Entre la rabia y la tristeza: ¿por qué tantos hombres no saben manejar una ruptura?
Las canciones, las películas e incluso la política perpetúan formas anquilosadas de llevar el duelo, y en Forocoches los hilos sobre el asunto casi igualan en longitud a los de fútbol. Pero existen modelos en positivo
El desamor vende. Vendió discos de los Smiths con temas como el lastimoso Please please please let me get what I want y hoy ayuda a que Taylor Swift sume reproducciones en canciones como I can do it with a broken heart, donde la estadounidense cuenta que, aunque estuviese rota por dentro —o precisamente por eso— podía seguir llenando estadios. Las rupturas (o los divorcios) son, según la socióloga Eva Illouz, el gesto romántico más característico de nuestras sociedades: devuelven al mercado de los afectos (y a todos los que dependen de él, como el inmobiliario) a quienes hasta hace poco estaban emparejados y permiten que la rueda de la “elección negativa” (en un mundo donde todo parece disponible, nos definimos antes por lo que rechazamos que por lo que elegimos) siga girando.
El desamor (o el final de las relaciones románticas) es un buen negocio y una fuente de inspiración inagotable, pero también es una experiencia universal que amplifica algunas emociones y nos coloca en lugares inesperados. Hasta el bro más obsesionado con el estoicismo puede llegar a ser consciente de su vulnerabilidad cuando se siente abandonado. Enseguida esa sensación nueva se convierte en rabia o resentimiento y comienza un proceso que se puede considerar una manifestación más de ese patriarcado que, además de someter a las mujeres, limita lo que los hombres pueden sentir. No obstante, la transformación de alguien herido por amor en alguien rabioso o vengativo parece más acusada cada día, y algunos entornos virtuales (sobre todo foros y redes sociales), la están acelerando. “Todos sabemos que sin la frustración hormonada de los INCEL y el rencor oscuro de los DIVORCIADOS hoy no existiría la ultraderecha”, escribió hace poco, mayúsculas incluidas, el periodista Pedro Vallín en Twitter. Si resulta, según lo anterior, que la ola reaccionaria que gana altura en Internet y en los parlamentos de todo el mundo tiene que ver en parte con la frustración romántica, ¿estamos ante un fenómeno nuevo? ¿Disponen los hombres de algún modelo alternativo para transitar el dolor? ¿Y hacia dónde se están moviendo los hombres heridos?
Una poética del resentimiento
Varias de las grandes novelas del s. XIX, desde Madame Bovary hasta Ana Karenina o La Regenta, están protagonizadas por mujeres que no pueden escapar de sus respectivos matrimonios y que, víctimas de unas convenciones sociales hipócritas, luchan contra su propio deseo. Si el adulterio y toda la estructura social que lo castigaba fue uno de los temas principales de la narrativa de aquel siglo, se podría decir que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, ha sido su reverso, es decir, la libertad para establecer y romper relaciones sexoafectivas, lo que más películas, novelas y canciones ha inspirado. Las obras de Michel Houellebecq, llenas de amargura y cinismo, son el ejemplo más extremo, pero la lista de escritores que han construido personajes masculinos que convierten su dolor en venganza, odio y desconcierto es infinita, de Philip Roth (con su Nathan Zuckerman) a Richard Ford (y su Frank Bascombe de El periodista deportivo).
Gonzalo Torné, autor de Divorcio en el aire (reeditada por Anagrama en 2023), cree que “expresar resentimiento, amargura, cabreo o dolor de manera exagerada e injusta después de una separación en una forma artística es legítimo”. Él mismo reconoce que usó a un protagonista “que era atractivo en muchas cosas y repugnante en otras” y que “representaba un tipo de masculinidad crepuscular que ahora mismo gobierna en varios países”. Justo ahí es donde Torné ve un problema: la rabia o la crueldad nunca deberían legitimarse políticamente. “El despecho artístico está muy bien, ser gobernados por el partido de los solteros y divorciados resentidos está fatal”, resume el escritor.
