Enésima ofensiva griega para recuperar los mármoles del Partenón
Todos los argumentos del Reino Unido y el Museo Británico para retener estos tesoros se desmoronan ante una presión desde Grecia que no ceja
Los griegos cuentan que, durante su Guerra de Independencia, en 1821, los otomanos estaban asediados y sin munición en la Acrópolis de Atenas. Desesperados, empezaron a desmantelar el Partenón para fundir sus abrazaderas de hierro y plomo y fabricar balas con ellas. Los revolucionarios al enterarse, según el relato, ofrecieron compartir su propia munición con tal de que no se dañaran los monumentos. Los turcos aceptaron y los griegos cumplieron.
La historia se convirtió en leyenda al no...
Los griegos cuentan que, durante su Guerra de Independencia, en 1821, los otomanos estaban asediados y sin munición en la Acrópolis de Atenas. Desesperados, empezaron a desmantelar el Partenón para fundir sus abrazaderas de hierro y plomo y fabricar balas con ellas. Los revolucionarios al enterarse, según el relato, ofrecieron compartir su propia munición con tal de que no se dañaran los monumentos. Los turcos aceptaron y los griegos cumplieron.
La historia se convirtió en leyenda al no poder demostrarse que de verdad sucedió. Algo que no impidió su incorporación a la tradición helena y que sea uno de los mitos fundacionales de su independencia junto con el entierro del corazón de Byron o los suicidios de las souliotas, entre otros. El relato quedó circunscrito a fronteras griegas hasta que se popularizó en un discurso en Oxford en 1986. ¿La responsable? La actriz, militante contra la dictadura y, por entonces ministra de Cultura de Grecia, Melina Mercouri. ¿El destinatario? El Museo Británico. ¿El mensaje? Que devolviera a Atenas los mármoles del Partenón.
Los gobiernos helenos han reclamado esas obras desde el final de la Dictadura de los Coroneles (1967-1974) basándose en que salieron de Ática ilegalmente. Por su parte, tanto el Museo Británico como los diferentes gobiernos desde Londres argumentan que Thomas Bruce, popularmente Lord Elgin, contó con el beneplácito del sultán otomano Selim III, por entonces gobernante de Grecia, mediante un firmán [edicto]. Asimismo, sostienen que la adquisición de estas por el Museo al quebrado lord escocés fue igualmente legal. Con el tiempo, el caso pasó a un impasse cuyo desenlace residía en dilucidar si las obras salieron de Grecia por un saqueo o una adquisición legal. Para Reino Unido no fue un robo, para Grecia sí.
Todo estaba destinado al statu quo hasta que este mayo, durante una conferencia de la UNESCO sobre el Retorno de los Bienes Culturales a sus Países de Origen, Turquía confirmó lo que Grecia sostiene desde hace décadas: “No existe ningún firmán”. Las declaraciones fueron publicadas por los grandes medios griegos y la ministra de Cultura, Lina Mendoni, enfatizó que era un “objetivo nacional” el regreso de los mármoles al lugar que Fidias diseñó hace 2.500 años.
Dos meses después, el 4 de julio, el líder laborista, Keir Starmer, logró una holgada victoria sobre los conservadores, férreos defensores de la titularidad británica de las obras, y nombró a Lisa Nandy ministra de Cultura, conocida por plantear enfoques decoloniales inusuales en Westminster. Tan solo dos semanas después, el director del Museo Británico, Nicholas Cullinan, habló por primera vez sobre el reclamo y sugirió un préstamo, pero descartó la devolución en base a una Ley de 1963. Varios abogados argumentaron que podría producirse su reformulación por la mayoría laborista, aunque el Partido no se ha pronunciado sobre ello.
Sin embargo, el 28 de septiembre en una entrevista para el diario griego Ta Nea, la exsecretaria de Cultura de la oposición laborista, Thangam Debbonaire, afirmó que Starmer quería una solución para lo que calificó como “robo”. Posición que granjeó un aluvión de críticas de los tories, y de sectores partidarios de la teoría de las compuertas, según la cual si el Museo Británico devuelve las piezas atenienses, sentaría un precedente para recibir reclamaciones similares y acabaría vacío. Algo que no ha sucedido con otros museos que han devuelto fragmentos de la misma obra reclamada por Atenas.
Mercouri evocaba en sus discursos un verso del poeta Yannis Ritsos: “Estas piedras no merecen menos cielo”. Convirtiéndolo en un aforismo del reclamo griego. De ser devueltas, se albergarían en el Museo de la Acrópolis de Atenas, a 300 metros de la obra original, en la Galería del Partenón, una sala diseñada ex profeso para exponerlas. Jamás volverían a descansar bajo cielo ateniense.
Si no regresan, el espacio seguirá teniendo, debajo de conmovedores huecos vacíos y deliberadamente burdas reproducciones, unos letreros en griego e inglés que, tras la fecha, el nombre y la explicación de las piezas apostillan: “Obras originales retenidas por el Museo Británico”.