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Vuelven las 'sitcoms': 20 telecomedias que te fliparon pero quizá no recuerdes Pese al evidente desgaste de este formato corto, algunas de las mejores series de la actualidad y algunas de las mejores de toda la televisión se han rodado así Todo el mundo pensaba que las nuevas plataformas, la cacareada ‘nueva forma de ver la televisión’, se llevaría por delante el entrañable formato de ‘sitcom’, es decir, las series de 24 episodios de entre 24 y 29 minutos de duración por temporada. Pese al evidente desgaste de este formato, uno de los históricos, resulta que algunas de las mejores series de la actualidad y algunas de las mejores de toda la televisión se han rodado así. Te recomendamos 20 de ellas para que disfrutes, pases un buen rato y sigas alimentando tu pasión teléfila. Como siempre no están todas las que son, pero sí todas las que están. No incluimos ‘Parks and recreations’ porque, oficialmente, no se ha emitido nunca en España. Una sitcom satírica y de enredo que hacía chuflas sobre las, por aquel entonces, series de ambientación hospitalaria. Sinopsis irreproducible y zumbada que trasladaba a cada episodio de sus dos temporadas una ambientación teatral (la serie estaba basada directamente en un espectáculo de improvisación donde el público interactuaba con el reparto), plagada de personajes locos como la enfermera Pam Bocata, los doctores Ray Buenorro y Richard Amoroso, el celador Warren Pelagatos, la madrona Dorothy Zorra Compinchada…una loquera australiana (sí, australiana) de mal gusto, gore escénico y carcajadas a costa del surrealismo de los antípodas. El cómico Garry Shandling se tiró a la piscina a comienzos de los 90 y abandonó temporalmente el humor de escenario para centrarse en una carrera televisiva y cinematográfica de prestigio. Su primera parada fue esta serie en la que interpretaba a un presentador de un Late Night que tenía todos los defectos de de Jay Leno y David Letterman. Una patada en los cataplines al sistema de producción televisiva dado desde la HBO que ya se estaba postulando como la cadena que era algo más que televisión. Shandling tenía episodios míticos como en el que descubríamos que David Duchovny tenía un crush bastante fuerte con él y otro en el que Jim Carrey le echaba en cara haberle pisoteado en sus comienzos (algo que parecía menos ficción que lo que se veía en la pantalla). Dave Lister (Craig Charles) es un pringado del Siglo XXII que trabaja como técnico de bajo nivel en la nave minera “Enano Rojo”. Cuando la nave regresa a la Tierra es arrestado y puesto en hibernación por haber llevado a su gata, Frankenstein, a bordo. Mientras duerme se produce un escape de gas y el ordenador de a bordo, Holly, toma el control de la nave y mantiene a Lister en hibernación hasta 3000 años después, cuando el peligro de morir envenenado por el gas letal desaparece. Cuando despierta se encuentra muy lejos de casa y con la sola compañía del ordenador de a bordo, de un holograma que es la proyección mental de su molesto jefe (Arnold Rimmer interpretado por Chris Barrie) y de un descendiente de la camada de gatos de Frakenstein que han evolucionado hasta convertirse en casi humanos llamado ‘Gato’ (Danny John-Jules). La serie se ha mantenido en antena de forma intermitente hasta nuestros días y es considerada una obra de culto a la altura de la saga de “La Guía del Autoestopista Galáctico” o la serie ‘Los 7 de Blake’. Alan B`Stard (Rik Mayall) es un representante de la cámara de los comunes que representa todos los males de la Era Thatcher: es racista, xenófobo, machista, ambicioso, tramposo, miserable, pijo…su restaurante favorito en Londres es un italiano decorado con fotos de Benito Mussolini y su pasatiempo preferido es golpear a los veteranos de la Guerra de las Malvinas con algún miembro amputado que mendigan por las calles de la ciudad. Todo su afán es medrar, beneficiarse así mismo y obstruir cualquier ley que tenga que ver con darle bienestar a los ciudadanos. La serie ha tomado un sardónico sentido en esta época de Brexit y son muchos los que han comparado a Neil Farage, cabecilla del movimiento antieuropeo, con Mr. B´Stard. No les falta razón. Nunca antes se había visto una serie protagonizada por un idiota. Al menos no por un idiota tan peligroso y tan feliz de ser