Los solitarios 40 años de Enrique de Inglaterra: sin un propósito, con la confianza rota y con una herencia a punto de llegar

Con trabajos vacíos, acuerdos rotos y un suculento contrato con Netflix a punto de caducar, sin relación con su familia y distanciado de sus amigos del Reino Unido, el hijo menor de Carlos III arranca su quinta década en California de una manera muy distinta a las anteriores

Enrique de Inglaterra, en la ceremonia por el décimo aniversario de los Juegos Invictus, en la catedral de San Pablo de Londres el 8 de mayo de 2024.Max Mumby (Getty Images)

Este domingo 15 de septiembre Enrique de Inglaterra tendrá tarta y soplará las velas para celebrar su 40º cumpleaños. Y hasta ahí llegan los paralelismos con la celebración que vivió hace 10 años. No parece probable ni que el pastel, que en 2014 fue el dulce típicamente británico conocido como Eton cake —un postre de bizcocho, fresas y merengue—, sea el mismo. Tampoco el escenario, cambiando el gris cielo británico por la soleada California, y ni siquiera su familia. No celebrarán con él su hermano Guillermo, su cuñada Kate ni la hermana de esta, Pippa, que preparó la fiesta de sus 30. Esta vez le acompañarán algunos amigos, sus dos hijos y su esposa, Meghan Markle, un nombre que hace 10 años ni siquiera era conocido en la familia real británica, a la que él pertenecía. Una década después, también esa familia se ha esfumado.

Todo es distinto hoy en la vida del príncipe Enrique, como lleva siéndolo los últimos cinco años. Cuando su abuela Isabel II no aceptó su propuesta de vivir a medio caballo una vida civil y seguir siendo miembro de la realeza, y él decidió llevar su decisión hasta el final, todo saltó por los aires. Enrique no solo ha dejado atrás una familia, como haría el resto de los mortales, sino que con ella ha abandonado una institución, unas reglas, un país y un trabajo. Una forma de vivir. Ahora, al entrar en la quinta década de su vida, sigue siendo un príncipe (lo será siempre, desde que nació y hasta que muera) pero ya no tiene ningún reino, ni siquiera mundano. Spotify ha prescindido de sus servicios porque esperaba más de los duques de Sussex (uno de los jefes de audio les llamó “putos estafadores” en un podcast). No hay anuncios sobre nuevos libros. Su responsabilidad como director de impacto en la start up Better Up, según han comentado empleados de la misma a algunos medios, es “cero”. La marca de estilo de vida que Markle anunció hace cinco meses no ha sacado a la venta un solo producto y aún no tiene aprobada su denominación por la oficina de patentes de EE UU. Incluso su fundación, Archewell, llegó a ser declarada como morosa, según ellos por un error administrativo, la pasada primavera.

Más allá de los Juegos Invictus, que Enrique creo hace una década para los veteranos de guerra y que celebra cada dos años, una iniciativa filantrópica que le entusiasma, lo más importante y lucrativo que tiene hoy es su acuerdo con Netflix. Su primera y muy esperada serie, autobiográfica, fue su mayor éxito; han hecho otros dos contenidos (uno sobre líderes mundiales y otro sobre los Invictus) que han pasado sin pena ni gloria. Esta semana la plataforma ha anunciado que en diciembre llegará Polo, un documental desarrollado por Enrique sobre ese deporte, uno de sus favoritos. También se espera, aun sin fecha, un programa de Markle sobre cocina. Su contrato acaba el año próximo. Ninguna de las partes se ha pronunciado sobre lo que pasará. Según informaciones no confirmadas, firmaron por 100 millones de dólares, por lo que perderlo sería un varapalo económico para los duques.

Pero hay algo que puede ir, de momento, compensándoles. Si Enrique ya recibió (en 2009 y 2014) la herencia de su madre, ahora le queda por recibir parte de la de su bisabuela. Según la prensa británica, la Reina Madre dejó dinero apartado para cuando su nieto cumpliera, primero, 21 años (recibió seis millones de libras), y para cuando llegara a los 40. Además, le dejó más que a Guillermo (que ya heredó hace dos años), sabedora de que este recibiría el jugoso ducado de Cornualles, con holgados ingresos anuales. El cheque de cumpleaños de Enrique, según The Mirror o The Daily Mail, ascenderá a ocho millones de libras, unos 9,5 millones de euros, algo que le daría un respiro para pensar en su futuro.

