Carta a Miren Triggs

El confinamiento se nos ha hecho más difícil. Los abrazos no dados, los besos anhelados. No hay nada que te haga sentirte más vivo que el amor

A ti, Miren Triggs, que estás confinada entre mis páginas como todos hemos estado entre las paredes de nuestras casas.

Siempre me he planteado cómo sería la vida dentro de los párrafos de un libro, cómo se sentiría un personaje consciente de que forma parte de una novela y que no puede escapar de ella. Ahora, en parte, todos nos sentimos así. Vivos, por suerte, cuando estamos en casa, pero también temerosos de aventurarnos al exterior porque solo en nuestro refugio nos sentimos a salvo, al igual que tú solo entre las hojas de ...

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A ti, Miren Triggs, que estás confinada entre mis páginas como todos hemos estado entre las paredes de nuestras casas.

Siempre me he planteado cómo sería la vida dentro de los párrafos de un libro, cómo se sentiría un personaje consciente de que forma parte de una novela y que no puede escapar de ella. Ahora, en parte, todos nos sentimos así. Vivos, por suerte, cuando estamos en casa, pero también temerosos de aventurarnos al exterior porque solo en nuestro refugio nos sentimos a salvo, al igual que tú solo entre las hojas de La chica de nieve te sentías tú misma.

Pero a nosotros quizá nos falte algo. Al fin y al cabo, Miren, naciste para estar entre las páginas de mis historias nadando entre las líneas de mis párrafos, y nosotros para abrazar la vida en todas sus formas. Paseando, tomando el sol, conversando y, por encima de todo, amando.

Tengo que admitir que se me hace extraño escribirte como si fueses real, como si pudieses leer esto y pudiese tener un impacto en ti, aunque, quién sabe, quizá lo haga y me hables directamente la próxima vez que escriba sobre tus miedos o sobre tu búsqueda incansable de la verdad. Tal vez la próxima vez que nos veamos mires hacia arriba, entre las teclas que yo pulso, y me grites que tú también quieres salir, que deseas abrazar a tus padres como si nada de los últimos meses hubiese sucedido o que te apetecería escapar, viajar, correr y chillar que al fin eres libre, y que el calor del sol o la caricia de una brisa se sienten más intensas de lo que nunca pudiste experimentar entre mis páginas. La vida, en realidad, siempre es más vida cuando la sientes tuya.

El confinamiento se nos ha hecho más difícil porque hemos perdido cercanía, porque hemos notado cómo se alejaban muchas cosas que nos llenaban de vida y porque, a pesar de que muchos podemos pasarlo con gente a la que amamos, no hemos podido recibirlo del mismo modo. Los abrazos no dados, los besos anhelados. No hay nada que te haga sentirte más vivo que el amor.

Cuando te escribí por primera vez, Miren, a principios de 2019, tuve la sensación de que eras mi personaje más libre y creo que por eso has servido de ventana a tanta gente durante este encierro. Al menos para mí lo has sido. He visto tus ojos en las opiniones de la gente, he sentido tus miedos en los míos propios, he viajado de tu mano a una época en la que todo parecía más sincero.

Volveremos a la calle, a inundar las librerías como si llevasen una eternidad cerradas, y cuando nos encontremos algún día cara a cara quizá nos demos cuenta de que lo que nos ha pasado nos ha servido para disfrutar y emocionarnos con las pequeñas cosas, entre las que siempre estuvo un buen libro, la risa contagiosa de un amigo, las lágrimas sinceras de una despedida. Como esa que nunca nos dimos, pero especialmente como esas que muchos no han podido dar.

Javier Castillo acaba de publicar La chica de nieve (Suma).

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