idiota. No hay palabras para definir ‘Búscate la vida’ sin tirar de los títulos de crédito con el ‘Stand’ de R.E.M. y Chris Peterson (Chris Elliot) repartiendo periódicos. A saber: Chris es un hombre adulto que vive con sus padres y se gana la vida repartiendo periódicos, queda atrapado junto a su padre en un submarino de cartón, después se va a vivir con un ex policía corrupto, inventa un túnel del tiempo, se encuentra con un marciano al que llama Vomitón y se enreda románticamente con una viuda chalada…y esto solo es una pequeña parte de las chifladuras que se ven en las tres temporadas que tuvimos a la serie en pantalla. Por cierto, fue creada por el protagonista, David Mirkin (co-responsable de ‘Los Simpsons’) y Adam Resnick, uno de los mejores guionistas de TV de la historia cuando los tres trabajaban a las órdenes de David Letterman. “Búscate la vida” es una de las series más originales, zumbadas y sin sentido que hemos visto nunca. Antes de sacarse ‘Friends’ de la chistera Martha Crane y David Kauffman tuvieron su primer éxito con esta serie donde durante seis temporadas vimos cada aspecto de la vida del desastroso editor Martin Tupper (Brian Benber) hasta el punto de meternos en su cabeza y ver como, por culpa de unos padres que lo criaron frente a la televisión, sus reacciones le retrotraen a un fragmento de una escena de una vieja producción televisiva. La serie se adelantó varios años a la era dorada de la TV y a sus retorcidas y adultas temáticas hablando de infidelidad y aborto siendo pionera no solo en estos temas si no, también, en el hecho de que es uno de los primeros éxitos en el campo de las series de la cadena americana HBO. El cómico Chris Rock quiso rodar una serie sobre su infancia en el barrio de Beds-Stuy –un ghetto neoyorquino del que han salido talentos como Public Enemy- y su experiencia como único alumno negro de un instituto de clase media. También hacer un repaso de la rivalidad con su hermano mayor, la relación de sus padres y, sobre todo, el carácter de su madre. Una comedia familiar de tintes, a veces, un poco tristones pero que resume muy bien el humor y el punto de vista del cómico desde una perspectiva para toda la familia pero ahorrando en palabras malsonantes. Una pena que la audiencia no acompañara a esta serie que fue cancelada dando la sensación que, pese a su enorme calidad, podría habernos dado muchas más tardes de gloria. Si la serie protagonizada por Roseanne Barr tuvo más éxito que ‘Matrimonio con hijos’ fue, solamente, porque en el fondo era mucho más realista. Los Conner eran basura blanca de verdad, la típica familia cutre americana a la que solo una generación separa de hacer licor ilegal y comer ardilla pero lidiaba con problemas reales. Roseanne y Dan Conner (John Goodman) eran gordos y feos pero también muy currantes lo que no les evitaba la miseria. Pese a todo eran felices, al menos, delante de la cámara. Fuera de ella los egos descontrolados de Roseanne Barr hicieron descarrilar la serie tras nueve años de emisión con una temporada final de infierno que todo el mundo quiso olvidar. Con las aguas más calmadas ya se ha anunciado que Roseanne volverá a la pequeña pantalla este mismo año. Con los mismos protagonistas. Los Bundy fue la primera familia blanca de perdedores blancos que se vio en una pantalla pequeña. Al Bundy (Ed O´Neill) y Peggy Bundy (Katie Sagal) son un matrimonio que lo odian todo: su relación, su trabajo, a sus vecinos…él está obsesionado con que el mundo le odia y ella con gastar todo el dinero que puede. Sus dos hijos no son mejores: Bud Bundy (David Faustino) es una sabandija adolescente y Kelly (Christina Applegate) aspira a convertirse en la groupie fija de alguna banda de heavy metal. El horror repleto de carcajadas estuvo diez años en antena con mucho éxito y pudimos ver a los Bundy saquear el cadáver de un tipo vestido de Papa Noel que cayó en su jardín después de lanzarse en paracaídas, los esfuerzos de Peggy por despertar el apetito sexual de su marido y los de Al por fastidiar a todo el mundo con sus comentarios. La serie tuvo tanto éxito que ‘Futurama’ la homenajeó en un episodio y no solo porque Katie Sagal fuera la voz de la capitana cíclope Turanga Lila. Originalísima producción que se centra en las idas y venidas de los miembros del turno de noche de un juzgado de NY compuesto