‘Fiesta, luz y color’

El diseñador gráfico Eduardo Simonneau ha revestido el Oso y el Madroño con fuegos artificiales para celebrar con colores pero sin ruido el trabajo de los sanitarios

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Eduardo Simonneau, un diseñador gráfico nacido en Barcelona hace 43 años, ha organizado una fiesta a los sanitarios. A todos y a su manera. Como parte del concurso ¡Muchas Gracias, Madrid!, ha creado una versión de la estatua del Oso y el Madroño cubierta de fuegos artificiales como forma de agradecimiento al trabajo de médicos, enfermeros y demás personal que ha luchado y sigue haciéndolo en la pandemia. Simonneau forma parte de los 40 finalistas de entre 500 participantes que enviaron sus rediseños de este emblema de la capital y que verán cómo su propuesta de intervención se convierte en realidad.

Afincado en Sa Pobla (Mallorca), Simonneau desentraña el proceso de creación: “Al principio pensé que el madroño podía ser como una fuente de donde salieran los fuegos artificiales, el espectáculo. Luego me di cuenta de que me gustaba más si completaba la estatua entera. Al ser negra, representaba muy bien la noche”. Y añade para explicar sus diseños: “Me gusta repetir formas simples”.

Simonneau nunca se había presentado a un concurso: “Estoy acostumbrado a realizar encargos profesionales. Cuando hay libertad para diseñar puede resultar complicado”, afirma este barcelonés al que le habría gustado formar parte del colectivo de sanitarios. Todo por su madre, que es enfermera y que siempre le animó a seguir sus pasos. “El diseñador se dedica a desarrollar el capitalismo. Los sanitarios son todo lo contrario”, cuenta con simpatía.

Simonneau ensalza la labor de médicos, enfermeros y demás personal que trabaja en los hospitales y centros de salud, y de los profesores y del resto de profesiones vocacionales sobre los que, dice, recae una responsabilidad brutal. “Es sorprendente cómo todo se ha sostenido por unos hilos… Esta gente que lo ha soportado todo”, explica el diseñador, que abandonó Barcelona y se instaló con su pareja, nacida en Mallorca, en este pueblito del norte de la isla. “Las ciudades a veces se ponen muy cabronas”, comenta para referirse a algunos de los problemas que acarrea vivir en grandes urbes.

No por ello deja de gustarle Barcelona, donde vivió siempre, y Madrid, donde tiene muchos amigos. “Me flipa la ciudad. Me parece muy divertida”, destaca. Sus tíos vivían en la capital y recuerda ir a visitarlos en Navidad y dar un paseo por el centro, acercarse a Cortylandia y al Oso y el Madroño. Cuando vuelva lo va a encontrar muy cambiado, pero al mismo tiempo muy reconocible.

El símbolo del oso y el madroño de Madrid

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