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Castilla-La Mancha: un viaje en el tiempo entre arte, historia y cultura

Las tierras manchegas guardan la esencia tan especial de aquellos veranos de otra época y esconden un apasionante recorrido por su patrimonio histórico y artístico

Puente de San Pablo, en Cuenca.
Puente de San Pablo, en Cuenca.

Es difícil no recordar con nostalgia aquellos maravillosos veranos de tardes en bicicleta, siestas sombreadas bajo los árboles, paseos con el abuelo entre cultivos o baños en el río con el tañido de las campanas de fondo. Castilla-La Mancha contiene la esencia de este tipo de viajes y esconde, además, un apasionante recorrido por su patrimonio histórico y artístico. Pinturas rupestres, ciudades donde lucharon y convivieron las tres culturas, artesanías centenarias y molinos quijotescos sobre un mar de tierra y trigo son algunas de las citas imprescindibles para disfrutar de este viaje en el tiempo.

En busca de El Quijote. Si Miguel de Cervantes viviera hoy seguramente sería el mejor guía turístico para mostrarnos, a través de su obra universal, las rutas que imaginó para Don Quijote. Pueblos encalados como El Toboso, tierra de Dulcinea, blancos molinos de viento en Consuegra, Mota del Cuervo o Campo de Criptana, ventas como la de Puerto Lápice, las Lagunas de Ruidera o la misteriosa Cueva de Montesinos en Ossa de Montiel, que pudo embrujar al ingenioso hidalgo, forman parte del recorrido literario-turístico de Castilla-La Mancha.

Molino de viento en Consuegra, municipio de Toledo.
Molino de viento en Consuegra, municipio de Toledo.

Patrimonio rupestre. Más de 90 enclaves repartidos entre Guadalajara, Cuenca y Albacete esconden algunos de los mejores yacimientos rupestres del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, Patrimonio de la Humanidad. ¿Cómo sería un día cotidiano en Castilla-La Mancha entre el Neolítico y la Edad de Bronce? Las excepcionales pinturas rupestres tienen la respuesta: escenas de caza, danzas rituales, hombres, mujeres y animales que encontraremos en la Cueva de la Vieja o del Venado en Alpera, el Abrigo Grande en Hellín, la Solana de las Covachas en Nerpio y de Rillo de Gallo, cerca de Molina de Aragón.

Viaje al centro de la tierra. Otro de los rincones declarados Patrimonio de la Humanidad en Castilla-La Mancha es el Parque Minero de Almadén, donde los romanos abrieron las minas de mercurio más antiguas del mundo, que produjeron hasta hace pocos años una tercera parte del mercurio mundial. Hoy se puede visitar y conocer el duro trabajo minero y la extraordinaria ingeniería romana. Y si queremos saber más del patrimonio romano manchego nos esperan Segóbriga, considerada una de las ciudades mejor conservadas de la Hispania romana, y Carranque, con su impresionante colección de mosaicos de la época.

Parque Minero de Almadén.
Parque Minero de Almadén.

De azulejos y ceramistas. Quizá fue inevitable que los tataranietos de los artesanos romanos se convirtieran siglos después en grandes ceramistas. Sus patronas, Santas Justa y Rufina, son las protagonistas de la fiesta alfarera que se celebra en Puente del Arzobispo, en la comarca de Campana de Oropesa, tan famoso por su puente del siglo XIV como por su artesanía. También la cerámica de otro enclave alfarero, Talavera de la Reina, con más de 40 talleres todavía en activo, ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Un total de 1.275 azulejos componen uno de los singulares murales cerámicos de la ciudad, “Pescadores del río Tajo”, en la fachada del Museo Etnográfico. Como curiosidad, en sus azulejos descubriremos los más de 1.200 nombres de talaveranos que financiaron colectivamente este mural.

Piedra y arte entre cultivos. Durante siglos, los pueblos romanos, visigodos, musulmanes y cristianos se han ido alternando en la conquista de los paisajes manchegos, dejando un patrimonio monumental de gran riqueza. Los amantes de la arquitectura, la historia y el arte descubrirán vestigios románicos en la ermita de Santa Coloma en Albendiego (Guadalajara), un tesoro arquitectónico visigodo en la iglesia de Santa María de Melque, en San Martín de Montalbán (Toledo) y en el parque Arqueológico de Recópolis, cerca de Zorita de los Canes; la sobriedad franciscana del convento de Yeste, los restos de un castillo musulmán en Atienza o el Monasterio de Uclés, en Cuenca.

Alcalá del Júcar, provincia de Albacete.
Alcalá del Júcar, provincia de Albacete.

Caminar para perderse. Los senderistas también tienen un tesoro por descubrir en la geografía castellano-manchega. Si lo que buscamos son lugares recónditos de belleza casi virgen donde perdernos, debemos dirigir nuestros pasos a la ruta de los pueblos de la Arquitectura Negra, de pizarra que se mimetiza con la naturaleza. Encontraremos piscinas naturales, lagos y ríos que bañan rincones en Alcaraz, Letur, Riópar o Alcalá del Júcar, y resonarán nuestros pasos sobre las piedras de la singular Sigüenza, a punto de convertirse en ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Ruta literaria y cultural. Decía Rafael Alberti que “andar por Toledo es volverse de aire, silbo de agua para aquellos enjutos pasillos, engañosas cañerías, de súbito chapadas, sin salida posible, es siempre andar sobre lo andado, irse volviendo pasos sin sentido, resonancia, eco final de una perdida sombra ”. Conocía bien las calles laberínticas toledanas, con más de 2.000 años de historia y herencia de las tres culturas, que recorría con sus amigos Dalí, Lorca y Buñuel.

Vista nocturna de Toledo.
Vista nocturna de Toledo.

Pío Baroja, por su parte, en el primer capítulo de La Canóniga escribía: “Cuenca es una de esas viejas ciudades españolas colocada sobre un cerro, rodeada de barrancos, y llena de callejones estrechos y románticos. No se explica que un pueblo así no aparezca en la literatura de un país. Cuenca, como casi todas las ciudades interiores de España, tiene algo de castillo, de convento y de santuario”. Poco más se puede añadir a los infinitos argumentos para volver a Castilla-La Mancha este verano.

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