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Azúcar que hace justicia

Un grupo de agricultores paraguayos decidieron montar su propia fábrica para no depender de patrones y comercializar azúcar bajo el sello de comercio justo

La fábrica trabaja durante 210 días al año, 24 horas al día, con 170 trabajadores a tres turnos. Cuando no es época de cosecha, los técnicos se dedican a labores de mantenimiento. La factoría es un símbolo de cómo unos agricultores se emanciparon de sus patrones para decidir su propio futuro.
Muchos productores todavía llevan su caña a la fábrica en carros tirados por bueyes. Es de las pocas que todavía conservan este método. En la época de cosecha llegan entre 70 y 80 carretas diarias.
La mayoría del azúcar de la cooperativa se exporta, y solo un 5% se queda en el mercado paraguayo. Compiten gracias a la demanda de producto orgánico (sin insumos sintéticos) fuera de sus fronteras y a las redes de comercio justo.
En Manduvirá producen menos cantidad de producto que sus competidores por cada hectárea, pero pueden vender su producto como ecológico a miles de kilómetros a consumidores que están dispuestos a pagar esa diferencia. Su principal cliente es Alemania, adonde va a parar un 30% de lo que fabrican.
Con un pequeño núcleo urbano en torno a una plaza, con su iglesia, su comisaría, su Ayuntamiento y su campo de fútbol, la mayoría de la población de Arroyos y Esteros está dispersa por el campo, rodeados de plantaciones, sobre todo de caña de azúcar, que es el principal cultivo de estas tierras.
Alba Velázquez, de 42 años, lleva 35 viviendo en Arroyos y Esteros. Tiene un par de hectáreas de caña que cultiva junto a su padre, pero además de eso dedica parte del terreno que tiene alquilado a la agricultura de autoconsumo y venta en el mercado, igual que los animales que tiene en su patio, inundado por las recientes lluvias.
Carlos Agüero, de 43 años, tiene unas 25 hectáreas, de las cuales 10 son de caña. Es de los ‘grandes’ productores de Manduvirá. La mayoría cuenta con dos, tres, cinco… El resto de su tierra la dedica a cultivar sésamo, leguminosas y otros vegetales con los que la cooperativa también está empezando a trabajar.
Petrona Bernal, de 50 años, es parte de la Junta de Manduvirá. Vive de la caña y de una tiendecita que tiene habilitada en su propia casa. Dice que la mayoría de la gente compra otro azúcar más barato, pero que cada vez son más los que piden la de la cooperativa. Ella se encarga de convencerles de sus bondades.
Bernal muestra su caña. Sus cultivos ha propiciado que sus hijos puedan ir a la universidad. Su marido, fallecido hace cinco años, fue uno de los impulsores de Manduvirá. “Él siempre decía [de Manduvirá]: ‘Esto es un proyecto de futuro del que podrán vivir las siguientes generaciones”.
Curiosamente, la mayoría de los socios no viven exclusivamente de la caña, los precios del mercado siguen siendo demasiado bajos para tenerlos como único ingreso, así que diversifican con otras actividades: otros cultivos para autoconsumo y venta en el mercado, pequeñas tiendas, taxis…