Donuts cuadrados y veganos, el último deseo dulce de Barcelona
Se llaman Cuvo y se hacen de forma artesanal en un obrador del barrio de Gràcia
Parecen donuts, pero se llaman Cuvo. De forma cuadrada, veganos y elaborados artesanamente en un obrador del barrio de Gràcia, se han convertido en tendencia en Barcelona. Tres meses después de instaurarse, despachan 500 donuts al día, pero su potencial es mayor. Fernando Bosch empezó a elaborarlos en un supermercado vegano que abrió en su municipio, Premià de Mar (Maresme), y cuando se quedó sin proveedor de donuts, se atrevió a hacerlos él mismo. El éxito fue tal que cerró la tienda para focalizarse en los cuvos. Tienen unas 15 variedades, diferentes puntos de venta y se pueden comprar en su web.
Fernando Bosch ha pasado un fin de semana de locos vendiendo sus dulces sin parar en el Primavera Sound, el festival al que han recurrido para reforzar su imagen de marca, recién creada hace unos meses junto a su hermana, Clàudia Bosch, que le ayuda en la proyección del negocio. Desde que decidieron apostarlo todo a su invento, los pedidos no paran de crecer. Además de veganos y cuadrados, sus bollos parecen donuts. Sin matices.
Desde su obrador, Fernando recuerda cómo se hizo vegano al poco de cumplir la veintena. “Me sentía hipócrita, intentaba salvar animales y luego me los comía”, explica. Desde niño fue muy animalista. Había adoptado a varios perros y era voluntario de la protectora de Mataró, pero comía carne. Hasta que un día decidió que los animales ya no serían para él un bien de consumo. “Decidí vivir de una forma empática y responsable”, añade.
Con una pasión muy temprana por la cocina, empezó a estudiar Derecho, carrera que luego cambió por Publicidad. Después de un tiempo trabajando en lo que había estudiado, decidió que la cocina era su pasión y quería intentarlo. Trabajó un tiempo en la cocina de un restaurante de su municipio y cuando se dio cuenta de lo difícil que era encontrar alimentos veganos en su pueblo, se aventuró a abrir su supermercado.
Pero su mayor éxito hasta ahora han sido estos donuts veganos, que consiguió después de formarse en la Academia de pastelería vegana de Toni Rodriguez. Su objetivo era hacer un buen producto, rico en sabor y lo más saludable posible. Pero también se marcó como meta que no fuera un bollo demasiado pesado ni muy caro.
Los donuts simples cuestan 1,80 euros y son los tradicionales de azúcar, cubiertos de chocolate con leche, chocolate negro o blanco, además de un sabor de fresa. También tienen los donuts rellenos, como el de galleta lotus (2,10 euros), de kinder bueno (2,15 euros), de oreo (2,25 euros) o el verdi, bañado en chocolate blanco y relleno de crema de pistacho (2,50 euros).
De la receta no lo desvela todo, pero sí cuenta que la masa lleva harina, azúcar, sal, canela, levadura, agua y anís del Mono, además de margarina vegetal y lecitina de soja. Ni rastro del huevo, la leche de vaca o la manteca de cerdo con que se hacen estos bollos habitualmente. El tiempo de reposo de la masa es una de las claves para que quede esponjoso. Pero también fue decisivo para el resultado usar una amasadora de brazo, cuenta.
Con esta base, la imaginación hace el resto. Ahora está pensando en sabores más veraniegos, para los que va a usar cítricos, y hacer una edición especial para Sant Joan. El donut de roscón de Reyes que hicieron la pasada Navidad fue todo un éxito. Aparte de la venta online, con envío a domicilio o recogida en el obrador (pronto estarán también en Glovo), se pueden encontrar sus productos en algunas cafeterías de los supermercados Sorli Discau, en la cadena Vegans, en la firma de desayunos a domicilio Matías Buenos días o en otras cafeterías de Barcelona como La Papa.
Fernando está convencido de que la forma de sus donuts es de lo más natural. “La anomalía es que sean redondos”, reflexiona señalando que para almacenarlos y transportarlos tiene más sentido su forma cuadrada. Eso sí, no hay dos iguales, lo que demuestra que verdaderamente están hechos a mano. “Los tenemos cuadrados”, reza su eslogan. “No solo por la forma, detrás hay una actitud, basta ya de tanto procesado, de productos tan industriales”, añade Clàudia.