El déficit latinoamericano en Investigación y Desarrollo
Para escapar de los ciclos de las materias primas, la región debe empezar a construir sus propias economías del conocimiento
América Latina enfrenta otro año de contracción económica de acuerdo a los últimos pronósticos de la OCDE y la Cepal. Los economistas coinciden en que la región está condenada a un desempeño mediocre en tanto continúe dependiendo de las materias primas.
El crecimiento económico sustentable radica en servicios y manufactura de valor agregado y la investigación y el desarrollo (I&D). Con una o dos excepciones, las economías de América Latina han fracasado en diversificarse de la agricultura, la minería y el petróleo. Estos sectores, volátiles históricamente, han generado pocos beneficios para la población en general.
Construir economías del conocimiento catapultaría a los países latinoamericanos a un desarrollo de largo plazo. Esta debería ser una prioridad para los tomadores de decisiones. Las industrias basadas en el conocimiento –biofarmacéutica, tecnología de la información, biotecnología, entretenimiento– apuntalan el crecimiento sostenible y el empleo en la mayoría de países de altos ingresos.
Veamos el ejemplo de Estados Unidos. En 1975, el 83% del valor de mercado de las 500 empresas más grandes consistía de productos y servicios “tangibles”, en áreas como la manufactura, la agricultura y las materias primas. Muy similar a la América Latina actual. Hoy, lo opuesto es realidad: para 2015, el 85% del valor de estas compañías provenía de “activos intangibles”. De tal forma, las empresas estadounidenses más exitosas derivan la mayor parte de su dinero de ideas, conceptos, marcas y productos y procesos innovadores.
Las economías asiáticas avanzadas –Japón, Corea del Sur, Singapur y Taiwán– han seguido un camino muy similar en décadas recientes, al transitar de la agricultura, a la manufactura, y a las industrias basadas en el conocimiento. Los países latinoamericanos han fracasado en desarrollar estas economías de la información. La región se encuentra rezagada en momentos en que las industrias innovadoras mejoran la productividad e impulsan el crecimiento económico en otras latitudes.
Los países latinoamericanos se encuentran en el fondo en el ranquin anual de desempeño en innovación biotecnológica de la revista Scientific American. De 54 naciones analizadas, Argentina está de última y Brasil en los últimos 10 lugares. Sólo México alcanza a estar en la primera mitad de la tabla.
En una era de globalización, la manera más expedita de desarrollar una economía de conocimiento es atrayendo empresas multinacionales para que conduzcan I&D y pruebas de laboratorio en colaboración con compañías locales. Esto permite importar el talento, la información y el capital para que pequeñas empresas domésticas se conecten con las redes mundiales de innovación.
China y la India están tomando esta ruta, con compañías locales entrando en alianzas transfronterizas con empresas mundiales de I&D. China actualmente recibe más inversión extranjera directa en I&D que Estados Unidos. Las empresas farmacéuticas representaron $1.600 millones entre el 2010 y 2015, según fDi Markets.
Mientras tanto, América Latina se encuentra casi aislada de las redes mundiales de I&D. Las cifras de la asociación comercial estadounidense BIO muestran que únicamente 0,06% de los acuerdos globales de licencias biofarmacéuticas desde 2009 involucraban a un país latinoamericano. Los gobiernos de la región carecen de la visión estratégica para atraer inversión extranjera en I&D y promover el desarrollo local.
El Índice de Competitividad Biofarmacéutica muestra a América Latina rezagada en áreas clave. La buena base clínica y científica de Argentina es socavada por la falta de colaboración entre los sectores académicos y privados, dice el reporte. Y el país se ve afectado aún más por las serias debilidades en el sistema regulatorio médico.
Brasil y Colombia carecen de capacidades de investigación básicas. La cooperación entre los sectores público y privado es obstaculizada por el exceso de regulación. A pesar de mejores reglas para conducir pruebas de laboratorio, el sistema de salud de México favorece a los viejos medicamentos; a los productos innovadores se les complica abrirse paso.
Además, la región carece de fuertes derechos de propiedad intelectual que son clave para los inversionistas que buscan entrar en sociedades locales de I&D. Por lo general, en Brasil toma más de una década para que se otorgue una patente, de acuerdo al Centro para la Protección de la Propiedad Intelectual. Muchas invenciones ya son obsoletas antes de que puedan recibir la protección de una patente. Argentina continúa reduciendo el alcance de la patentes, lo cual genera más dolores de cabeza para los inversionistas. Peor aún es la amenaza reciente de Colombia de abrogar las patentes de un medicamento para el cáncer.
Juan Carlos Navarro, líder técnico principal de Ciencia y Tecnología en el Banco Interamericano de Desarrollo, señala que “los tomadores de decisiones de la región dicen que son pro-innovación, pero no necesariamente actúan como tales. Ven otras cosas como mayores prioridades. Se está ignorando la investigación en innovación.”
Muchos países asiáticos han aprovechado las oportunidades brindadas por la globalización de la innovación. Esa confianza está impulsando cada vez más su desarrollo económico. Para escapar de las muletas de los ciclos de las materias primas y alcanzar crecimiento económico sostenible, los gobiernos latinoamericanos deben seguirles el paso y empezar a construir sus propias economías del conocimiento.
*Philip Stevens es director de la Geneva Network, organización de investigación con sede en el Reino Unido con énfasis en temas de comercio internacional.
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