La escritora Blanca Lacasa, que acaba de publicar El Accidente (Libros del Asteroide), una novela corta cuya protagonista afronta un desengaño amoroso con cierta deportividad y ligereza, está de acuerdo en que “el buenismo, ni es interesante desde un punto de vista artístico, ni refleja la realidad”. “No estoy a favor de que la ficción deba ser moralizante o ejemplarizante. No creo que los protagonistas de las novelas o de las películas deban ser intachables, tengan que ser modelos de comportamiento, ni tengan que tomar siempre las decisiones correctas o moralmente aceptables”, explica. Sin embargo, Lacasa también cree que es importante que se incorporen nuevas miradas, porque los imaginarios sobre las rupturas ya se han convertido en clichés: “Es un lugar al que se tiende casi por defecto, porque ha funcionado durante muchos siglos. Eso de la ruptura como el territorio que se habita desde el dolor, la rabia, la venganza, el drama… Así que, por defecto, se tira con eso. Sin embargo, se puede mirar con más humorismo, con más ligereza y con menos violencia. La representación del hombre en estos escenarios tiende mucho a la autocompasión, al hombre quejumbroso (Ryan Adams ha sido el rey de todo esto, y de la rabia contenida). También es un error asociar que cuanto mayor ha sido el amor, mayores deben ser la rabia y el despecho: esa asociación nos ha llevado a lugares bastante lúgubres”, explica la escritora.
En cuanto a la música, en nuestro país fue el periódico Diagonal el que, en su artículo Machismo gafapasta, señaló hace doce años que ciertas ideas sobre las relaciones entre hombres y mujeres no solo estaban incrustadas en la letra de algunas canciones, sino que también se hacían notar ahí afuera, en el mundo real, influyendo en el funcionamiento cotidiano de la industria que producía esas mismas canciones. Aunque el artículo mostraba la conexión entre la misoginia de algunos textos y las condiciones laborales de las mujeres del sector, fue recibido con algunas burlas. Paula Jiménez Jiménez, guionista y cantante de la banda Las Odio, todavía se acuerda de aquello y comenta que, afortunadamente, fue el principio de un cambio a mejor. “En gran medida, esto ha sido por la incorporación de nuevas voces femeninas, que aportan una perspectiva enriquecedora al relato sobre el amor. Pero más que una cuestión de género, estamos ante una cuestión generacional. A día de hoy se habla mucho más de sexualidad, de nuevos modelos de pareja, de cuestionar el funcionamiento de la pareja hegemónica… Hay un montón tanto de tías como de artistas masculinos que están haciendo esto. También hay nuevos géneros que se están encargando de conectar con estas sensibilidades, ya no estamos condenados al típico músico indie o rockero romántico y medio amargado”, señala.
Jiménez lo tiene claro: los hombres obsesionados con el daño y los resentidos ya aburren y el papel que representan ya no goza de ningún prestigio. “Ahora nadie pone en duda que hay letras que son flagrantes y son dolorosas, aunque pertenecen más a determinada época que a determinados grupos. Es muy importante debatir sobre las canciones, porque los artistas no están obligados a ser ejemplo de nada o a tener un discurso moralizante, pero sí que deben hacerse cargo de los discursos que difunden y deben ser consecuentes con ellos”, zanja la vocalista.
Tristeza/ira
Está claro: ni las canciones más recalcitrantes de Los Planetas, ni películas como Alta fidelidad o (500) días juntos son la mejor opción para superar un duelo romántico. Sin embargo, han sido y son una opción muy socorrida para tantos hombres a los que, como cantan Ralphie Choo y Rusowsky en Dolores (2000), se les “hace difícil expresar sus sentimientos”. La escritora Leslie Jamison, que ha investigado sobre las posibilidades creativas de lo que ella llama “el dolor femenino”, ha observado que las mujeres han encontrado una nueva forma de afrontar estas cuestiones. Jamison habla de “mujeres posheridas” para referirse a aquellas que, aunque siguen sufriendo, lo expresan de manera distinta: “Estas mujeres son conscientes de que el sufrimiento se exagera y se sobrevalora. Recelan del melodrama y lo combaten a través de la indiferencia y el ingenio”. Pero, ¿dónde están los hombres posheridos?
