeo, las declaraciones del fiscal de Tabasco tras el crimen de Autos Aladino.Vídeo: EPV
Luis Pablo Beauregard

El terror del narcotráfico sigue extendiéndose por México. Y allí por donde avanza desparrama sus sombrías costumbres y ceremonias macabras. La Fiscalía de Tabasco, un Estado al sureste del país, ha alertado de la aparición de la antropofagia, o canibalismo, entre las prácticas de los criminales locales. Dos adolescentes que comenzaban su carrera criminal reconocieron que fueron obligados a comer la carne de una de sus víctimas como parte de un rito de iniciación del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que lucha por convertirse en la organización criminal hegemónica en México.

La Fiscalía ha sido muy celosa con la información relacionada a los menores, de 16 y 17 años. La unión de tres escenas del crimen llevó a las autoridades al macabro hallazgo. El inicio de esta historia violenta fue el 22 de mayo. La tarde de aquel día un grupo de delincuentes llegó a Autos Aladino, un mercado de automóviles en Villahermosa, la capital de Tabasco. Los criminales irrumpieron en el comercio disparando desde varias motocicletas. Las cámaras de seguridad del negocio revelaron después cómo los delincuentes decapitaron viva a una de las cinco víctimas del ataque. A dos más los mataron primero y después les cortaron la cabeza y otros dos fueron degollados. Para coronar la sádica escena, los criminales dejaron en el sitio una manta con un mensaje firmado por el CJNG.

Este caso estremeció a Tabasco, una región rica en petróleo que ha visto los delitos dispararse mientras los precios del crudo se desploman. La caída petrolera ha provocado una crisis de seguridad en la entidad. En enero de 2016, por ejemplo, se registraron 11 homicidios en la entidad. Un año después, la cifra fue de 28. En mayo de este año la cifra alcanzó los 37 asesinatos. Algunos especialistas creen que la ola de violencia ha sido desatada por una disputa de varios grupos de la delincuencia organizada por el control de la región.

Las cámaras de seguridad en Autos Aladino.
Las cámaras de seguridad en Autos Aladino.

La Fuerza de Reacción Inmediata Mixta siguió la pista del grupo de delincuentes tras el golpe a Autos Aladino. Una nueva pista llegó el 26 de mayo. Un cuerpo descuartizado fue hallado sobre una carretera estatal en El Cedro, en el municipio de Nacajuca −a 11 kilómetros de la capital del estado− a pocos metros de una escuela militarizada. Junto a los miembros encontrados había otro mensaje. “Esto me pasó por rata y pedir cuota… Todos los Zetas, CDG [Cartel del Golfo], extorsionadores y quienes ayuden así van a terminar. Ya empezó la limpia”. Así anunciaba el CJNG el inicio de una guerra de exterminio de sus rivales.

Las extremidades desperdigadas sobre el asfalto tenían poca sangre. Esto llevó a los peritos a determinar que los miembros habían sido congelados. La víctima, de entre 19 y 22 años de edad, había sido asesinada 12 horas antes.

Las autoridades no pudieron conectar los hechos hasta tres días después. Un convoy fue atacado el 29 de mayo con armas largas mientras patrullaba el rancho de Tierra Amarilla, en Nacajuca, cerca del sitio del hallazgo del cuerpo desmembrado. La policía había seguido las pistas dadas por una denuncia anónima hasta allí, donde fueron recibidos con ráfagas de alto calibre. El apoyo de la Armada fue determinante para detener a 12 personas, entre las que se encontraban los dos menores de edad. Ninguno de los arrestados es originario de Jalisco, la entidad en la que se gestó Nueva Generación, una escisión del Cartel de Sinaloa. Uno de los detenidos era originario de Guatemala. El resto, de Tabasco.

Las declaraciones ministeriales arrojaron que algunas partes del cuerpo de la víctima hallada en Nacajuca habían sido guardadas en un congelador de una de las casas de seguridad de la banda. Los menores cortaron algunos trozos para comerlos. Una fuente de la Fiscalía confirmó a EL PAÍS que los jóvenes criminales estaban drogados con “piedra (crack) y ácidos” cuando degustaron la carne humana. Las autoridades también dijeron que los menores no mostraron arrepentimiento alguno tras el hecho. 

La Fiscalía no quiso dar detalles sobre el acto de antropofagia. Un periodista local que había escuchado a algunos investigadores comentar la atrocidad preguntó directamente al fiscal Fernando Valenzuela. “Se tiene conocimiento que estaban en la ejecución de varios delitos. [Entre ellos] un proceso de iniciación en la que cometían actos atroces”, dijo el funcionario en una rueda de prensa.  

A pesar de lo escandaloso, el caso no es nuevo en México. Grupos del narcotráfico como La Familia Michoacana y Los Zetas han recurrido al canibalismo como bautismo de fuego. Un expolicía ministerial de Tamaulipas cuenta a este periódico que hace algunos años un sicario originario de Guatemala reconoció haberse fumado a algunas de sus víctimas. El asesino a sueldo, parte del sanguinario ejército de Los Zetas, reconoció en una declaración ministerial cocinar en diésel el cuerpo de las personas que asesinaba. Las cenizas restantes eran mezcladas con marihuana en un cigarro que era fumado por el homicida. “Eso lo empezaron a hacer los kaibiles [soldados de élite del Ejército de Guatemala] que llegaron con Los Zetas. Se fumaban el espíritu del muerto y su fuerza”, cuenta el exagente, que pide mantenerse en el anonimato. Años después, la práctica derivó hasta comer carne humana. La antropofagia ya es costumbre en el largo catálogo de los horrores del narco mexicano.

La casa de seguridad de la célula del CJNG.
La casa de seguridad de la célula del CJNG.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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