11 fotosUn museo en Brasil para revivir la locura perpetrada en nombre de la psiquiatríaUno de los pabellones que alojó el hospital Colonia de Barbacena, recuerda los horrores de un manicomio donde murieron 60.000El PaísBarbácena - 04 sept 2021 - 21:48CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceEl Museo de la Locura, en la ciudad brasileña de Barbacena, acaba de cumplir 25 años. Fue inaugurado en uno de los pabellones del Hospital Colonia, donde decenas de miles de personas fueron internadas a lo largo del siglo XX hasta que cerró en los años noventa. Unas 60.000 personas murieron allí de frío, hambre o diarrea. El museo es un recorrido por aquellos horrores perpetrados en nombre de la psiquiatría contra enfermos mentales y otras muchas personas cuerdas pero rechazadas por la sociedad.Flavio TavaresLos uniformes de tela de saco que vestían algunos de los internos. Durante largas temporadas, malvivían desnudos a la intemperie o en celdas. La mayoría de los internos estaban cuerdos. Eran alcohólicos, sifilíticos, prostitutas, homosexuales, epilépticos, madres solteras, esposas a las que sustituir por una amante, inconformistas… supuestos desperdicios sociales a los que sus familias o la policía enviaban en trenes hasta Barbacena.Flavio TavaresEl tratamiento consistía en pastillas rosas o azules dependiendo de los síntomas, lobotomías o electrochoques sin anestesia. En la foto, dos imágenes del hospital Colonia tomadas por el reportero gráfico Luiz Alfredo durante una visita en 1961, y debajo, dos máquinas de electrochoques y una para controlar el ritmo cardiaco del paciente sometido a descargas. La fotografía antigua de la izquierda muestra el carrito de la muerte, en el que los cadáveres de los fallecidos eran trasladados a un cementerio que pertenecía al centro, evidencia de que la principal misión no era curar.Flavio TavaresEl morral en el que cada paciente del Colonia de Barbacena guardaba sus pertenencias. La mayoría solo poseía un plato y una taza. Y los que fumaban, una pipa. Si conseguían ropa la llevaban siempre puesta para que nadie se la robara. Esta ciudad brasileña es conocida como 'la ciudad de los locos' por la atroz historia del manicomio y porque allí se concentraron durante décadas los servicios de psiquiatría de todo el Estado de Minas Gerais, que tiene la extensión de España.Flavio TavaresLas esposas que se utilizaban para contener a los ingresados en el principal manicomio de Barbacena. Constantemente llegaban hasta allí personas enviadas por sus familias, la policía o médicos, muchos de ellos, personas cuerdas pero indeseables para el resto de la sociedad. El trato era inhumano. "Hoy he estado en un campo de concentración nazi. En ningún lugar vi algo así", declaró tras visitar el Colonia en 1979 el psiquiatra Franco Basaglia, impulsor de la reforma de los manicomios en Italia. Periodistas locales hicieron las primeras denuncias públicas en los sesenta y los setenta. Sus fotos y relatos causaron espanto, pero pronto cayeron en el olvido.Flavio TavaresAlgunas de las cazuelas del hospital que están expuestas en el Museo de la Locura de Barbacena (Brasil). Los miles de internos —llegó a haber 5.000— eran alimentados con purés putrefactos porque las autoridades desterraron los cubiertos —en nombre de la seguridad—, de manera que tras décadas sin masticar muchos perdieron la dentadura. Durante buena parte de su historia, el hospital solo tuvo guardas, no había médicos ni enfermeras.Flavio TavaresEntre las decenas de miles de internos hubo, además de hombres, mujeres y niños que se fabricaban sus propias muñecas. Y a veces, como muestra la foto, les colocaban esposas como las que eran de uso habitual en el hospital psiquiátrico, que cerró en los años noventa. Los internos que sobrevivieron fueron repartidos por residencias terapéuticas de la ciudad de Barbacena, que tiene 27 de estos centros.Flavio TavaresEl cráneo de uno de los internos, expuesto en el Museo de la Locura de Barbacena (Brasil). Ni después de muertos tenían piedad con aquellos hombres, mujeres y niños. Los cadáveres de 1.800 de ellos fueron vendidos a universidades entre los años sesenta y los setenta. Y el resto de los fallecidos fueron enterrados en fosas comunes del cementerio del hospital, que lleva años cerrado. Un cartel en la entrada promete que será convertido en un memorial de las rosas y la locura, pilares de la economía local.Flavio TavaresLa prensa local fue la primera en denunciar las atrocidades en 1961 y en 1979. Sus fotos y relatos causaron espanto, pero pronto cayeron en el olvido. La periodista Daniela Arbex era una adulta cuando tuvo la primera noticia del atroz episodio de la historia local. “Fui a buscar a los supervivientes. Y gracias a ellos conseguí rescatar lo que ocurría tras los muros”, explica la autora del libro 'Holocausto brasileiro', de 2019. Un superventas que contribuyó a divulgar un horror del que muchos brasileños jamás han oído hablar. Ella insiste en que todos fueron cómplices, los médicos, las familias, los vecinos…Flavio TavaresInstrumentos utilizados para practicar lobotomías, un tratamiento común en la época que se usó en el manicomio Colonia de Barbacena. Su inventor recibió el premio Nobel en los años cuarenta, según se explica en el Museo de la Locura, construido en uno de los pabellones que acogió el hospital.Flavio TavaresLa entrada del Museo de la Locura en Barbacena, que acaba de cumplir 25 años, creado para preservar la memoria de los horrores vividos por miles de brasileños en el hospital Colonia. El resto de los pabellones que ocupó son un hospital psiquiátrico y uno general.Flavio Tavares