Una nueva generación de jóvenes convierte Usera en el centro de la gastronomía china
Han nacido en España, crecido en los restaurantes chinos de sus familias y se han educado entre dos culturas. Ahora apuestan por montar nuevos negocios en este barrio para acoger a todos los públicos
Nació en Madrid un 15 de agosto. Por eso sus padres la llamaron Paloma. Paloma Fang es hija de inmigrantes taiwaneses que abrieron dos restaurantes chinos en los ochenta —uno en la calle Huertas y otro en Doctor Esquerdo— y a los que ella renunció cuando ambos se jubilaron. “Siempre vi lo sacrificado que era, sin cerrar ningún día, ni tener vacaciones. Y con 16 años me tocaba trabajar con ellos los fines de semana, cuando lo que yo quería era salir con mis amigos”, recuerda Fang. Estudió diseño de moda y calzado en Madrid, después en Elche y estuvo allí trabajando siete años. Al regresar a Madrid, contra todo pronóstico, inauguró su propio restaurante, Ninja Ramen, en homenaje a su abuela japonesa.
“Había aprendido todo lo que no quería hacer en hostelería y cómo tenía que ser la organización de un restaurante para poder crecer empresarialmente”, cuenta. Corría el año 2016 y entonces pocos locales de la capital estaban especializados en ramen. “Fue un concepto innovador porque la gente solo conocía el sushi y el sashimi de la cocina japonesa. El primer año solo tuvimos clientela asiática, pero, poco a poco, fuimos conquistando al resto del público”. Cuenta que entonces la invitaron a un programa de radio para explicar qué era el ramen, y contestó que un cocido japonés. “Entonces empezaron a venir personas mayores interesadas y muchos taxistas”, recuerda. Después llegó el público joven. El local lo diseñó según recordaba las vacaciones en casa de su abuela. “Está ambientado en las ferias de verano de los años ochenta de Osaka”, afirma.
En 2020 abrió el segundo local, en esta ocasión, un restaurante chino llamado Hong Kong 70. “Mis padres habían tenido un restaurante chino durante 30 años, pero diseñado para el público español porque en China no se come así. Yo quería abrir uno de verdad, de cocina cantonesa”. Y eligió una decoración inspirada en los años setenta. “Vintage chino”, apunta. Llegó la covid-19 y vio la oportunidad. Consiguió varios locales e inauguró cinco establecimientos más, todos ellos con personalidad propia. El último, en Usera en 2021. “Nunca pensé abrir en este barrio, pero mis amigos españoles que querían probar la cocina china auténtica nunca se atrevían a venir solos a Usera. Me decían que no sabían qué pedir porque las cartas estaban en chino y los camareros, al no entenderlos, les recomendaban platos para españoles, no los que comen ellos”.
Por eso llevó al número 11 de la calle Nicolás Sánchez su Hong Kong 70, un local de comida cantonesa que abre entre las 12.00 y las 00.00, y ejemplifica la convivencia en el barrio. “Abrimos a las 12.00 para que vayan los chinos a comer. A partir de las 14.00 va el público español y a las 18.00 regresan los chinos a cenar”. Lo más famoso de este establecimiento, en el que preparan el pato a la vista de los clientes, es el plato de cuatro asados: carne de cerdo caramelizado, costilla, torrezno chino y pato (19,90 euros). Además, tienen cerveza china y sakes.
En el número 54 de la misma calle, está Bammbao, el restaurante que el joven Wukun Xu ha inaugurado hace unos meses y cuyas mesas se llenan a diario. Xu nació en Triana (Sevilla) hace 24 años y creció en el restaurante chino que tenían sus padres en la ciudad andaluza. “A los siete años ya cogía el teléfono y ayudaba en la cocina. Así fui memorizando muchas recetas”, recuerda. “Admiro mucho a esa generación de cocineros chinos que vinieron a España, abrieron restaurantes y adaptaron su recetario al gusto español y con los ingredientes que encontraban aquí. Antes no había de todo como ahora. Eran chefs increíbles, que creo están denostados”.
Con una cercanía encantadora, Xu regenta, junto al también sevillano Ou Liu, de 27 años, un austero local en el que sirven una cocina china muy fresca con toques internacionales. Tiene entrantes como la coliflor china (5,80 euros) o el pollo frito chino con salsa de ajonjolí y soja (7,80 euros); principales como el arroz al curry con pollo y caldo de shiitakes (8,50 euros) y pastas como los wontonazos en salsa fermentada de Sichuan (7,80 euros). También sirven cerveza china. “En China, el postre no te lo tomas en el restaurante”, y como vecino orgulloso que quiere que se conozca su barrio, anima a hacerlo en los nuevos negocios de alrededor como el Xiao Jing Tian Pin Pu, donde tomar un pudin de frutas, o el Sanchi (Nicolás Sánchez, 23). En este último, inaugurado por Sisi y su socio, también hijos de migrantes chinos, se pueden probar dulces asiáticos que esta pastelera elabora y acompañarlos de tés naturales fríos de diferentes sabores con aderezos que preparan en el momento. Tienen un pequeño banco para degustarlos, pero la gente joven se hace la foto allí y se los toma mientras camina por el barrio. Los pasteles cuestan a partir de 3,50 euros y los tés, desde 4,50 euros.
En el ocio nocturno también hay nuevas iniciativas sorprendentes. Bares donde los jóvenes fuman shisha y beben mientras se divierten apostando con juegos de mesa. Lugares ocultos tras puertas sin ninguna señal que indique lo que hay dentro. Uno de ellos es el Tete Hookah (calle Gumersindo Rosillo, 1-5) y otro el High Bar (calle Olvido, 10). Este último lo abrió en octubre Zechen Sun (Madrid, 25 años). Sus padres también tenían un restaurante chino en la capital, creció echándoles una mano y ahora ha montado su propio negocio junto a varios socios. “Éramos un grupo de amigos que salíamos por Usera, pero no nos acababan de convencer los sitios que había. Por eso montamos High Bar inspirado en garitos de lujo de China, donde se llevan mucho los neones y los leds, con estética underground y callejera”, cuenta.
Al igual que Tete Hookah, cuenta con sofás donde sentarse a fumar, beber y jugar, y un ambiente imposible de encontrar en cualquier otro local de la ciudad. “Todavía estamos lejos de ser el Chinatown de otras capitales del mundo, pero si queremos construir una identidad hay que hacerlo bien”, dice Paloma Fang, quien abrirá en agosto otro local en la misma calle Nicolás Sánchez. “La primera vez que vine a Usera me enamoré del barrio, y supe que montaría aquí mi restaurante”, recalca Xu. Todos ellos son los protagonistas de una generación que quiere compartir su cultura y darse a conocer a todo tipo de público.