por un juez que hace trucos y es fan del cantante Mel Tormé (Harry Anderson); un fiscal que se cree un conquistador (John Larroquette); una abogada de oficio que no sabe como quitarse al fiscal de encima (Markie Post) que sustituyó a otra más seria (Karen Austin); un secretario con malas pulgas (Mac Robinson) y dos alguaciles: un gigantón que parece algo lento (Richard Moll) y una anciana fumadora (Selma Diamond) que, después, sería sustituída por una enérgica mujer negra (Marsha Warfield) cuando falleció la actriz que encarnaba a la primera. La serie pasó de ser una estilizada sitcom ochentera con sus risas enlatadas y sus chistes cada tres minutos a un tour de forcé por episodio en el que llegaron a aparecer El Coyote y El Correcaminos como demandado y demandante. No solo los estadounidenses pueden fardar de tener paletos que viven en caravanas y se dedican al tráfico de drogas, el robo o la prostitución para sobrevivir. Nada de eso. Canadá, pese a su Seguridad Social y su educación gratuíta, también tiene unos cuantos y, en este caso, protagonizan una de las comedias más zumbadas que ha producido un país, normalmente tan educado y mesurado, como Canadá. La cosa va de Julian (John Paul Tremblay), Ricky (Robb Wells) y Bubbles (Mike Smith) que, básicamente, se dedican a ser delincuentes y a vivir según las normas del camping de caravanas en el que residen y que es un zoológico humano de categoría. Humor a costa del lumpen que trafica o, como dijo alguien por ahí, ‘El Equipo Já’ canadiense. No le faltaba, en cierto modo, razón pero las comparaciones son odiosas.
Una de esas series tan buenas, tan adelantadas a su tiempo que, en un principio, fue un sonado fracaso. Se comenzó a emitir en 2003 y se mantuvo en antena durante dos temporadas y media para luego ser rescatada por Netflix en 2013 y se ha anunciado que tendrá nueva temporada para 2018. La cosa cuenta los esfuerzos de Michael Bluth (Jason Bateman) por mantener a flote a toda su familia de ricachones y chalados cuando su padre, George (Jeffrey Tambor), es detenido por evasión de impuestos y malversación de fondos. Las escenas de una desnortada familia de pijos que tienen que vivir en una casa piloto y acomodarse a la nueva situación dan para llenar un manual de cómo hacer comedia.
Unos marcianos llegan a la Tierra para conquistarla pero, una vez aquí, toman cuerpos que no corresponden con su personalidad. Un esfuerzo cómico notable que fue emitido en nuestro país por Antena 3 y en horario infantil para que nadie pudiera dudar de que, en nuestro país, todavía no nos enterábamos de por donde iban los tiros. Espectaculares gags, buenas interpretaciones y un humor en el filo de lo tolerable para la hora en la que se emitía (incluso para aquel entonces) que nos hizo disfrutar como enanos de esta familia disfuncional marciana que se integró muy bien en la civilización humana durante cinco temporadas.
Valió la pena que se fundaran las cadenas autonómicas por el simple hecho de que, hasta su fundación, nadie de RTVE se le había ocurrido que era buena idea comprar esta serie que iba de cuatro jóvenes que compartían una casa ruinosa donde pasaban todo el rato cosas estúpidas y donde, en cada episodio, se les instalaban músicos famosos en el salón como Motorhead o Madness para tocar unos temas. El día a día de Vyvyan (un punk descerebrado, Adrian Edmonson), Rick (un izquierdista, Rik Mayall), Neil (Un hippy vegano, Nigel Planger) y Mike (un despreocupado vividor, Christopher Ryan) eran un remedo cómico de la juventud en los tiempos de Margaret Thatcher. En la actualidad sus aventuras suenan tan refrescantes que podrían helar el Brexit y a sus partidarios.
Pese a sobrevivir solamente durante una temporada las aventuras del productor de Hollywood y basura humana Peter Dragon (Jay Mohr) acompañarán para siempre a los fanáticos de las series de televisión. Un compendio de todas las cosas malas que pasan en Hollywood, del desprecio a los creadores, de la fascinación de los productores por producir maldad y, en fin, una visión diabólica del mundo del cine servida en 13 episodios que, en su momento, en el momento en el que nadie pensaba que estas cosas se pudieran ver en la televisión, no contón con el favor del gran público pero dejó una huella enorme y marcó el camino de cómo sería la televisión en los años venideros.
