Superpolicías españoles a la caza de los fugitivos más buscados del mundo
La Sección de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional nos abre las puertas de su mundo de investigación y acción. Una veintena de agentes despliega su red para atrapar a los huidos de la justicia de cualquier país del mundo. Su lema: “Quien te quiere, te busca”
El sonido de un grupo de Instagram despertó al agente Moyano de madrugada. “Esta gente no duerme de noche”, se quejó en voz alta mientras trataba de ver el vídeo de un directo en la pantalla de su móvil en la oscuridad. No reconoció a nadie. Llevaba meses detrás de una fugitiva, Francelys María Furcal, de 30 años. Creía que estaban muy cerca de terminar de ubicarla. “En aquel momento, yo ya conocía sus horarios, sus aficio...
El sonido de un grupo de Instagram despertó al agente Moyano de madrugada. “Esta gente no duerme de noche”, se quejó en voz alta mientras trataba de ver el vídeo de un directo en la pantalla de su móvil en la oscuridad. No reconoció a nadie. Llevaba meses detrás de una fugitiva, Francelys María Furcal, de 30 años. Creía que estaban muy cerca de terminar de ubicarla. “En aquel momento, yo ya conocía sus horarios, sus aficiones, sus vicios, con qué gente se movía, sus novios y amantes, qué lugares frecuentaba, la música que le gustaba, a sus amigas, casi cómo pensaba, solo me faltaba encontrármela, verle la cara y reconocerla, porque normalmente los fugitivos que buscamos no están igual que en la foto que tenemos en su ficha”, explica el policía, de 29 años, meses después de la detención de Furcal, mientras contempla el dosier policial que fueron nutriendo día a día, durante un año, él y sus compañeros del Grupo II de la Sección de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional. Allí están las fotos de ella con sus distintos looks, las de sus maridos, su suegra, sus hijos, sus amantes, sus amigas, las rutinas de unos y otros, sus conversaciones, la zona por la que se suelen mover, las discotecas a las que van a bailar, sus identidades falsas, sus detenciones y reclamaciones de Extranjería… Tras meses de discretos merodeos, seguimientos e incansables vigilancias con potentes prismáticos desde azoteas, dieron finalmente con ella una tarde, a la salida de un supermercado del barrio madrileño de Tetuán.
—”Creo que ha salido del portal, va hacia el norte por la calle del mercado”, señala un agente por el canal interno desde la solana de un edificio.
—”Voy a cruzarme con ella”, advierte otra policía que toma la calle y se hace la encontradiza. “Creo que es ella”, comunica.
—”Ha entrado en el súper. Entro”, dice un tercer agente. “Es ella, estoy seguro. La dejamos salir, la seguimos y la paramos más adelante”, indica.
“La fugitiva más buscada de República Dominicana por matar a su jefe, detenida en Madrid”, rezaba el titular de este periódico el 6 de agosto de 2023, junto a dos fotografías de ella con escaso parecido entre sí. “Ser un buen fisonomista es importante en esta especialidad”, señala Moyano. “Nosotros tenemos una única oportunidad cuando nos topamos con el fugitivo de frente. Si nos muerde (reconoce a un policía antes de que pueda actuar), no lo volveremos a ver en mucho tiempo o nunca. Sus fallos, su exceso de confianza, su relajación, su red, configuran nuestra ocasión”, explica.
María Furcal, alias Rina y con otras dos identidades falsas más en España, había apuñalado a sangre fría a su jefe en la tienda de Santo Domingo donde trabajaba. Fue el 21 de abril de 2022. Lo registraron las cámaras de seguridad: ella coge un cuchillo de debajo del mostrador, se lo clava en el abdomen, sale, vuelve nerviosa, comprueba que el hombre está malherido en el suelo y se va, dejándolo allí, agonizante. Le piden 30 años de cárcel en su país.
