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EL PAÍS

Cómo cambia el cerebro con la paternidad

Los hombres también viven transformaciones hormonales que los preparan mejor para la crianza. Pasar tiempo con los bebés ayuda a despertar los instintos paternos y crear una conexión mayor

EPS 2529 PLACERES DIA PADRE PSICOLOGIA
Pau Valls

Durante siglos se ha creído que solo el cuerpo de las madres se preparaba para la crianza. Sin embargo, la ciencia está demostrando que el cerebro masculino también tiene su propio “modo papá”, esperando a ser activado. Requiere más tiempo y ciertas condiciones, pero los hombres también experimentan cambios neurológicos que los ayudan a mejorar la conexión con su hijo y con la familia.

El embarazo es uno de los procesos de mayor transformación personal. El cuerpo de las mujeres experimenta cambios significativos, incluyendo el cerebro, moldeado por las hormonas que facilitan la transición a la maternidad. La transformación es tan profunda que, incluso, los niveles de hormonas que acumula una mujer embarazada en nueve meses equivalen a los que alcanzaría una mujer no embarazada durante 35 años, según la doctora Susana Carmona, líder del grupo Neuromaternal del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón, centro de referencia internacional en el estudio del impacto neurológico del embarazo. La doctora Carmona, autora del libro Neuromaternal (Ediciones B, 2024), denomina a este proceso matrescencia, una palabra que recoge la similitud entre la maternidad y la adolescencia, etapas caracterizadas “por importantes cascadas hormonales acompañadas de profundos cambios físicos, psicológicos y sociales”. Pues bien, las transformaciones que viven las futuras madres son las que precisamente ayudan al cambio en el cerebro del padre.

Las feromonas de las mujeres, que se transmiten a través de la piel y de la sudoración, hacen que el cerebro del futuro padre comience a descender su nivel de testosterona hasta un 33% y aumente la prolactina en más de un 20% al final del embarazo. Dicho cambio consigue que el hombre reduzca su deseo sexual, aumente su plasticidad neuronal, agudice su oído para escuchar el llanto de su hijo cuando ha nacido y se prepare mejor para sacar adelante a la familia. En el caso de la testosterona, por ejemplo, se ha demostrado que su descenso favorece una mejor crianza. Un reciente estudio que analizaba los niveles de la hormona de 27 parejas que esperaban un hijo demostró que aquellos varones que tuvieron un mayor descenso de la testosterona durante el embarazo e, incluso, sincronizaron sus niveles con los de su pareja estuvieron mejor preparados para la paternidad y para el compromiso con la familia. Todo ello ayudó a fortalecer su vínculo con la madre y los preparó para una participación más activa en la crianza.

Ahora bien, dichos cambios no son intrínsecos, como les sucede a las mujeres. Solo se producen cuando interactúan con el contexto. Podríamos decir que el padre no nace; el padre se hace. “Vive cambios en su cerebro, pero suceden por el entorno: primero, acompañando a la madre, y segundo y más importante, por la interacción con el bebé”, aclara la doctora Carmona. Otra investigación reciente, realizada entre España y EE UU con padres primerizos y hasta los seis meses de vida de sus bebés, ha demostrado que aquellos que han disfrutado de una mayor baja por paternidad experimentan cambios más pronunciados en las regiones cerebrales que apoyan la atención dirigida y la empatía. De este modo, están mejor preparados para sintonizarse con las señales de sus bebés, a su llanto o a sus necesidades, en comparación con los padres que no han vivido dicha baja. En el estudio se analizó con resonancia magnética el impacto de la paternidad y se descubrió que había mayores cambios cerebrales en padres españoles que en estadounidenses. Entre las posibles causas que barajan las autoras del estudio están los permisos por paternidad. En España los hombres habían disfrutado de 16 semanas a diferencia de los padres estadounidenses, con apenas tiempo libre para cuidar al recién nacido. Según la doctora Magdalena Martínez García, coautora del estudio e investigadora del cerebro parental en la Universidad de California en Santa Bárbara, “el comportamiento del padre es un proceso de aprendizaje, y cuanto más se practica, más se especializa y más se sintoniza con el bebé”. De hecho, también se ha constatado en los padres homosexuales. Los cuidadores primarios muestran conexiones más fuertes entre las regiones cerebrales parentales cuando ven a sus bebés, en comparación con los cuidadores secundarios.

En definitiva, podríamos decir que pasar tiempo de calidad con la madre embarazada y con el recién nacido es un entrenamiento cerebral para los padres, que redunda en beneficio para todos, que ayuda a despertar los instintos paternos y que permite disfrutar de la experiencia de ser padre a lo largo de los años.

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