El PSOE intenta sortear una ola de adversidad

El partido encara su congreso con la pretensión de responder al rearme ideológico derechista y de reivindicarse como excepción al retroceso de la socialdemocracia

José Luis Rodríguez Zapatero, Pedro Sánchez y Felipe González, los tres presidentes del Gobierno del PSOE en el presente periodo democrático, sentados juntos en el último congreso federal del partido, celebrado en 2021.

Cuando Abdón Mateos habla del PSOE, sabe de lo que habla. Catedrático de Historia Contemporánea de la UNED y autor de Historia del PSOE en transición (1970-1988) e Historia de la época socialista (1982-1986), su perspectiva abarca más de medio siglo. Y desde ahí observa que e...

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Cuando Abdón Mateos habla del PSOE, sabe de lo que habla. Catedrático de Historia Contemporánea de la UNED y autor de Historia del PSOE en transición (1970-1988) e Historia de la época socialista (1982-1986), su perspectiva abarca más de medio siglo. Y desde ahí observa que el congreso que el PSOE celebra entre el viernes y el domingo próximos en Sevilla reúne dos elementos que suelen caracterizar a los cónclaves “tranquilos”. El primero, que se celebra desde el Gobierno. El segundo, que el liderazgo está claro. Pero hasta ahí, y ni un milímetro más lejos, llega la tranquilidad. Porque el 41º congreso del PSOE viene marcado por un contexto nacional e internacional de extrema dificultad para la socialdemocracia. “Lo mires por donde lo mires, las circunstancias no nos favorecen”, resume una fuente de Ferraz que conoce los preparativos del congreso.

Desde Suresnes, en 1974, los cónclaves del PSOE han visto de todo: la apuesta por la “ruptura democrática” en 1976; la rebaja del marxismo a “instrumento teórico” en 1979; el apogeo de Felipe González en los 80; los vaivenes sobre la OTAN hasta el sí definitivo de 1984; las primeras cuotas femeninas (25%) en el partido en 1988; las tribulaciones ideológicas de los 90 tras el colapso comunista; la apuesta de José Luis Rodríguez Zapatero por el matrimonio gay, los derechos LGTBI y la nueva la ley del aborto en los congresos de los 2000; el “somos la izquierda” de Pedro Sánchez en 2017 para marcar territorio ante la amenaza de Podemos. Y así hasta 2021, ya de vuelta a La Moncloa, cuando el partido intentó escenificar coherencia histórica con el abrazo de González y Zapatero a Sánchez.

La crónica de estas cinco décadas ha dado para mucho uso y abuso del adjetivo “histórico”. Pero ahora, incluso empleándolo con máxima prudencia, cabe afirmar que nunca en la historia del PSOE en democracia un congreso había tenido lugar en un momento de tanto auge de la extrema derecha como el que toca en Sevilla. Los ultras tienen más fuerza que nunca en la UE, gobernando países como Italia o Hungría, al acecho del Elíseo y en un ascenso generalizado que en febrero —según apuntan las encuestas y las últimas elecciones regionales— refrendarán en Alemania. La victoria de Donald Trump les otorga además, especialmente a los Patriotas por Europa de Marine Le Pen, Viktor Orbán y Santiago Abascal, una relación privilegiada con el futuro morador de la Casa Blanca.

Felipe González y Alfonso Guerra (en el centro), puño en alto, durante el congreso de Suresnes (Francia), el último del PSOE en el exilio, en 1974.

El auge ultraderechista no está consolidando a la izquierda como alternativa. Si los tres grupos europeos en los que se dividen los extremistas se integraran en uno solo, serían el segundo de la Eurocámara. Pero el primero serían los conservadores históricos del Partido Popular Europeo al que pertenece el PP. Los socialdemócratas están en retroceso. No solo perdieron peso en las últimas elecciones europeas. A escala nacional, Alemania, España, Rumanía, Dinamarca y Malta, con gobiernos de esa familia, son excepciones a la regla. Y las encuestas son tan malas para el canciller Olaf Scholz de cara a las elecciones de febrero que su partido debate si sustituirlo. “El histórico referente socialdemócrata nórdico está casi desaparecido”, señala Abdón Mateos.

