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Ciudad de los Muchachos: un oasis democrático regido por niños El documental Nación de muchachos , producido por Vizuals Lab tras dos años de investigación, indaga en los protagonistas de esta autarquía fundada por un cura comunista en Galicia Si preguntas sobre la Ciudad de los Muchachos puedes encontrar todo tipo de respuestas. La mayoría de los que saben algo no lo suelen tener muy claro: ¿Un orfanato? ¿Un país de niños?¿Un circo? ¿Una secta? ¿Un reformatorio? Y los que no saben de que hablas, cuando les cuentas la historia de un cura comunista que fundó una nación de chavales con sus elecciones democráticas, sus dirigentes infantiles, su propia moneda, aduana y un espectáculo de circo, creen que les tomas el pelo. La leyenda dice que todo empezó en el Ourense de 1956 con el sueño de un joven seminarista llamado Jesús César Silva Méndez. Corría por las calles a lomos de una Montesa roja cuando se cruzó con un grupo de quince chavales que jugaban en la Alameda. Les propuso crear un mundo nuevo. Un oasis democrático, en medio de aquel páramo franquista, donde los niños podrían ser libres. Al día siguiente se presentaron delante de su casa dispuestos a trabajar para hacer realidad aquel mundo maravilloso. Su idea -inspirada en el padre Edward Flanagan y la Boys Town de Nebraska- era crear una fábrica de revolucionarios. Jóvenes de cualquier raza, religión, condición social y económica insatisfechos con el mundo en que vivían. Ciudad de los Muchachos era el nombre que había calado entre la prensa y el público. Aquellos quince primeros muchachos iban a ser protagonistas de un montón de aventuras. Por ejemplo, las primeras elecciones democráticas (¡22 años antes que en España!). Crearon la segunda escuela de circo del mundo y una de las primeras escuelas de medios audiovisuales de España. En aquellos primeros años en los que sobrevivían vendiendo periódicos y recogiendo trapos y chatarra. El apoyo económico de la familia Silva fue imprescindible para dar los primeros pasos. Vagabundearon por distintas sedes hasta encontrar un lugar estable en la finca de Benposta. Su objetivo era convertirse en una autarquía y construyeron sus propias industrias. También tenían centros educativos, iglesia, bar, supermercado e incluso una gasolinera. Todo, como se observa en la foto, regentado por ellos mismos mediante un sistema asambleario y la supervisión del padre Silva. Aquello era un mundo dentro de otro mundo. Alcanzaron la fama internacional con la creación de la Escuela de Circo. Fue una idea que siempre rondó la cabeza de Silva ya que procedía de una familia íntimamente ligada al mundo del circo. Su tío era Manuel Feijoo, empresario del Circo Americano. La primera misa del Padre Silva la celebró bajo una carpa de un circo, encaramándose al altar tras dar hacer una doble pirueta y un salto moral. Se entrenaron duro y debutaron en 1966 con su propio espectáculo: el Circo de los Muchachos. Se convirtieron en un fenómeno similar al posterior Circo del Sol de nuestros días. Un circo moderno con música rock en directo y especial hincapié en los números gimnásticos. Fueron de los primeros españoles en salir en la portada del Paris Match y en actuar en sitios tan emblemáticos como Madison Square Garden (Nueva York). Su éxito fue tan grande que les permitió expandir su imperio creando nuevas Benpostas en Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Bélgica, Mozambique, Nicaragua, Japón... Muchas de ellas tuvieron una vida efímera pero otras, como las de Colombia o Venezuela, siguen todavía activas en la actualidad. En la imagen, los muchachos en el Machu Pichu. Dieron la vuelta al mundo siendo recibidos por reyes, presidentes y emperadores. También doña Sofía recibió al Padre Silva y sus muchachos. Los famosos de la época se peleaban por fotografiarse con ellos. Algunos como Dalí (en la imagen) o Cantinflas incluso los invitaron a visitar sus residencias. La imagen de los muchachos llamaba la atención. En verano solían pasear en caballo a pecho descubierto. A veces iban acompañados de extraños animales exóticos: monos, leones, dromedarios... Muchos los llamaban “los gitanos del Padre Silva” por llevar el pelo largo. Empezaron a llegar a la Ciudad de los Muchachos niños asiáticos, sudamericános y africanos. Entre ellos estaban futuros artistas como Julio Sabala, Marcelo Ndong o Hermes, guitarrista de Los Suaves. En los ochenta, quizás algo embriagados por el éxito decidieron montar una nueva sede de Benposta en Madrid. Se llamaba la “Ciudad Feliz” y estaba situada al lado de las Ventas. Era una ciudad en miniatura que contaba con un pequeño zoo y un parque de atracciones. Paradójicamente, con la llegada de la democracia y riqueza a España que empezó el declive de la utopía revolucionaria de Benposta. Cada vez iba menos gente al circo, la administración era nefasta, los ingresos cayeron, surgieron múltiples problemas internos. La historia se podrá ver completa, contada por sus propios protagonistas en el documental 'Nación de muchachos'. Un trabajo de investigación de más de dos años producido por Vizuals Lab y que ya está preparado para comenzar su andadura por festivales.