El Grupo II busca a los reclamados por España y América Latina. El I, al resto de fugitivos
El 22 de julio de 2022 las autoridades dominicanas emiten la red notice (notificación roja), la señal que convierte a un ciudadano cualquiera en una persona buscada por las fuerzas del orden en el mundo entero. Después, son las conexiones entre países, los agentes de enlace (policías desplazados en otro país) y las relaciones trabadas personalmente entre homólogos de naciones distintas las que contribuyen a cercar a los huidos de la justicia. España es refugio de delincuentes latinoamericanos por las facilidades que da el idioma y de miembros de grupos de crimen organizado que se ocultan bajo el paraguas del turismo en la costa mediterránea. La red policial de Fugitivos detiene al año a una media de 400 prófugos.
El Grupo II de la Sección de Localización de Fugitivos se dedica a buscar a los reclamados por España y América Latina. Y el Grupo I, al resto de fugitivos internacionales. En realidad, la Sección de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional son 22 policías, bastante jóvenes (entre los 24 y los 45 años), 9 mujeres y 13 hombres, repartidos en esos dos grupos. Los que persiguen a personas reclamadas por España y América Latina trabajan alimentando una ficha (también con rastros de datos bancarios, facturas, recibos, pagos, alquileres, matrículas…) que termina siendo la Wikipedia de “el objetivo”, un perfil. Mientras que los del Grupo I, que buscan a reclamados por terceros países, trabajan contrarreloj recogiendo informaciones más precisas que les llegan de fuera, ampliándolas, verificándolas y comprobando in situ, fotografía en mano, si el identificado es el perseguido. Dos formas complementarias de trabajar en equipo, con tiempos y ritmos distintos, que llevan a que en algunos casos se detenga al fugitivo en una semana; y, en otros, a que pasen años hasta cercarlo. Cualquier nuevo dato reactiva una búsqueda.
Todos los agentes de Fugitivos son polis de esos que llevan la pistola ajustada en la cintura del pantalón vaquero porque no van de uniforme. Buena parte de su trabajo consiste en pasar inadvertidos entre sus objetivos hasta encontrárselos cara a cara.
“¿Qué tal, Blas?, ¡Al suelo!”, le espetó el agente Yacar (29 años y tres en el Grupo I) a su perseguido, segundos antes de abalanzarse sobre él en una cafetería de Alicante. La frase y el vídeo que la acompaña han quedado para la posteridad en este departamento, casi a modo de gag. Yacar es politólogo de carrera antes que policía, con posgrados en Inteligencia y Terrorismo, pero además es cantante y protagonizó buena parte de la serie Fugitivos, de Movistar. Toda una estrella del rock, un amante de la acción.
“En esta especialidad, la primera vez que ves al delincuente normalmente te tiras encima de él, llevas una foto y… hostia, hostia, ¡es él!, ¡es él!; no sabes si quiere a su hijo, no sabes si acaricia a los perros o les da patadas, pero tú te tiras encima y le pones las esposas”, resume Arru, de 42 años, otro compañero del Grupo I de esta unidad, que dejó hace tres años las tronchas (vigilancias en el argot policial) y las persecuciones de narcos en Galicia por este trabajo. “Antes me pegaba años siguiendo a un narcotraficante, le acompañaba al mercado, a llevar a sus hijos al colegio, al gimnasio… hasta que reunía pruebas de una actividad ilícita; ahora tengo una orden de detención [OID, Orden Internacional de Detención; OED, Orden Europea de Detención] que me impele a atraparlo, siento la eficacia de mi trabajo cada día, es muy motivante”, cuenta.
Son agentes muy preparados física y mentalmente, hablan idiomas y están dispuestos las 24 horas
Fernando González es desde 2019 el jefe de la Sección de Localización de Fugitivos, que ocupa dos habitaciones en los bajos de un edificio de ladrillo de los años cuarenta, el de la Comisaría General de Policía Judicial (CGPJ) en el complejo policial de Canillas, en Madrid. Una decena de ordenadores sobre un centro de mesas conforman la zona de trabajo, entre cuatro paredes de las que cuelgan pizarras con números de teléfono y directrices.
