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24 horas en la infancia

La carrera de Harriet hacia la igualdad

Con tan solo 15 años, Harriet es una líder natural con un discurso feminista que ha calado entre sus compañeras de colegio. Aunque su vida está repleta de dificultades, intenta sortearlas con determinación. Aspira a llegar muy alto

El implacable sol africano confiere al rostro de Harriet, de 15 años, un fulgor de una pureza casi celestial. Transmite la elegancia sutil de una bailarina, quizá porque al andar sus pies no llegan a posarse del todo en la tierra. Como el resto de sus compañeras del colegio al que acude en Adjumani, una región rural del norte de Uganda que hace frontera con Sudán del Sur, lleva la cabeza rapada casi al cero. Dice que lo hace por comodidad pero posiblemente también para evitar comentarios desagradables de los chicos. El machismo en este país africano, donde una media de 26 mujeres son violadas a diario, es una realidad lacerante para las chicas desde edades muy tempranas.Samuel Sánchez
Harriet se entrega a la limpieza diaria de los vestuarios y las letrinas de su colegio. Hace dos años que se levantaron, con la ayuda financiera de Unicef, para terminar con la llamada ‘open defecation’ (defecación al aire libre), práctica extendida en países en vías de desarrollo -un 6% de la población de Uganda, según datos del Banco Mundial- que favorece la propagación de enfermedades y es uno de los motivos por el que las chicas se ausentan del colegio cuando llegan a la pubertad. Durante la menstruación, muchas no soportan la vergüenza de no tener un lugar para cambiarse ajeno a las miradas de sus compañeros.Samuel Sánchez
Harriet, al igual que los 600 alumnos del colegio de educación primaria al que acude desde los cinco años, participa de la limpieza del complejo escolar. Al barrer, el sonido de las rudimentarias escobas hechas con ramas de arbustos rompe el silencio que reina en el patio que da acceso a los tres barracones donde se imparten las clases.Samuel Sánchez
La clase entera ovaciona a Harriet al término de la lección de Matemáticas. Ha completado con sobresaliente los ejercicios planteados por su profesor.Samuel Sánchez
El profesor ha sacado a Harriet a la pizarra para que calcule los ángulos de una zona sombreada de un rectángulo. Arrodillada, con la tiza en la mano, completa el ejercicio en un instante, sin atisbo de duda. El resultado es perfecto. Sus compañeros la aplauden y felicitan.Samuel Sánchez
Harriet, en primer término, sale del despacho del director del colegio. A su izquierda, pintado sobre la pared, hay un grafiti que muestra a un hombre bajo rejas y a su lado una mujer embarazada sollozante. Y una advertencia: “El sexo prematuro causa encarcelamientos y embarazos”. Mensajes parecidos están escritos a la entrada del aula de Harriet: “Evita los matrimonios prematuros” y “Cuidado con el sida” (1.300.000 ugandeses viven con VIH y dos tercios de las nuevas infecciones se producen entre chicas adolescentes). Consignas que buscan cambiar la realidad de un país en el que el 25% de las adolescentes están embarazadas o han tenido hijos y el 40% son obligadas a casarse antes de llegar a los 18.Samuel Sánchez
Los ojos almendrados de Harriet esconden unas enormes pupilas negras que proyectan una mira dulce, a ratos huidiza, pero profunda y escrutadora cuando quiere. A veces se comporta con la timidez de una niña pequeña y otras adopta la seguridad de una mujer adulta. Habla poco y entre susurros, sobre todo cuando hay mayores delante. Apenas sonríe, pero si lo hace muestra de golpe todo su carisma. Su discurso feminista ha calado en su comunidad. “Es una líder natural”, aseguran los profesores.Samuel Sánchez
Harriet lidera un taller de música con canciones que hablan del acoso, la igualdad de género y la dignidad de las mujeres. Lo hace inmersa en un bosque de acacias cuyas hojas en forma de helecho filtran los rayos de sol creando una atmósfera onírica. Su delicado timbre de voz se alza hacia el cielo, sobreponiéndose al canto de los pájaros, al ritmo seco que marcan sus palmadas. “Los chicos deben dejarme tranquila / me casaré en un futuro pero no ahora”. El estribillo de esta íntima plegaria góspel es replicado por el coro de voces agudas de los diez alumnos que siguen con atención los movimientos de Harriet.Samuel Sánchez
A la hora del recreo, Harriet acude a la biblioteca del colegio, un aula desordenada con libros amontonados sobre varias banquetas de madera, en busca de alguna lectura. Su afán por conocer la hace destacar sobre el resto.Samuel Sánchez
Harriet, junto a otras amigas adolescentes, almuerza recostada sobre el prado a la entrada del colegio. Antes de comer, como muestra la foto, bendice los alimentos. Al terminar lavan los platos y los dejan secar sobre una especie de tendedero hecho con troncos de madera. Allí los recogen los siguientes. Sin riñas ni disputas. En silencio.Samuel Sánchez
