El champán Laurent-Perrier desafía las reglas de la naturaleza
La ‘maison’ de Champaña de la marca, una de las más creativas y exitosas, presenta una nueva añada, que llega con un cambio generacional. Al frente del imperio, Lucie Pereyre de Nonancourt, nieta mayor del fundador
La más contundente: si la añada perfecta es una entelequia y la naturaleza no la provee, es preciso recrearla hasta conseguir la expresión única de la excelencia del champán. Así, si para las cuvées de prestigio millésimé es sinónimo de excelencia a partir de una sola añada, para Laurent-Perrier es el arte del ensamblaje de tres cosechas excepcionales la que permite recrear esa añada superlativa. El resultado es Grand Siècle, la joya de la corona de esta maison, la menos longeva de...
La más contundente: si la añada perfecta es una entelequia y la naturaleza no la provee, es preciso recrearla hasta conseguir la expresión única de la excelencia del champán. Así, si para las cuvées de prestigio millésimé es sinónimo de excelencia a partir de una sola añada, para Laurent-Perrier es el arte del ensamblaje de tres cosechas excepcionales la que permite recrear esa añada superlativa. El resultado es Grand Siècle, la joya de la corona de esta maison, la menos longeva de Champaña y, sin embargo, la cuarta compañía más vendida en el mundo.
Ahora es Lucie Pereyre de Nonancourt, la nieta mayor del fundador, quien lleva las riendas del imperio y la que presenta en sociedad una nueva iteración de Grand Siècle, la nº 26. Como buena anfitriona, nos recibe en la maison Laurent-Perrier y elige el enclave perfecto para delimitar el estratégico lugar en el que se encuentran sus dominios, ubicados en Tours-sur-Marne, en un lugar estratégico entre la Montagne de Reims, la Vallèe de le Marne y la Cotè del Blancs, las tres zonas específicas de la uva chardonnay, la pinot noir y la meunier. Y, además, para introducirnos en las entrañas de Laurent-Perrier, en el origen de la firma y en su árbol genealógico, cargado de presencia femenina, y en su robusto tronco, la columna vertebral de un solo hombre, cuya vida podría formar parte de la más insigne y legendaria cinematografía.
El gran Bernard revolucionó con sus ideas visionarias y precursoras los cimientos del champán siendo un perfecto desconocido. Eso es lo realmente extraordinario. Porque ni siquiera le domaine pertenecía a la familia De Nonancourt, una maison fundada en 1812 por André Michel Pierlot y que toma el nombre actual de los apellidos del maestro bodeguero Eugène Laurent y su mujer, Matilde-Émile Perrier, cuando se hicieron cargo en 1887. Es en 1939 cuando la compra la bisabuela de Lucie, Marie-Louise Lanson de Nonancourt. Eran años convulsos en plena II Guerra Mundial. Tras la muerte de su hermano Maurice en un campo de concentración, Bernard se une a los maquis para ser asignado después a la II División Armada del general Leclerc.
Debido a su conocimiento del vino y de sus procedencias, De Nonancourt fue quien descubrió la bodega secreta que escondía el célebre Nido del Águila, el refugio bávaro de Hitler, con decenas de miles de ejemplares valiosísimos, entre vinos, destilados y champanes, como Salon, del que se quedaría prendado y adquiriría en 1987. Bernard tenía ya marcado su destino, pero para tomar las riendas de Laurent-Perrier debía formarse como exigían los cánones de la matriarca; esto es, desde los cimientos.
Laurent-Perrier tenía que ser la antítesis de lo que gustaba en la época, “que eran vinos más oxidativos, más estructurados, más pinot noir, muy altos en dulzura, destinados fundamentalmente a los postres”, apunta Lucie. Transgrede todas las normas, convirtiendo la uva chardonnay en el epicentro de sus vinos, sustituyendo las barricas de roble por el acero inoxidable para evitar toda la oxigenación, controlando el dosage (bajando el nivel de azúcar) “para que el champán se pudiera beber durante toda la comida”, afirma la nieta.
Todo funcionaba, pero necesitaba algo excelso para entrar en el club de las cuvées de prestigio. Así que ¿por qué no usar el arte del ensamblaje pero con tres añadas millésimé? Fresca, delicada y elegante, el perfecto triunvirato para lanzar por primera vez, en 1959, el ensamblaje de las añadas 1952, 1953 y 1955 traducido en Grand Siècle Iteración nº 1. “En 70 años solo hemos conseguido 26 ensamblajes”, refuerza Lucie. La paciencia es la ley. Y todo marcado por un rey, Luis XIV, y por un siglo, el XVII, cuando el vino de Champaña apareció por primera vez en Versalles. Grand Siècle llevaba impreso el icono del Rey Sol.
Son muchas las sensaciones que provoca adentrarse en esta bodega. La obra del arquitecto Jean-Michel Wilmotte, en la que destacan los 14 tanques de doble pared de acero inoxidable con las luces cenitales que solo muestran las botellas de la cata, en este caso un Millésimé 2012 y un Grand-Siècle Iteración 26. Lucie hace una cata comparativa con Laurent-Perrier Millésimé 2012 (50% chardonnay y 50% pinot noir) “y así ver la expresión de una sola añada excepcional y luego su ensamblaje con un 65% de 2012, un 25% de 2008 y un 10% de 2007, de uva chardonnay y de pinot noir. Lo que pretendemos no es recrear un estilo, sino la tipicidad de la vendimia”, concluye Lucie Pereyre de Nonancourt. El legado continúa.