González, de 45 años y curtido en la UDYCO (Unidad de Droga y Crimen Organizado), lleva cinco años insuflando entusiasmo y ambición a su equipo, que dirige con un lema implantado por él mismo: “Quien te quiere, te busca”: “En la policía siempre hay quien ejecuta la acción y quien pone la lírica”, bromea Jonathan, del Grupo I. “En nuestro caso, el poeta es el jefe”.
“Quien te quiere, te busca” porque siempre hay alguien que les quiere, por amor o por odio, y les busca”, explica González. “Son sus entornos los que nos ponen sobre su pista”, añade. “Buscamos a una persona, pero en realidad seguimos a sus contactos”, resume. Y sentencia: “Nadie puede vivir mucho tiempo aislado”.
Fernando es uno de esos policías que ama su trabajo y que pasa de estar jugando en casa con sus hijos a moverse como pez en el agua por los presuntos despachos del sicariato en Madrid o por los de Interpol en Lyon. “No vale todo el mundo para este trabajo”, asegura, “porque es un trabajo muy operativo y, aparte de estar bien preparado física y mentalmente y hablar fluidamente varios idiomas, tienes que asumir que no eres dueño de tu tiempo: un día estás aquí y al día siguiente tomas un vuelo y no sabes cuándo volverás ni cómo”, dice. “Hay que estar dispuesto las 24 horas y eso te tiene que gustar”. La Sección de Localización de Fugitivos es pura acción, es una forma de vida.
Cada día, desde esa primera planta de la Comisaría General de Policía Judicial que congrega a buena parte de los policías que juegan en “las grandes ligas”, los de Fugitivos salen en busca de alguien, preparados para que suceda cualquier cosa. “Puedes acabar en la otra punta del país, o volver de vacío”, comenta Arru, licenciado en Magisterio.
Acción. Salimos con ellos y llegamos a una calle de un solo sentido en el barrio de Usera, en Madrid. Buscamos a un tipo reclamado por asesinato. Su foto, cara redonda y rellena, con ojos saltones y piel oscura, está fija en la pantalla de un teléfono móvil que preside el salpicadero de un coche policial camuflado. Deben retener bien ese rostro, sus facciones, distancia entre los ojos, forma de la nariz, lunares, tatuajes, cicatrices, las orejas… Aparcamos en una calle aledaña a la supuesta residencia del prófugo. Un agente de paisano llama al telefonillo. Hay alguien en casa. Sube. Baja: “Nos ha mordido el hijo, vámonos, venimos otro día”, le dice Yacar a su compañero, que espera en el coche. Aquel objetivo se esfumó. Agua. “Contamos con una única bala”, recuerda Moyano.
Entre los dos grupos incorporan una media de 1.000 personas a sus listas de búsqueda cada año y logran dar con una media de 400. El 75% son delincuentes internacionales que trataban de esconderse en España, y el 25% restante son delincuentes huidos con causas pendientes con la justicia española. “Lo importante no es a cuántos detenemos, sino qué clase de delincuentes sacamos de las calles, la meticulosidad de la búsqueda, la persistencia, la unión del grupo para atraparlo, la calidad del trabajo”, matiza Darío, de 36 años y jefe del Grupo II, con cinco orgullosos años en la especialidad de Fugitivos después de haber pasado por la de Trata y Explotación Sexual.
La hermandad. Pero la verdadera clave del éxito de este equipo de investigadores es su extensa red. Los agentes de esta sección no trabajan solos, han tejido una tupida malla por toda la geografía española, europea y latinoamericana. Unas conexiones personales que engrasan con frecuencia y que, además de los estrictos protocolos policiales, se sustenta en férreas relaciones de amistad. Los policías de Fugitivos conforman una suerte de hermandad en todo el mundo. Tienen múltiples encuentros anuales, congresos, reuniones de trabajo para actualizar sistemas y métodos de búsqueda…
Cuentan con dos contactos directos en cada país europeo, lo que viene a llamarse oficialmente la Red Enfast (Red Europea de Equipos de Búsqueda Activa de Fugitivos). Y dentro de España tienen al menos un policía especializado en cada provincia, “que suele ser un operativo del grupo de Drogas y Crimen Organizado”. Se activan a golpe de teléfono, como equipos de reacción rápida, para atrapar ágilmente a sus objetivos.
