Comer en la ferretería más antigua de Madrid
En la ferretería de la calle de Atocha, inaugurada en 1888, transformada en restaurante en 2019 y recomendada por la guía Michelin, desde este verano se disfruta de buena gastronomía entre antigüedades y obras de arte
“Esto no es una taberna, no es un museo, no es un restaurante de lujo. Es el mundo de Toñi. Un sitio hecho a su medida”. Así define Ferretería (Atocha, 57) el cocinero Diego Ferrer, encargado de la parte gastronómica del local junto a Eneko Irizar y Patricio Fuentes. Y no le falta razón. Cuando Antonia Escapa, a la que todo el mundo llama Toñi, le compró a María Jesús García la ferretería más antigua de Madrid en 2016, le prometió que la dejaría lo más parecida posible a como la preservaba su familia desde que abrió.
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“Esto no es una taberna, no es un museo, no es un restaurante de lujo. Es el mundo de Toñi. Un sitio hecho a su medida”. Así define Ferretería (Atocha, 57) el cocinero Diego Ferrer, encargado de la parte gastronómica del local junto a Eneko Irizar y Patricio Fuentes. Y no le falta razón. Cuando Antonia Escapa, a la que todo el mundo llama Toñi, le compró a María Jesús García la ferretería más antigua de Madrid en 2016, le prometió que la dejaría lo más parecida posible a como la preservaba su familia desde que abrió.
Se trataba de un local de 1888 donde parecía que no había pasado el tiempo. Estaba presidido por un enorme mostrador de madera en forma de u, rodeado de cajoneras y estanterías originales sobre las que colgaban toda suerte de artilugios ferreteros y componían una estampa hipnótica. Cuando Antonia entró por primera vez, se enamoró del espacio y de su historia. Y como buena apasionada de las antigüedades y al arte contemporáneo –es coleccionista y miembro del Consejo Internacional de Mecenazgo de la Fundación Museo Reina Sofía–, al adquirirla decidió respetar su esencia. “Nada más ver la barra tuve claro que quería montar un restaurante, pertenezco desde hace 18 años a la Academia Leonesa de la Gastronomía”, cuenta.
La cuidada decoración. Después de tres años y medio de obras, tras un encomiable trabajo de restauración, abrió en septiembre de 2019 con una sorpresa en su interior: Toñi depositó parte de su colección personal de arte en los distintos espacios. Por eso, al bajar por las escaleras hay una escultura Lurra de Chillida, en uno de sus salones se puede cenar junto a un Pozo de la escultora Cristina Iglesias y en el baño cuelga un cuadro de Murakami. “¡Para qué quería verlas solo en mi casa pudiendo compartirlas con todo el mundo!. Me hacía ilusión que la gente pudiera disfrutar del arte de una manera más informal que en un museo.”, explica.
Además, cuenta que María Jesús se llevó las cosas de valor de la ferretería y ella se quedó con cientos de papeles, cuadernos, cajas y otros materiales que ha ido limpiando para mezclarlos con antigüedades personales. Con todo ello decora el local y cambia el escaparate cada tres semanas. “Por estas averías que te prepara la vida, desde hace un año estoy en silla de ruedas y me he volcado en llevar la parte estética del local. Durante dos décadas tuve una perfumería en León y cambiaba su escaparate cada dos semanas. Por eso lo tengo muy interiorizado y además me apasiona”, añade.
La nueva carta. El local tiene tres espacios diferenciados y desde este año comparten carta. En la entrada, donde se situaba la antigua tienda, se puede tomar un vino, un picoteo informal, almorzar o cenar sobre el antiguo mostrador que regentaba María Jesús. En lo que era la trastienda, ahora hay una cocina vista y unas mesas altas. Al bajar las escaleras, un pequeño patio solo para fumar conduce a las antiguas cavas transformadas en íntimos salones. “Eran las carbonerías del Real Colegio de Huérfanas de Nuestra Señora de Loreto de la época de Felipe II”, afirma Toñi. Y un pasillo lleva a la mesa del chef donde terminan de preparar delante de los comensales platos como el steak tartar, el rabo de vaca estofado o el rodaballo.
Esta temporada, Ferretería ha dado un giro a su carta con el nuevo equipo al frente de la gastronomía. La nueva es más sencilla y en su cocina solo usan productos nacionales que saben respetar con elaboraciones honestas. Diego Ferrer asegura que solo cuentan con proveedores de primera como, por ejemplo, Pescaderías Coruñesas, y que todos los embutidos provienen de León, de donde es Toñi. En esta oferta destacan buenas opciones para compartir como los crujientes y sabrosos torreznos (7,50 euros la ración), la oreja de cerdo laminada y sellada con salsa romesco y chimichurri (12 euros), unas exquisitas croquetas de cecina o jamón sobre migas extremeñas (2, 8 euros la unidad) y buñuelos de cecina con alioli de manzana y cebollino (5 euros).
Del mar, el estupendo rodaballo hecho a la parrilla (28 euros) se puede acompañar de pimientos de piquillo confitados (5 euros). Y en la bodega no faltan referencias de la D.O. Bierzo y otras denominaciones nacionales especiales con una buena selección de vinos por copas. No extraña que la guía Michelin acabe de incluir Ferretería en sus recomendaciones madrileñas, ni que María Jesús se pase de vez en cuando a tomar algo en su antiguo mostrador y compruebe orgullosa que Toñi mantiene su promesa.
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