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Diez días detenido sin saber por qué: El caso del mexicano Jobany Torres en Nicaragua

La policía de Nicaragua detuvo al estudiante en el aeropuerto de Managua. Pese a las exigencias de la embajada de México, el Gobierno de Ortega no da respuesta

Jobany Torres, en una mina en México.
Jobany Torres, en una mina en México.

Desde el 1 de junio, el estudiante mexicano Jobany Torres, de 23 años, vive en una cárcel de Nicaragua. Su familia no sabe por qué. El Gobierno mexicano tampoco. La secretaría de Relaciones Exteriores ha preguntado en varias ocasiones y no ha obtenido respuesta, aunque asume que no hay indicios de que su detención responda a un posible delito de tráfico de drogas.

Jobany viajó a Nicaragua hace tres meses. Estudiante de Ingeniería en Metalurgia en el estado de Zacatecas, el joven obtuvo una pasantía en una empresa que explotaba una mina en Bonanza, al noreste del país. El 31 de mayo, la empresa, Hemco, contactó a la embajada mexicana en Managua. Jobany, decían, había desaparecido. Luis Ángel Rivas, compañero de Jobany en las prácticas, dice que se dieron cuenta ese mismo día. “Todos los practicantes teníamos que diseñar una plantilla de barrenación, por decir, modelos para perforar y sacar minerales. Teníamos que presentar nuestros proyectos ese día y Jobany no apareció”.

La embajada notificó a la policía nicaragüense. Al final del día, el muchacho se puso en contacto con su supervisor en la empresa. Había llegado a Managua. Jobany había viajado por tierra desde Bonanza, 20 horas de caminos intransitables. Luis Ángel recuerda que Jobany estaba en el aeropuerto. Le dijeron que no se moviera, que ya iban para allá.

Semanas antes, el joven había hablado con su novia, Guadalupe. Le había pedido que le sacaran un billete de vuelta a México. Decía que no aguantaba más, que se sentía mal, que era mal estudiante. Guadalupe recuerda concretamente una llamada, el jueves 26 de mayo, en que Jobany le dijo: “Si yo me quedo aquí me van a agarrar, me van a matar, me siento amenazado”. Guadalupe dice que le pareció raro, pero que fue todavía más raro al día siguiente, cuando volvieron a hablar: Ella le recordó la conversación del día anterior y Jobany no sabía de qué le estaba hablando.

Jobany parecía distraído últimamente, ansioso, recuerda su amigo Luis Ángel.
Jobany parecía distraído últimamente, ansioso, recuerda su amigo Luis Ángel.

Luis Ángel dice que Jobany estuvo bien los tres meses que estuvieron en Bonanza. Sólo al final, matiza, “empezó a presentar dificultades”. Parecía distraído, dice. En algunas ocasiones comentó que tenía problemas familiares.

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Guadalupe ignora qué pueda ser. Dice que no cree que fuera por lo del bebé. A finales del año pasado se había quedado embarazada y luego había perdido al bebé. Ocurrió en octubre. Guadalupe no cree que fuera por eso. La joven menciona una conversación telefónica del 10 de mayo, el día de la madre en México. Jobany llamó para felicitar a su suegra. El muchacho había perdido a su mamá cuando tenía ocho años. “Él le decía a mi mamá que qué creía que le diría la suya –su mamá, la de Jobany– si viviera”.

El miércoles 1 de junio, Luis Ángel, otro compañero y el supervisor de la empresa llegaron al aeropuerto de Managua. En la entrada, dice, les pararon unos policías. Les preguntaron si venían a ver a Jobany. Les dijeron que sí. La policía les llevó entonces a la Dirección de Auxilio Judicial, a 15 minutos del aeropuerto. Llegaron como a las dos de la tarde.

Luis Ángel recuerda que Jobany parecía triste. Les explicó que se había ido porque se sentía presionado de quedar mal con la empresa, con la universidad. “Le había dado un ataque de ansiedad o así. Decía que sólo sintió que se quería ir y se fue”.

Estuvieron hablando hasta las ocho de la tarde. Entre tanto, la policía de Nicaragua les interrogó. “Nos preguntaban que de dónde éramos, a que veníamos a Nicaragua, dónde trabajábamos, cosas así”.

Aquí la historia se emborrona. Luis Ángel no sabe por qué retenían a Jobany. Él tampoco les dijo. La policía, cuenta, revisó el teléfono de Jobany. Luis Ángel cree que vieron mensajes que se había cambiado con su novia, mensajes que decían que se sentía amenazado, que le iban a matar.

A las ocho, la policía les dijo que ya no podían estar allí, así que se fueron al hotel. Ya no volvieron a ver a su amigo. “A él no le dejaron salir según que porque el mayor –de la policía– estaba esperando una llamada de un superior. Pero nunca llegó”.

Han pasado diez días y nadie sabe por qué está preso Jobany. La embajada de México en Nicaragua ha insistido a las autoridades del país centroamericano para que informen de la situación jurídica del joven y de momento no hay respuesta. La secretaría de Relaciones Exteriores mexicana ha informado de que la prisión donde permanece recluido “carece de las condiciones mínimas”. El embajador de México incluso escribió a la primera dama, Rosario Murillo, la esposa de Daniel Ortega. Primero trató de comunicarse vía telefónica pero fue inútil. Murillo tampoco ha contestado la carta del embajador.

Este viernes, EL PAÍS se comunicó con César Cuadra, encargado de Relaciones Públicas de la Policía Nacional. Ante las preguntas por la situación de Jobany, Cuadra ha dicho: “Voy a tomar tus datos como requerimiento de información y llámame más tarde”. Pese a la insistencia, Cuadra ha colgado el teléfono.

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