Opinión

¿Es la OMS responsable del veto a las personas trans en el Ejército estadounidense?

La organización aún cataloga la transexualidad como una enfermedad mental

Una mujer sostiene una pancarta que dice #ProtectTransTroops (#ProtegeTropasTrans) delante del Capitolio, en Washington (Estados Unidos) el pasado 26 de julio.MICHAEL REYNOLDS/EFE
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¿Qué legitimidad hubiera tenido Donald Trump para prohibir el acceso de las personas trans al Ejército estadounidense si la transexualidad ya no estuviera catalogada como una enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS)?

Para la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales es la pregunta clave a la hora de analizar una de las últimas polémicas del presidente de Estados Unidos, quien anunció la semana pasada una medida que, a diferencia de otras muchas de sus iniciativas más polémicas, no fue propuesta durante su campaña electoral.

Este ataque hacia las personas trans debería ser considerado como una ofensa a toda la sociedad. Una discriminación sobre la base de la identidad de género es un claro ejemplo de grave falta de respeto hacia un colectivo continuamente estigmatizado y que afecta directamente a la dignidad de las personas y a los derechos humanos.

Sin embargo, es un veto hacia personas consideradas enfermas y, por lo tanto, cuyos derechos son susceptibles de ser limitados a ojos de quienes todavía no han entendido aspectos tan básicos como la diferencia entre el sexo y el género.

Necesitamos que todas esas personas que están indignadas en diferentes partes del mundo por este tipo de medidas se sumen a la exigencia de la eliminación de la transexualidad por parte de la OMS de su catálogo de enfermedades mentales

Esta medida de Trump supone su primer claro ataque hacia las personas LGTB desde el comienzo de su mandato, pero somos muchos quienes tememos que no sea el último. Los derechos de lesbianas, gais y bisexuales también corren riesgo si la sociedad americana considera que existe verdaderamente alguna razón para excluir a una persona transgénero o transexual del legítimo derecho de querer ser miembro del Ejército de su país en igualdad de condiciones que el resto de ciudadanas y ciudadanos. Considerarlas menos válidas que las demás es tan absurdo como lo fue excluir a las mujeres de esa posibilidad. Supone, en última instancia, considerar que existen razones objetivas para privar a una persona de un puesto de trabajo por razones que van más allá de sus cualidades profesionales.

La conmemoración en Madrid por primera vez este año del WorldPride, el Orgullo Mundial LGTB, defendió en la manifestación del 1 de julio como uno de sus dos lemas de cabecera la "Despatologización Trans ¡ya!". Supuso insistir ante una audiencia global en una conquista social que ya llega muy tarde. Ante esta situación, necesitamos que todas esas personas que están indignadas en diferentes partes del mundo por este tipo de medidas se sumen a la exigencia de la eliminación de la transexualidad por parte de la OMS de su catálogo de enfermedades mentales. No nos engañemos: no estamos hablando de un tema médico, sino político. Perpetuar esta discriminación hace que sigamos mandando el mensaje a todas esas personas que no se sienten identificadas con el género que les han asignado de que tienen un problema, de que se equivocan, de que no tienen derecho a ser como sienten, como son. Hasta que no entendamos que el problema no es suyo, sino de la transfobia de ciertos sectores de la sociedad seguiremos condenando al ostracismo a personas que solo piden algo –tan, por lo visto, revolucionario– como elegir por sí mismas qué consideran que son.

Desde la llegada a la presidencia de Trump, Estados Unidos se encuentra a la deriva en cuanto a la protección de las personas más vulnerables. La ausencia en una ley nacional que proteja los derechos de las personas LGTBI deja sin protección a una parte de la sociedad estadounidense al estar supeditada al cambio de color político en la Casa Blanca para ver o no respetados sus derechos fundamentales.

FELGTB impulsa la imprescindible Ley de Igualdad LGTBI que en la actualidad se encuentra en el Congreso de los Diputados a la espera de fijarse una fecha para su tramitación. En ella se contempla la necesidad de que la transexualidad no sea considerada por España una enfermedad mental. Confiamos en que su aprobación se realice antes del final de este año, como ya se ha realizado en otros países de nuestro entorno. Esperamos que así España muestre el camino a seguir a Estados Unidos, que se halla en la actualidad muy lejos de situarse entre los países que lideran la lucha por la igualdad, la libertad, la justicia y la dignidad. Esperamos, por lo menos, que la OMS no le siga sirviendo de coartada.

Jesús Generelo es presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).

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