Aunque sin negar la “obviedad” del “mal momento” de esta familia política, Jorge Tamames, profesor de Economía Política en la Universidad Carlos III, se resiste a hablar de “crisis de la socialdemocracia”, en parte porque “ya es un cliché”, en parte porque estos partidos “han demostrado antes su capacidad de recuperación”. Lo que sí hay a juicio de Tamames —y es igual de preocupante para el PSOE— es un “ciclo destituyente” alimentado primero por la covid-19 y ahora por la inflación. “Hasta ahora, Sánchez ha logrado esquivarlo. Pero no sabemos cuánto aguantará”, añade.

Esta “derechización del poder” viene propiciada y al mismo tiempo propicia una “derechización de la agenda”, explica Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política adscrita al Instituto Complutense de Estudios Internacionales. “Los temas que acaparan el debate, desde la inmigración a la seguridad, favorecen a la derecha, y las fuerzas progresistas no logran frenar el discurso del miedo”, afirma Ferrero. Así lo ve también Jorge Tamames: “Toda la conversación gira sobre cuestiones en las que la derecha está más cómoda”. Y el problema no es solo el contenido. Parte del continente también está trucado, con el ejemplo emblemático de X, la red social de Elon Musk.

Los nubarrones son también nacionales. El Gobierno vive una legislatura de infarto. Sus principales socios se dividen en tres parejas de miembros enfrentados entre sí: Sumar contra Podemos, ERC contra Junts, PNV contra Bildu. Aunque el acuerdo fiscal de esta semana ha inoculado optimismo en el Ejecutivo, los presupuestos de 2025 no están garantizados. Los nacionalistas, especialmente los catalanes, ligan sus apoyos a exigencias que tienen un coste para el PSOE en el resto del país, la última de ellas una “financiación singular” que aflora tensiones en el propio partido. Las encuestas pronostican que la izquierda alternativa, clave para mantener al PSOE en el poder, vive un retroceso que lastra las opciones de reeditar gobierno. A todo ello se suma la incertidumbre que generan los casos judiciales sobre Begoña Gómez y el exministro José Luis Ábalos. Todo ello confluye en graves dificultades del Gobierno para marcar la agenda, que el PSOE intenta sin éxito centrar en los resultados macroeconómicos y en el mercado laboral de sus políticas. “Y a todo eso súmale el auge de la antipolítica, que para nosotros es muy dañino”, apunta la fuente de Ferraz.

Los primeros ministros de Italia, Giorgia Meloni, y Hungría, Viktor Orbán.Johanna Geron (REUTERS)

A la ofensiva y hacia fuera

En medio de esta adversidad, llega el congreso. No lo precede gran expectación. Ni siquiera el 50º aniversario de Suresnes, casi inadvertido, ha servido para ponerle foco. No obstante, nadie prevé que el PSOE busque un cónclave de perfil bajo. “Por la necesidad de recuperar iniciativa, no pueden conformarse con reforzar a Sánchez y reivindicar genéricamente postulados progresistas”, señala Ferrero, para quien se impone un “rearme ideológico”, trabajo que —afirma— la extrema derecha ya ha realizado, arrastrando en parte a la derecha tradicional.

Manuel Escudero, presidente de la Fundación Avanza, el centro de estudios con el que el PSOE pretende precisamente rearmarse contra la “cruzada ultra”, pone el congreso en perspectiva: “Estamos en una nueva época, el fin del periodo abierto con el New Deal y el consenso socialdemócrata europeo, al que se opone una corriente populista libertaria postdemocrática. Ante eso, no podemos caer en el error de limitarnos a ser gestores más inteligentes del neoliberalismo, como Gerhard Schröder o Tony Blair. Tenemos que ir a la ofensiva, sabiendo además que ahora el PSOE es un referente socialdemócrata también fuera de España. No va a ser un congreso de madera, de blablablá”.