El príncipe Enrique junto a su madre Diana, princesa de Gales, y su bisabuela Isabel, la Reina Madre, en el desfile del Trooping the Colour, el 13 de junio de 1992 en Londres.Julian Parker (Getty Images)

Porque ese futuro no deja de ser, como reflexionaba un antiguo ayudante suyo en un artículo con varios de sus conocidos en The Times, “un poco confuso”. “Siempre pensé que quería más de la vida, y no puedo evitar pensar que debe estar preguntándose: ‘¿Y ahora hacia dónde voy?”, afirmaba este allegado de manera anónima al diario británico. El quinto en la línea de sucesión al trono británico ha realizado recientemente un viaje —pseudoficial, casi de Estado, pero sin ningún objetivo concreto— a Colombia. A finales de septiembre participará en actividades paralelas a la Asamblea de la ONU, dando una charla organizada por la fundación de Bill Clinton junto a Matt Damon y el chef José Andrés. Cosas sueltas, picoteos. No parece que el príncipe tenga hoy un propósito vital, una tarea. Sus proyectos son efímeros, sin centrarse en una línea concreta que seguir durante un tiempo. Volcado en sus hijos Archie, de seis años, y Lilibet, de tres, él mismo reconoció en su documental que echa de menos el Reino Unido y a sus amigos, los de siempre. No tiene relación con su padre, al que visitó en un escueto encuentro de 45 minutos en un viaje relámpago Los Ángeles-Londres de apenas 24 horas cuando anunció su cáncer. No se habla con el príncipe Guillermo, el heredero; según la prensa británica, sus mensajes para interesarse por el estado de salud de la princesa Kate nunca fueron respondidos. En su entrevista con Tom Bradby, en ITV, hace año y medio, confesó: “Me gustaría volver a tener a mi padre, a mi hermano, pero no han mostrado ningún deseo de reconciliación”.

Guillermo es el más dolido con él; además, este año ya ha tenido bastantes preocupaciones como para pensar en su hermano. Como bien rezaban sus memorias, la vida del hijo pequeño de Carlos III de Inglaterra y la difunta Diana de Gales siempre iba a ser la de ser el repuesto (Spare, como se llamó en inglés su polémico libro). Era su condena y su ventaja. Excepto reinar, podía hacer lo que quisiera, como ocurrió durante años. En los primeros, más díscolos, eran novias, fiestas, marihuana y dudas. En los siguientes, ya más maduro, llegaron las labores propias de su cargo: representativas, de viajes, centradas en su amada África, creando iniciativas como Invictus, aplicando sus intereses a la familia y al Estado, que eran lo mismo, al fin y al cabo. Como tantos otros miembros segundones de las familias reales en el siglo XXI, un papel no muy sencillo, pero manejable una vez encontrado el sitio. Pero ese sitio resultó estar fuera y, lo más doloroso para los suyos, mordiendo la mano que le daba de comer. Su entrevista con Oprah Winfrey, su miniserie y sobre todo su biografía fueron demasiado para el rey y especialmente para el heredero, con quien no habla desde hace dos años, cuando murió su abuela.

