Ir al contenido

Londres busca recuperar su alma noctámbula

Gracias a locales como The Park, cenar tarde pero de forma civilizada vuelve a ser posible en la capital británica, cuya vida nocturna aún no se ha recuperado de la pandemia

A diferencia de Madrid, Nueva York o Atenas, cenar tarde en Londres no es fácil. Ni común. Los hábitos gastronómicos nocturnos tardíos de la capital británica se limitan a un kebab o unas patatas fritas a la salida del pub. Pero eso podría estar a punto de cambiar. Ya son muchos los locales que están desafiando la costumbre del cierre temprano. Por ejemplo, The Dover, restaurante italiano en el barrio de Mayfair donde los fines de semana se puede reservar mesa hasta las 23.30. También está Mountain, con estrella Michelin, en el Soho, dirigido por el chef Tomos Parry, que ahora ofrece reservas hasta las 22.30. Aunque una de las iniciativas más proactivas es la de The Park, donde Jeremy King ofrece desde la primavera un 25% de descuento para las mesas reservadas después de las 21.45.

King recuerda tomar los últimos pedidos de cena a la una de la madrugada cuando empezó en la hostelería en los setenta. “Hoy es casi imposible conseguir algo después de las diez de la noche. No entiendo por qué ocurrió, pero estoy decidido a animar a la gente a redescubrir el placer de cenar tarde”, advierte. King es un maestro de la reinvención y el nombre detrás de restaurantes como Le Caprice (del que eran habituales Tom Cruise o la princesa Diana), el Wolsey (donde se podía ver a Joan Collins o Lucian Freud) y el eterno The Ivy.

La noche del sábado que visitamos The Park, en el oeste de la ciudad, muy cerca de Hyde Park, Aaron y Sam Taylor-Johnson cenaban allí con sus hijas. Imagine un restaurante neoyorquino de los años sesenta decorado con el estilo kitsch de Palm Springs: suelos de parqué, paneles de madera de roble californiano color miel y banquetas de cuero marrón mantecoso. Los londinenses de esta zona, de mediana edad y con aires artísticos, se besan al aire mientras toman rondas de Negronis con albahaca y aceitunas. La comida también tiene un encanto sencillo de inspiración esencialmente italiana y norteamericana. Ni rastro de kebabs ni patatas con sal y vinagre. En su lugar, un sedoso linguini de cangrejo con chile y limón y delicados rollitos de langosta. El escalope de pollo (un clásico en otros restaurantes de Jeremy King en Londres) es finísimo y crujiente, servido con una rodaja de limón. Eso no quiere decir que no haya un toque divertido. Los postres incluyen dónuts de crema de vainilla con forma de nube, banana splits con salsa de chocolate y una carta de helados para preparar tu propio sundae, donde se pueden añadir ingredientes sofisticados como coulis de frambuesa, almendras laminadas y minimerengues.

La longevidad no es un concepto que se asocie con el mundo de la restauración londinense, donde el negocio es feroz y los costes se disparan a un ritmo tan vertiginoso que hacen que un restaurante cierre cada dos días de media. El hecho de que King lleve cinco décadas en el negocio es una prueba de su destreza.

Este empresario de la restauración acostumbrado a codearse con la élite londinense ha dicho que quiere revivir la espontaneidad y la diversión de la vida nocturna de la ciudad, que, según él, ha faltado desde la pandemia. Además del descuento nocturno, también ofrece “ofertas relámpago” de martinis por una libra. La filosofía aquí: venir a comer y terminar quedándose hasta la cena, y luego ser expulsado al cierre.

Desde que lanzaron la iniciativa Noctámbulos el mes pasado, ha habido un ascenso en la clientela. “Hemos visto un aumento bastante pronunciado en el número de personas que vienen después del teatro, lo cual es interesante”, dice King. “Y uno siempre lo llama ‘después del teatro’, pero es… Me interesa que la gente se sienta como en casa después de las 22.30, que sienta que no hay nada malo en salir tarde por la noche y que no están sentados en una habitación vacía”.

Más información

Archivado En