Si flipaste viendo ‘Del revés’, la película de Disney, seguramente sería porque no viste esta serie donde, en cada episodio, nos mostraban los conflictos de su protagonista (Herman Brooks, intepretado por William Ragsdale) y, a la vez, la forma en la que querían resolverlos los cuatro personajes que vivían en su cabeza (Ángel, Genio, Animal y Cordura) y que representaban a los arquetipos de su psique. Sí, efectivamente ‘Del revés’ y ‘La cabeza de Herman’ partían de la misma premisa argumental pero, claro, una estaba dirigida a toda la familia y la segunda solo a un público adolescente y adulto. En España fue emitida por La 2 a unos horarios un tanto indecentes y, pese a ello, tuvo grandes seguidores en el momento de su emisión pues era una serie original, con un punto de vista muy chiflado y con grandes personajes.
A nadie se le puede olvidar esta serie ofrecida en nuestro país por las cadenas autonómicas (luego fue reemitida por Disney Channel a comienzos a finales de 1999) que te recordaba un montón a la película ‘Todo en un día’. Parker Lewis (Corin Nemec) representaba todo lo que era ser molón en los 90: sus padres tenían un videoclub, él era el tipo más popular de su instituto sin ser una estrella del deporte, sus camisas y su corte de pelo eran “muy chachis” y contaba con unos amigachos que eran increíbles, cada uno en lo suyo. Tremenda serie juvenil rodada con todos los efectos disponibles en la época, con efectos de sonido que luego adoptarían programas como ‘CQC’ o ‘El Intermedio’ o todos los demás y todo un catálogo de cosas que, en su momento, eran más que molonas.
La acción se centra en una clase de superdotados de un instituto americano que están más preparados para la vida académica que para la vida, así en general, con sus interacciones con otros seres humanos y eso. La serie se emitió en nuestro país en el año 91, cuando ya estaba cancelada en Estados Unidos, por medio de Canal Plus. Muchos la recuerdan porque consiguió demostrar que los empollones no eran un grupo homogéneo, ni necesariamente poco atractivo, ni mucho menos poco interesante. La serie dio interesantes volteretas no solo en su reparto (sufrió mucho con los cambios de actores que entraron y salieron…uno de ellos es que quitaron al profesor Charlie Moore –intepretado por Howard Hesseman- y lo sustituyeron por el siempre divertido Bill Connolly) si no en cosas como rodar un episodio en Moscú, en plena Perestroika, que turbó bastante a la audiencia americana de la serie.
Reginald Perrin (Leonard Rossiter) es un hombre que, harto de su existencia, decide simular su suicidio y reinventarse de nuevo. La cosa le aburre y regresa de nuevo a su casa, conquista de nuevo a su mujer y se le ocurre la idea de abrir una tienda donde vende cosas que no valen para nada. Triunfa. El triunfo de nuevo lo lleva al desastre existencial y decide hundir su empresa pero todas sus malas decisiones solo hacen que gane más dinero y…bueno, así es como se construye una pieza inglesa de humor absurdo, una obra inmemorial que llegó a nuestro país en 1984. Por cierto, Leonard Rossiter falleció mientras actuaba en Liverpool una semana antes de la emisión del último capítulo de la serie en nuestro país.
Fue la primera sitcom que se reía de todas las tramas y personajes de las sitcoms. Humor autorreferencial para esta comedia eminentemente coral donde, al más puro estilo de los Hermanos Marx, los personajes serios servían de contrapunto de todos los demás taraditos que invadían la serie. Fue también la primera en tener un personaje abiertamente homosexual, Jodie Dallas que fue interpretado por Billy Cristal, y fue parida aprovechando que Saturday Night Live había abierto una puerta a un humor completamente diferente al que se había visto entonces en la pequeña pantalla. Su carácter, tan moderno, fue motivo de escándalo en nuestro país cuando la serie se estrenó en 1981 y fue retirada primero y después puesta en un horario raro (domingos a las 23:30 en La 2). Se volvió a reestrenar, completa esta vez, en 1985 y también recibió críticas pese a hacerlo los miércoles a las 00:00 como parte de la ampliación del horario de la segunda cadena de la tele pública.