Coincide Diego López Garrido, vicepresidente de la Fundación Alternativas: “Estamos entrando en una nueva era en la que la democracia, el Estado de derecho y el Estado del bienestar están bajo amenaza. No cabe un congreso mirando hacia dentro”. “Nueva época”, decía Escudero. “Nueva era”, dice López Garrido, de larga trayectoria socialista. Y los dos coinciden en que la tarea es presentarse como baluarte progresista más allá de España, más aún ante la posible caída de Scholz, que dejaría a España como el país más poblado con jefe de gobierno socialdemócrata. Lo dice la propia ponencia: del PSOE “dependerá el porvenir de la izquierda, no solo de España, sino de toda Europa”.

El excanciller alemán Gerhard Schröder.Michael Kappeler (dpa/picture alliance/Getty Images)

El historiador Abdón Mateos ve en el énfasis del Gobierno por diferenciarse de las políticas restrictivas que dominan la UE en inmigración una voluntad de subrayar su carácter de excepción socialdemócrata en un mar conservador. Para Ruth Ferrero, esa voluntad de trascendencia internacional está clara. “De lo que tengo dudas es de que vayan a conseguir animarlos [a los partidos de esta familia], porque los factores en contra son fuertes y el PSOE no ha tenido tiempo de desarrollar una propuesta global que articule economía y transición verde. Y mucho menos, una propuesta propia de política exterior”, añade Ferrero, que sí cree que el partido tiene algo a favor: el deslizamiento de sectores de la derecha tradicional hacia el extremismo le deja espacio para hacer compatible el crecimiento hacia su izquierda —favorecido por la crisis del espacio de Sumar y Podemos— con la recogida de apoyos centristas.

Ferrero abre un importante melón: ¿mirar hacia el centro o hacia la izquierda? En el PSOE existe un “debate” sobre si el contexto pide una reivindicación de la mejor capacidad de gestión para captar moderados descontentos o un perfil más aguerrido, señala la fuente de Ferraz. “Las dos cosas a la vez son difíciles”, añade. A su juicio, el rechazo a Sánchez entre sectores que se autoperciben como centristas dificulta la pesca electoral en aguas templadas. “Creo que la apuesta debe ser por las políticas de izquierdas en temas tangibles: pensiones, salario mínimo, vivienda, igualdad, cambio climático. Y reforzarlo con una defensa de la democracia frente a la ultraderecha”, señala.

Los límites del ‘que vienen los ultras’

Pero, ¿hasta qué punto está gastado el argumento del freno a la ultraderecha, con Trump rumbo a la Casa Blanca y los socialistas europeos avalando a los candidatos a comisario de Giorgia Meloni y Viktor Orbán? López Garrido admite un “cierto debilitamiento”, aunque más por Trump que por lo que ve una maniobra del Partido Popular Europeo para utilizar a los socialistas en su blanqueamiento de la extrema derecha. Para Tamames, el recurso al miedo a la ultraderecha “cada vez funciona peor”. En las generales de 2023 funcionó, dice, pero sobre todo por la “torpeza” del PP con sus pactos autonómicos con Vox. “Pero esa idea de que los países como España y Portugal tenemos más anticuerpos contra la extrema derecha por haber sufrido dictaduras de derechas está ya desmentida”, añade. Ferrero cree que el que vienen los ultras nunca fue un “argumento ganador”, pero menos aún ahora, cuando es evidente la incapacidad de “aislar” a la extrema derecha, como ha quedado patente en la reciente negociación europea.

Referente de la corriente Izquierda Socialista hasta su salida del PSOE en 2018, el catedrático de Filosofía en la Universidad de Granada José Antonio Pérez Tapias cree que los mayores problemas del PSOE no vienen del contexto —“aunque es enormemente complicado”—, ni de la pérdida de miedo a la ultraderecha, sino de una crónica indefinición ideológica. “En cuanto al modelo territorial, todo son cesiones improvisadas, sin estrategia. Y ese es un tema que chirría en los congresos, como veremos ahora. En cuanto a política exterior, ¿qué decir? No hay propuesta. Ni siquiera se ha explicado el giro sobre el Sáhara. Y en economía, hay una crítica insistente al neoliberalismo, pero, ¿y la alternativa? Falta una propuesta creíble sobre vivienda, sobre redistribución, sobre cómo conseguir que las grandes cifras lleguen a la economía micro”, concluye.

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