De África a Estados Unidos: la odisea de 109 migrantes se frena en Honduras
A la ruta centroamericana hacia el norte se suman cada vez más africanos, que desembarcan en Brasil
La voluntad de emigrar no conoce límites kilométricos. Llegados de Malí, República Democrática del Congo, Senegal y Burkina Faso, 109 africanos esperan desde el martes en Honduras a que les den permiso para seguir su odisea transoceánica hasta Estados Unidos. Fueron interceptados caminando sin visa por la frontera con Nicaragua, meses después de salir de África en barco.
"Tuvimos que dormir en el campo, tomar agua estancada de la que tomaban los caballos y las vacas, aguantar calor y frío. Ha sido un viaje cansado, pero estamos agradecidos de haber llegado a Honduras", dijo el congoleño Olfrondon Javiero al periódico El Heraldo. De uno de los países que más sangre ha vertido desde la II Guerra Mundial, hasta el infierno de Centroamérica, en plena epidemia de homicidios.
Son 100 adultos y nueve niños. No se sabe cuántos salieron juntos de África o cómo se fueron agrupando en su recorrido. Algunos dijeron que habían partido cinco meses atrás. La emigración de africanos hacia Estados Unidos a través de América Latina ha ido creciendo en la última década como alternativa a las rutas a Europa, cada vez más taponadas. Por lo general suelen viajar en barco a Brasil, una travesía que dura dos semanas, y desde allí poner rumbo hacia el norte en autobús, hacia los Andes (Perú, Ecuador, Colombia) para llegar a Panamá selva a través o por mar como polizones, según explicó uno de los emigrantes de este grupo, que embarcó en Venezuela.
Pasar por Centroamérica se ha complicado desde que en 2015 un aluvión de cubanos causó un embudo migratorio
Los 109 africanos fueron localizados al salirse del monte hacia la carretera para evitar a los mosquitos, de acuerdo con el relato recogido por el diario hondureño. Antes habían estado semanas detenidos en Costa Rica porque Nicaragua no les daba acceso, hasta que se decidieron a atravesarla a escondidas. Pasar por Centroamérica se ha complicado desde que en 2015 un aluvión de cubanos causó un embudo migratorio y los países de tránsito, primero Nicaragua, luego Costa Rica, después Panamá, apretaron la vigilancia en dominó.
Las autoridades hondureñas meditan entregarles un salvoconducto para que salgan del país en menos de 72 horas. A partir de ahí podrán seguir su camino por Guatemala hacia México. Según el Instituto Nacional de Migración mexicano el flujo de emigrantes africanos por su territorio se ha disparado de 543 detenidos en 2013 a 2.045 en 2015, la mayoría de Somalia, asolada por el conflicto, la sequía y el hambre.
Para saltarse el océano Atlántico, miles de kilómetros e infinidad de peligros, especialmente en el violento tramo centroamericano-mexicano, infestado de mafias depredadoras, los africanos pagan sumas que van de los 5.000 a los 10.000 dólares a redes de tráfico de migrantes, un peligro en sí mismas. Dado el coste, los protagonistas de estas odiseas intercontinentales no suelen ser africanos muy pobres sino con recursos suficientes para afrontar el viaje, profesionales con formación en sus países y a menudo con familia asentada en Estados Unidos
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