19 fotos

Los rostros del exilio

Una enfermera retrata a refugiados sursudaneses que esperan en una zona de tránsito a ser ubicados en un campo permanente

Un bebé recién nacido en uno de los campamento de refugiados. Muchas mujeres prefieren dar a luz en tiendas de campaña o en sus casas (una vez que han sido asentadas), pero cada vez más están empezando a utilizar los servicios que se ofrecen en Dzaipi, donde disponemos de una partera. Alentamos a las mujeres embarazadas a dar a luz en los centros de salud para que puedan recibir lote de productos para madres recientes, registrar debidamente a su bebé, y tener un acceso más fácil a las vacunas necesarias.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Uno de los muchos niños curiosos que aguardan en el campo de tránsito mira por la ventana de una de las tiendas comunitarias mientras fotografío a otros chicos. Los últimos refugiados que llegaron han tenido que pasar varias semanas en vez de unos cuantos días en esta zona. La razón es que el número de personas aquí se está reduciendo y porque se están preparando nuevos terrenos para ellos.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Cazuelas que se utilizan para guardar una de las dos comidas cocinadas que se ofrecen en el Centro de Tránsito. Los refugiados presentan su tarjeta de identificación y así pueden recibir una ración de gachas, frijoles y arroz. Aunque sólo se ofrecen dos comidas al día, las colas tienden a ser tranquilas y la gente espera pacientemente a obtener su plato. Otra foto durante el reparto de las gachas. Muchos niños esperan junto a los adultos, en la misma cola, para recoger sus porciones. Transportar la avena caliente en recipientes sobre la cabeza ha llevado a que algunos porteadores sufran escaldaduras y quemaduras cuando la papilla chapotea y se derrama fuera del recipiente, pero estos accidentes son relativamente escasos para la cantidad que se trae y se lleva a diario.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Cuando, el julio de 2014, el número de personas albergadas en el campo de tránsito sobrepasó el límite, fijado en 3.700, ACNUR comenzó a levantar tiendas provisionales en las afueras del recinto. Los refugiados aumentaron de 3.000 a casi 12.000, pues muchos llegaron después de un periodo muy intenso de lucha armada. Muchos de ellos se vieron forzados a dormir bajo los árboles, a cielo abierto, porque no había instalaciones suficientes. Después, la mayoría de ellos fueron ubicados en los campos permanentes, las tiendas fueron recogidas y amontonadas en esta enorme hilera. Echar un vistazo desde aquí hacia el campo permite hacerse una idea de la intensa actividad que se desarrolló durante un tiempo.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Adolescentes subidos a un camión que espera para trasladar personas desde el campo de tránsito hasta el de refugiados.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Tres jóvenes hacen tiempo frente a un camión justo antes de subirse a él para ser transferidos al lugar donde serán asentados definitivamente.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Un niño de corta edad es vacunado contra la difteria, la tosferina y el tétanos en el campo de refugiados de Baratuku. Muchos padres, y sobre todo madres, tienen miedo a las aglomeraciones y están ansiosos por ser inmunizados.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Refugiados llegando después de un largo viaje desde Sudán del Sur. ¡No pude resistirme a fotografiar la ironía de la maleta! Bienvenidos al campo de tránsito.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Después de llegar, los refugiados ponen sus pertenencias en pequeños montones y se sientan un rato con sus familias antes de ir a buscar un hueco en las tiendas comunitarias. El espacio no está asignado, así que se pueden instalar en cualquier sitio libre en el que se sientan más cómodos. La ocupación ha sido tan baja en el campo de tránsito que todos pueden dormir a cubierto (¡Y no en el exterior, debajo de un árbol!).Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Una niña espera a ser vacunada y observa cómo la enfermera prepara y administra las inyecciones a los niños que están antes que ella. En el campo de tránsito se suministran distintas vacunas a todos los recién llegados en función de su edad y su sexo.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Parte trasera de un camión llegando al campo de tránsito con más refugiados. La mayoría de ellos se sientan en el fondo del vehículo mientras son trasladados desde la frontera, y a menudo llegan exhaustos y polvorientos.