El fracaso del apaciguamiento
El fiasco diplomático con Trump exigirá a México una nueva estrategia nacional en sus relaciones con EEUU
La cancelación del viaje del presidente Enrique Peña Nieto a Washington es el colofón de un nuevo fiasco de la actual diplomacia mexicana dirigida por Luis Videgaray, verdadero hombre fuerte del Gobierno en esta etapa final del sexenio. En 24 horas asistimos al vértigo de un mensaje a la nación del mandatario mexicano en el que postergaba tomar una decisión seguido por la declaración del canciller de que se mantenía el viaje hasta llegar al grosero desplante final de Trump: “Si no pagan, no vengan”.
Fueron las últimas escenas de un cúmulo de errores diplomáticos y políticos que comenzó a finales de agosto cuando el inquilino de Los Pinos, aconsejado por Videgaray, invitó a México al entonces candidato republicano, con la intención de apaciguar al energúmeno que hoy duerme en la Casa Blanca. La visita se saldó con la humillación nacional de los mexicanos y la posterior salida de Videgaray del Gobierno.
Quedó en evidencia el exceso de confianza, la impericia diplomática
La tragicomedia continuó cuando, ya electo Trump y sin que hubiera cambiado una coma de su dialéctica de matón, Peña Nieto volvió a confiar en Videgaray su estrategia para tratar con el nuevo poder en Estados Unidos y le entregó la cartera de Exteriores. Casi nada concreto se supo de esa estrategia, destacándose por el contrario el supuesto mérito del nuevo canciller de ser un buen amigo del yerno de Trump, su flamante asesor presidencial.
Así se llegó a programar ese encuentro previsto para el próximo martes, ahora suspendido, con la polémica construcción del muro y la renegociación del TLC en la agenda. Trump, una vez más, despreció las buenas maneras de la diplomacia internacional y firmó el miércoles la orden ejecutiva para empezar la construcción del muro y otras medidas contra los inmigrantes. La afrenta de la Casa Blanca descolocó al Gobierno mexicano, y así como la prensa de Estados Unidos se interrogaba sobre qué “armas” disponía México para contrarrestar la ofensiva, lo mismo se preguntaba la opinión pública mexicana, partidaria ya a esas alturas de la cancelación de la visita.
No hubo tiempo y no hubo armas. Ni Peña Nieto hizo nada por llegar a Washington respaldado por un mandato consensuado con el resto de las fuerzas políticas mexicanas ni Videgaray acertó a explicar su estrategia de apaciguamiento. Al contrario, quedó en evidencia el exceso de confianza, la impericia diplomática y sobre todo la sensación de no haber entendido la verdadera naturaleza de un personaje como Trump, que ha hecho bandera de su racismo contra los mexicanos y contra todo lo hispano.
Trump ha abierto la primera crisis internacional de su Administración con su tradicional aliado del sur, cuyas consecuencias son difíciles de divisar ahora, pero que va a exigir a México reforzar su unidad tras una estrategia nacional y recuperar su dignidad con un nuevo, y esta vez verdadero, mexican moment. Chamberlain fue a Múnich con el resultado que todos conocemos. Peña Nieto no ha podido viajar. Mejor.
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