Jiménez enumera: “Hay muchos modelos masculinos en positivo. Hay canciones increíbles de Yung Beef hablando de sentimientos en plan emo. También Ben Yart o Dellafuente hablan de amor desde una perspectiva muy contemporánea. En esos artistas quizá sí que se pueden encontrar herramientas masculinas para superar los duelos románticos. Eso sí, yo no termino de tener respuesta para eso, y es que esas herramientas las tienen que encontrar los propios hombres, que no pueden esperar a que vengan las feministas a darles el trabajo hecho”. Lacasa insiste en que no se trata tanto de modelos como de que “en general, uno tiene que hacerse cargo de uno mismo, y en especial, durante las rupturas”. “La ligereza y la liviandad, que siempre van unidas a la serenidad, están bien. En cuantos más ámbitos puedan introducirse, mejor. El humor me parece una herramienta adaptativa insuperable. No creo que haya ninguna mejor, y no hay que confundirlo con el cinismo, que es algo muy distinto”, observa la escritora.
Eso sí, para los hombres siempre será especialmente complicado quitar importancia o afrontar con humor a su propio dolor. Lo desarrolla la psicóloga Claudia Pradas: “Hay un rollo de ego: a un hombre no se le puede rechazar porque si lo rechazas estás hiriendo su orgullo y su infalibilidad. Ahí es donde aparece la violencia, la venganza, la difamación… Las figuras masculinas cultivan mucho la imagen de seguridad o de poder y cuando una ruptura les toca la emoción, les atraviesa por muchos lados. En el género masculino hay menos tolerancia a la frustración porque no se les enseña a fracasar o a sentirse tristes. El modelo binario aplaude la tristeza en las mujeres y la ira en los hombres, y las masculinidades más tradicionales no están preparadas para procesar la tristeza”.
Entonces, mientras esperamos a que se consoliden otros modelos y otros imaginarios, ¿cuáles podrían ser las herramientas de emergencia? “La herramienta para superar un duelo romántico sería conectar con el dolor y aprender a navegarlo de una manera sana”, contesta Pradas. “Para trabajar el duelo, la primera parte es aceptar la realidad de la pérdida y, a partir de ahí, procesar las emociones asociadas al duelo. Una vez se procesan esas emociones, aprendemos poco a poco a hacer una vida sin esa persona. Aunque influyen muchos factores, la patología yo creo que empieza cuando empiezas a ser disfuncional en otras áreas de tu vida”, expone la psicóloga.
Mientras tanto, en Forocoches el hilo titulado Cuando ves a tu ex por primera vez, donde los usuarios comparten consejos y experiencias en torno al desamor, sigue siendo uno de los más concurridos. Lleva ya 194 volúmenes (con unos 2000 mensajes por volumen, tan solo los espacios dedicados a los grandes equipos de fútbol han tenido más éxito en la historia del Foro) y en él hay de todo: mensajes machistas, muestras de empatía, compañerismo, ira, compasión, sentimentalismo, crueldad, ternura y mucho sufrimiento. Allí los foreros siempre recomiendan no ponerse en contacto con la ex (tanto si el objetivo es recuperar la relación, para lo que debería transcurrir cierto tiempo, como si la intención es superar la ruptura) y redoblar el esfuerzo en los entrenamientos o el deporte. Es su famosa fórmula, casi un mantra que resume y condensa años de discusión entre hombres: “Contacto cero y gym”. Hay ideas peores.