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Una madre sostiene a su recién nacido en el campo de tránsito. El bebé nació a primera hora de la madrugada, sobre las 2, y por la tarde aún no había conseguido darle el pecho. Nuestro equipo la visitó en la tienda donde se encontraba y decidió trasladarla a Dzaipi para que fuera examinada por una matrona y un doctor de Médicos Sin Fronteras. En la imagen se puede distinguir la mosquitera, que muchas veces se utiliza mal porque no se cuelga correctamente o porque se usa como material de construcción de las casas. También se puede distinguir a una persona al fondo de la imagen, que demuestra la falta de privacidad inherente a este tipo de asentamientos. Teniendo en cuenta que son espacios cerrados, es fácil suponer que la higiene puede ser un problema, especialmente si se produce un parto. ¿Dónde se tira la placenta? ¿Quién limpia la sangre y los utensilios utilizados en el alumbramiento?Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Interior de una de las carpas comunales. Las estructuras están construidas con postes de madera y las paredes, techo y suelo están hechos con láminas de plástico. Las ventanas son aberturas cortadas en las paredes y las puertas son espacios abiertos con un panel de plástico superpuesto. Estas tiendas pueden albergar a, aproximadamente, 30 familias, que están formadas en su mayoría por mujeres y niños. Muchas mujeres encienden pequeñas fogatas dentro de la tienda para cocinar. Debido a que hay pocos árboles dentro del campo, también hay poca sombra, por lo que las estructuras son el único respiro para esquivar el sol deslumbrante de Uganda. Sin embargo, las tiendas tienden a llenarse de humo debido a la falta de ventilación adecuada y es, sin duda, parte de la causa por la que muchos sufren la tos y otras afecciones respiratorias que vemos en la clínica. A menudo se realizan múltiples fuegos en cada estructura: a lo largo de las paredes, debajo de la ventana y en el centro de la habitación. Hay muchos niños pequeños dentro y fuera de las tiendas de campaña durante todo el día, y algunos terminan con quemaduras por las cenizas calientes, aunque solo les ocurre a unos pocos.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Una mujer transporta madera para encender fuego y cocinar. Los refugiados reciben dos raciones al día en el campo de tránsito, pero algunos pueden comprar más alimentos en el pequeño mercado situado en la cercana localidad de Dzaipi. Después, preparan su propia comida.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Esta niña se convirtió en mi "colega" durante una temporada en el campo de tránsito. Vivía allí con su madre y varios parientes durante unas cuantas semanas, hasta que todos fueron trasladados al permanente. Ella nunca vino a la clínica, pero cuando yo paseaba por el recinto casi siempre me acompañaba y caminábamos de la mano. A veces inventábamos bailes juntas, a veces solo andábamos y a veces yo esperaba pacientemente a que ella examinara mi reloj, el vello de mi brazo o mi piel 'kawaja' (blanca).Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Un adolescente permanece de pie en la puerta de una tienda utilizada como oficina de registro de refugiados, a un lado de la de vacunaciones. Mientras no han sido registradas, muchas familias permanecen allí porque las otras suelen estar atestadas. Esta, además, tiene más aberturas a los lados, algo que prefieren muchos.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Dos hermanos observan unos camiones que están siendo cargados de refugiados a los que trasladarán a campos definitivos. Primero se colocan las pertenencias de los viajeros en el interior del vehículo y luego se les permite subir. Muchos niños pequeños asumen el cuidado de sus hermanos menores, ya sea porque uno o ambos padres fueron asesinados o porque fueron devueltos a Sudán del Sur. No es raro ver llegar a niños menores de 10 años sin un padre o tutor. En ocasiones recibimos en la clínica a otros pequeños de siete u ocho años que traen a sus hermanos pequeños a la consulta mientras que su madre prepara la comida, lava la ropa, o va al mercado.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Dos niños me observan justo fuera del campo de Baratuku, en la localidad de Elema. No son refugiados actuales sino "madi", es decir, refugiados sursudaneses que fueron asentados en este área hace unos 10 años. En Baratuku, la población se divide en partes iguales entre los que son refugiados antiguos y nuevos.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)
Un niño intenta alcanzar a sus parientes, que ya han montado en el camión que les trasladará al campo permanente. La reubicación puede ser muy caótica, ya que muchos miembros de una misma familia intentan asentarse por su cuenta en vez esperar a que ACNUR lo haga. La ventaja de seguir las directrices de la Agencia es que pueden recibir productos como jabón, sábanas y materiales de construcción. Emily Gerardo, enfermera natural de Maine, Estados Unidos, vive en South Portland, donde trabaja en el área de traumatología en el Brentwood Rehabilitation and Nursing Center de Yarmouth. Esta misión de seis meses en Uganda ha sido su primera salida al terreno con Médicos Sin Fronteras.Emily Gerardo (Médicos Sin Fronteras)