Durante cuatro días, el príncipe Enrique de Inglaterra y su esposa, Meghan Markle, han recorrido Colombia en lo que ha supuesto su primera visita conjunta al país latinoamericano. El viaje comenzó el jueves 15 de agosto, cuando el matrimonio fue recibido en Bogotá por la vicepresidenta y ministra de la Igualdad y la Equidad, Francia Márquez, que fue quien los había invitado personalmente, y su marido, Rafael Yerney Pinillo.DPPA (DPPA/Sipa USA / Cordon Press)
La segunda parada de los duques de Sussex fue una visita al Colegio Cultura Popular, donde debatieron con los estudiantes sobre sus aspectos favoritos y menos favoritos de las redes sociales, la tecnología y la navegación por internet.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Ese mismo jueves los duques de Sussex visitaron el Centro Nacional de las Artes de Bogotá, donde disfrutaron de una función de teatro y un colorido espectáculo de danza.Diego Cuevas (Getty Images)
Más tarde, Enrique y Meghan cerraron el primer día de su viaje participando en el Foro Futuro Digital Responsable en Bogotá. En él hablaron sobre cómo fomentar un entorno más seguro para los jóvenes en la era de las redes sociales. En la foto, posan para un un selfi con la periodista y premio nobel de la Paz María Ressa, que también participó en el evento.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
El viernes 16 de agosto los duques de Sussex arrancaron el día con una visita al Colegio La Giralda de Bogotá, donde pasaron por una clase de Arte, jugaron con los estudiantes más pequeños y ayudaron a plantar árboles en el patio trasero.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
La garantía de los derechos de los niños y jóvenes, la educación integral y la salud mental son algunos de los temas en los que se ha centrado el viaje de lo duques. Eligieron este centro educativo, ubicado en el humilde barrio Las Cruces, porque “potencia las habilidades socioemocionales de los estudiantes, dándole prioridad la salud mental”, según informó la vicepresidencia colombiana.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Los alumnos homenajearon al hijo menor del rey Carlos III y a su mujer con unas canciones y les entregaron varios regalos. Por un lado, unos ponchos para ellos, y por otro, muñecos para sus dos hijos, Archie y Lilibet, así como cartas manuscritas. Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
El día continuó con una visita a las instalaciones del Centro de Rehabilitación Inclusiva, donde también fueron muchos los que no perdieron la oportunidad de fotografiarse con Enrique y Meghan.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
La pareja llegó a una sesión de entrenamiento con el Equipo Colombia de los Juegos Invictus (el evento deportivo que Enrique fundó hace 10 años para militares heridos en combate) y recorrieron las instalaciones, incluida la piscina, el gimnasio con pared de escalada y las instalaciones de rehabilitación.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Los duques fueron recibidos calurosamente por varios oficiales militares y Enrique de Inglaterra recibió una placa conmemorativa especial del Ministerio de Veteranos de Defensa Nacional. “En reconocimiento y gratitud por su dedicación y las valiosas oportunidades de recuperación a través del deporte y los Juegos Invictus para el personal de las Fuerzas Armadas y la Policía de Colombia, ya sean militares o veteranos, heridos, lesionados o enfermos”, leyó el atleta que se la entregó.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Los Sussex, junto con la vicepresidenta Francia Márquez y su pareja, Rafael Yerney Pinillo, también estuvieron presentes en un partido de voleibol sentado. Pinillo y el duque finalmente participaron en el juego, mientras la vicepresidenta y la duquesa animaban desde la banda.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/ Getty Images)
Una vez más acompañados por la vicepresidenta colombiana, los duques de Sussex empezaron el sábado 17 de agosto con una escapada a Cartagena de Indias, donde visitaron la Escuela Taller Tambores de Cabildo de La Boquilla.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Se reunieron con el fundador de la escuela, Rafael Ramos, y participaron en una divertida lección de percusión y una actuación con los estudiantes.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Meghan Markle incluso se arrancó a bailar al ritmo de los tambores. Más tarde, Meghan y Enrique hablaron con estudiantes, padres y otros miembros de la comunidad sobre la importancia de programas, como los que ofrece la escuela, que ayudan a preservar la cultura y las raíces afrocolombianas de Cartagena, especialmente en medio de la creciente gentrificación de la ciudad.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
El día continuó con una visita a San Basilio de Palenque, que ubicado en el Caribe colombiano es el primer pueblo libre de América, donde conversaron con líderes sobre la identidad cultural, el racismo estructural y los avances hacia las reparaciones históricas por la esclavitud. Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
En una corta visita, de apenas una hora, las muestras culturales permitieron al príncipe Enrique y a Meghan interactuar con las comunidades afro y también visitaron la casa cultural y la plaza Benkos Biohó, que lleva el nombre del líder que comandó la rebelión de esclavos cimarrones en el siglo XVII, tras lo cual se convirtió en rey de San Basilio, por lo que fue ahorcado y descuartizado en 1621. Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
Meghan Markle aprovechó el último día del viaje, el domingo 18 de agosto, para unirse a la cumbre 'Mujeres Afrodescendientes y Poder: Voces de Equidad', donde líderes afrocolombianas de distintas industrias hablaron sobre los desafíos diarios que enfrentan debido al racismo, los prejuicios de género y la discriminación financiera.Gabriel Aponte (Getty Images)
El evento se celebró en el Teatro Municipal Enrique Buenaventura de Cali, con un panel de discusión en el que participaron líderes de la comunidad costera de Cali, quienes hablaron sobre cómo las mujeres afrocolombianas pueden seguir apoyándose y empoderándose entre sí incluso frente a los desafíos diarios.Edwin Rodriguez Pipicano (Anadolu/Getty Images)
El evento se celebró en el Teatro Municipal Enrique Buenaventura de Cali y el príncipe Enrique se mezcló entre los asistentes mientras su mujer ocupaba su sitio en el escenario.Edwin Rodriguez Pipicano (Anadolu/Getty Images)
Luego ambos disfrutaron con actuaciones musicales de las artistas Cynthia Montano y Nidia Sofia Góngora, que hicieron que todos se movieran en sus asientos.Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)
A ritmo de marimba y con el mejor sabor del viche, una bebida alcohólica tradicional del Pacífico colombiano, los duques de Sussex cerraron su visita a Colombia con un paseo por el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, el evento de cultura afro más grande de Latinoamérica que se realiza en la ciudad de Cali. Eric Charbonneau (Archewell Foundation/Getty Images)