Rocío, de 40 años y desde hace medio año jefa del Grupo I, viene de trabajar en la oficina SIRENE, un sistema de información entre los países europeos que permite a los Estados miembros y del espacio Schengen compartir información de algunas categorías de personas y objetos. “Yo antes les daba base legal a los investigadores para que pudieran llevar a cabo las detenciones de la manera más ágil posible”, explica. “Por mis manos pasó, por ejemplo, la orden de detención de Puigdemont”, recuerda. Ella se conoce como nadie los vericuetos administrativos que facilitan los movimientos policiales cuando se persigue a un prófugo. Su experiencia se suma ahora a su grupo, que maneja con determinación y compañerismo: “Aquí salimos a poner las esposas una o dos veces por semana: un día es un pederasta, otro un asesino, un sicario o un traficante de droga o de armas. Es un trabajo muy satisfactorio para un policía”, dice. Acostumbrada a vivir en la urgencia, en un trabajo en el que “todo es urgente”, ella se libera cada día a puñetazo limpio, practicando boxeo en el gimnasio.
“Lo importante no es a cuántos detenemos, sino qué clase de delincuentes sacamos de las calles”
“Turboinvestigación”, se lee en una de las pizarras del Grupo I. “La turboinvestigación es esa locura de casos entre los que vivimos, es el arte de saber gestionar todos esos objetivos sin descuidar ninguno, para estar en todos los sitios a la vez desplegando nuestra red”, se arranca Yacar, autor del término y a quien sus compañeros se refieren como Luckyducky porque “tiene una flor en el culo”.
“Logramos que emitieran la notificación roja el pasado 26 de agosto”, dice por teléfono el mexicano Salvador Cacho, víctima de una espeluznante historia de abusos sexuales en el seno de su familia. “A los pocos días, habían detenido a mi tío en un control de tráfico en Madrid”, cuenta, incrédulo. “Detenido en Madrid un pederasta huido de México que abusó de su sobrino durante ocho años”, se leía en los titulares de los periódicos el 7 de septiembre. “Felipe Riva Palacio voló hasta la capital de España el 2 de junio, aprovechando su doble nacionalidad”, rezaba el sumario de la información. “Felipe me lleva ocho años, yo lo veía como a un primo mayor”, recuerda Cacho. Le plantó cara a su tío en 2003 pero no fue capaz de verbalizar lo ocurrido hasta 2016: “Cerré el cajón y tiré la llave”, resume. La confesión de otra familiar sobre un episodio similar destapó su caja de Pandora y abrió un proceso que está por terminar: “Esperamos la extradición a México de mi tío para que pueda ser juzgado, pero la justicia española lo ha dejado en libertad”, cuenta.
Los de la Sección de Localización de Fugitivos viven con esa realidad: “A veces se detiene al fugitivo más buscado, como a Karim Bouyakhrichan, el líder de la Mocro Maffia que había amenazado a miembros de la casa real y del Gobierno de los Países Bajos, arrestado en enero, pero después lo dejan en libertad”, recuerda González. El juzgado de Málaga soltó a Bouyakhrichan en marzo con medidas cautelares y se esfumó. “Nuestro trabajo concluye con la detención y puesta a disposición, pero nunca descartamos tener que ir en su busca de nuevo”, apunta Darío.
Cuando los casos se estancan o no avanzan, se recurre a las campañas de colaboración ciudadana. En junio lanzaron la última para localizar a 10 de “los más buscados” escondidos en España. Entre ellos había homicidas y asesinos de Barcelona o de Talavera de la Reina, capos de la droga de Huelva, un cura pederasta de Cambados (Galicia), sicarios, violadores, traficantes de droga gallegos y polacos… Uno de ellos, el sicario, se entregó hace dos meses; al resto, todavía, “quien les quiere, les busca…”.