A golpe de silbato, Harriet dirige el entrenamiento previo a las carreras con saltos, estiramientos y flexiones mientras bromea con sus compañeras.Samuel Sánchez
Aparte de estudiante modélica, Harriet es una velocista formidable. Al correr dice que se siente libre. Recientemente se ha clasificado para representar a Adjumani en un campeonato regional de atletismo. Su sueño es competir en Kampala, la capital. Su especialidad son los 100 y 200 metros libres. Harriet imprime a las plantas de sus pies descalzos una velocidad eléctrica para atravesar la meta la primera. No está acostumbrada a perder.Samuel Sánchez
Una sencilla fuente de dos caños de la que brota agua potable es una seguro de vida para la población que vive en los alrededores. En el colegio de Harriet hay cuatro colocadas estratégicamente en cada extremo del recinto. Unicef ha proporcionado los recursos para la instalación de un gran depósito de agua que garantiza la higiene y la salubridad.Samuel Sánchez
Harriet llena de agua un cubo de latón para la limpieza de las letrinas y los vestuarios de las chicas. Lo hace cada mañana antes de entrar en clase.Samuel Sánchez
Un goteo incesante de mujeres y niños con latas vacías de combustible sobre sus cabezas recorre a diario los caminos que conducen a las cuatro fuentes del colegio de las que emana agua potable. Garantizan el abastecimiento no solo a los alumnos sino también a la población que vive diseminada en pequeñas aldeas varios kilómetros a la redonda.Samuel Sánchez
Los caminos arcillosos que atraviesan la exuberante naturaleza verde de los bosques tropicales del norte de Uganda conforman una postal idílica de África. Por sus cunetas, desde el alba y hasta el anochecer, transitan decenas de niños que van y vienen al colegio o en busca de agua. Otros deambulan sin un rumbo claro.Samuel Sánchez
A las cinco acaban las clases y Harriet se reúne con sus amigas para emprender el regreso a casa. Sus libros y cuadernos ajados están forrados de papel de periódicos donde asoman noticias sobre el ébola o la malaria, dos amenazas para la salud y el progreso de esta zona de África. En su rostro no se adivina el cansancio. Le espera una caminata en la que se cruza con vacas y cabras famélicas que pastan en los bordes del camino, donde crece la hierba alta tan característica del trópico africano.Samuel Sánchez
Los padres de Harriet, sin recursos, encomendaron la educación y la crianza de su hija a su tío, un oficial de policía polígamo casado con tres mujeres, aunque solo la más joven se hace cargo de ella.Samuel Sánchez
El adobe es una de las técnicas de construcción más antiguas del mundo. La mayoría de viviendas en Adjumani están hechas con ladrillos de barro y paja que se dejan secar al sol en pequeños montículos donde se colocan apilados. En la foto, Harriet posa encima de uno de ellos.Samuel Sánchez
Cuando llega a casa, Harriet ayuda a su tía a preparar la cena. En el pequeño huerto familiar crece la yuca o 'cassava' (un tubérculo rico en hidratos de carbono), berenjenas, tomates y papaya. También calabazas, cuyas hojas arranca (en la foto) para hervirlas y mezclarlas con crema de cacahuetes, dando como resultado una crema de color ocre que será la cena para los 13 miembros de esta familia.Samuel Sánchez
Hombres y mujeres cenan por separado bajo la penumbra. La energía que absorbe durante el día una placa solar sirve para iluminar parcamente sus platos.Samuel Sánchez
La vida en Adjumani dista mucho de ser fácil. La extrema pobreza hace que las necesidades más elementales (alimentación adecuada, agua potable, condiciones mínimas de saneamiento, atención sanitaria y vivienda digna) no siempre estén cubiertas. Su proximidad a Sudán del Sur, un país sumido en la guerra, ha provocado una migración masiva de refugiados (alrededor de 250.000 en el norte de Uganda) que ha complicado más si cabe la situación.Samuel Sánchez
A última hora, repasa los deberes y juega al corro con su prima más pequeña, a la que ha regalado el único juguete de su infancia: una muñeca de nombre Baby con la cabeza y el cuerpo a punto de desmembrarse.Samuel Sánchez
Cuando el sol cede terreno a la oscuridad, Harriet sabe que ha llegado la hora de acostarse. Duerme junto a sus primas de 12 y 16 años en un espacio lúgubre de apenas cinco metros cuadrados, con paredes sin enfoscar y un fuerte olor a humedad. Un hueco en la pared en forma de ventana deja entrar una tenue luz que la chica aprovecha para apurar sus lecturas. “Sueño con llegar muy alto”, dice Harriet antes de tumbarse en un mugriento colchón a los pies de una oxidada litera de hierro. A ras de tierra.Samuel Sánchez
Las tías de Harriet duermen, con sus respectivas proles, en cabañas distintas. El marido solo pasa las noches con las dos más jóvenes, que va alternando a capricho. Harriet tiene claro que no quiere acabar como sus tías, compartiendo marido e hijos: “Tendré tres niños como máximo”, dice señalando con los dedos.Samuel Sánchez