Enrique también ha perdido a muchos de sus amigos, su sostén. Lo ha dicho él y lo han dicho ellos. En ese artículo de The Times aseguran que no le entienden, que le ven perdido y lejano, con una nostalgia constante que le hace mirar siempre hacia atrás. Tampoco comprenden lo que ven como una traición con sus entrevistas, libros y reportajes. “El problema es que el rey y otros miembros de la familia están preocupados porque si charlan con Enrique todo eso podría aparecer en otro libro de memorias. ¿Cómo recuperas la confianza? No creo que Enrique pueda”, aseguraba un amigo personal del monarca, que cree que Carlos III puede perdonarle, pero no tanto algunos otros familiares. Además, el hecho de que tenga abierta una guerra judicial contra Inglaterra para conseguir que le paguen la seguridad implica que batalla contra el Gobierno de su padre, lo que tampoco facilita la postura del rey a su favor.

California es el último refugio de la pareja, donde están más cerca de ser ciudadanos corrientes que estrellas de Hollywood. No son objeto de conversación, ni en Santa Bárbara (junto a la que está Montecito, donde residen) ni mucho menos en Los Ángeles, donde nadie se acuerda de ellos: no acuden a fiestas, reuniones, eventos. Su nombre solo se oye cuando buscan publicistas, algo que ocurre con frecuencia, porque no les duran demasiado; su último jefe de personal, Josh Kettler, apenas estuvo tres meses en el cargo. De hecho, algunos antiguos empleados se autodenominan “El club de los supervivientes de los Sussex”, como ha contado The Hollywood Reporter. A Enrique le queda Montecito, un refugio lejos de las guerras, ya sean contra el Gobierno, los tabloides, la familia y el mundo. Se le ve inaugurando librerías, montando en bicicleta con los niños o saliendo con nuevos amigos a caminar por la montaña. “Estaba ansioso por los 30, estoy emocionado por los 40″, afirmaba en un comunicado enviado el pasado viernes a la BBC. “Cualquiera que sea la edad, mi misión es seguir apareciendo y haciendo el bien en el mundo”, añadía. Será un príncipe sin reino, quizá sin un propósito concreto, pero al menos hoy con una tarta para soplar.

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