¡Queremos fricción!
Una creciente tendencia apunta a una vuelta a lo humano tras una década de hiperconexión que nos ha dejado agotados, y que se expresa en el éxito de lo material, como la vuelta a los vinilos o las cámaras de carretes
El péndulo se ha desplazado al otro extremo: hacia lo privado, lento y antisocial. Tras una década de compartir lo humano y lo divino en todo tipo de redes sociales, a muchos ya solo les apetece quedar cara a cara como máximo con cuatro personas, en espacios íntimos y sin pantallas ni interrupciones algorítmicas. Por lo que sea, se nos “olvida” publicar la foto, y una de nuestras prácticas más gratificantes es cancelar citas y desquedar en el último minuto....
El péndulo se ha desplazado al otro extremo: hacia lo privado, lento y antisocial. Tras una década de compartir lo humano y lo divino en todo tipo de redes sociales, a muchos ya solo les apetece quedar cara a cara como máximo con cuatro personas, en espacios íntimos y sin pantallas ni interrupciones algorítmicas. Por lo que sea, se nos “olvida” publicar la foto, y una de nuestras prácticas más gratificantes es cancelar citas y desquedar en el último minuto. “Las personas prefieren la profundidad a la amplitud, el contacto humano a la imitación algorítmica”, diagnostica la agencia Jack Morton, casi una biblia de las tendencias de mercado, que vaticina que “la intimidad y la comodidad serán las nuevas divisas de la conexión”. La gente se reúne en clubs, en sitios cerrados y empieza a sentir cierto pudor a plantar el móvil en la mesa mientras cena con los amigos que le importan. No escuchar o dispersarse es una señal de pérdida de control, de estar dominado por el algoritmo. Algo que empieza a ser muy poco atractivo.
Una vuelta a lo humano tras una década de hiperconexión que nos ha dejado agotados, y que se expresa en el éxito de lo material, lo que pesa y tiene textura, se rompe y da problemas. Lo imperfecto, desigual, escaso y de difícil acceso. En 2026 se colgará la etiqueta craft (artesanal) a múltiples productos para sugerir todo eso. Lo cierto es que queremos volver a tocar algo más que la superficie de una pantalla.
Lo hemos visto con fuerza en la fascinación de los más jóvenes por los vinilos y las cámaras de carretes. El periodista David Sax, autor de The Future is Analog (El futuro es analógico; sin edición en español) explica por qué triunfan los discos físicos. “Toda la música digital es igual, es fácil de conseguir, el gusto y el conocimiento es irrelevante. No tiene sentido presumir de tu colección en iTunes o de tus listas de Spotify. La música se ha convertido en data, en lenguaje binario, imposible de tocar, y no hay nada menos sexy que ser data”. Y aunque muchos se apresuran a culpar a la nostalgia del fenómeno, los expertos hablan de otra fuerza: la dificultad y la frustración que acompaña al mundo físico, también la satisfacción cuando lo conseguimos dominar. Disparar con una cámara de carrete implica tiempo y concentración, las exposiciones son escasas y limitadas, hay que pensar antes de apretar el obturador. Hay que estar presente y cada error cuesta dinero. Lo analógico es caro y de difícil acceso. Los expertos lo llaman fricción, es humana y es justo lo que echamos de menos. Además, son tecnologías más lentas, con tiempos más parecidos a los nuestros, y 2026 puede ser por fin, contra todo pronóstico, el primer año de la desaceleración. La primera vez que algunos preferirán la humanidad a la conveniencia de la digitalización. Si la AI lo permite, claro.