Los curas de Laramie

Los predicadores de la pequeña ciudad de Wyoming 'educaron' en gran medida la aversión de los vecinos hacia los homosexuales

En octubre de 1998, un hombre de 21 años fue golpeado salvajemente por otros dos jóvenes y luego atado a una valla a las afueras de Laramie, una pequeña ciudad de Wyoming (EE UU). Como consecuencia de la brutal paliza, tras semanas de agonía, murió. Se llamaba Matthew Shepard y sufrió aquella agresión porque era homosexual.

Poco después del suceso, miembros de la compañía Tectonic Theater viajaron a Laramie para conocer a los vecinos de Shepard. Más de doscientas entre...

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En octubre de 1998, un hombre de 21 años fue golpeado salvajemente por otros dos jóvenes y luego atado a una valla a las afueras de Laramie, una pequeña ciudad de Wyoming (EE UU). Como consecuencia de la brutal paliza, tras semanas de agonía, murió. Se llamaba Matthew Shepard y sufrió aquella agresión porque era homosexual.

Poco después del suceso, miembros de la compañía Tectonic Theater viajaron a Laramie para conocer a los vecinos de Shepard. Más de doscientas entrevistas sirvieron de base al espectáculo ‘El proyecto Laramie’, una indagación acerca de aquel crimen en que se trataba de dar voz a las gentes de la ciudad. Al escuchar esas voces, el espectador descubre que no solo en los agresores de ­Matthew, sino también en muchas otras personas de Laramie, se manifestaba –o se escondía– una aversión a los homosexuales. El espectador descubre asimismo que esa aversión había sido en buena medida educada por los predicadores de las distintas iglesias de Laramie, cuyos sermones coincidían en la estigmatización del homosexual.

‘El proyecto Laramie’ debería ser leído y representado en los seminarios donde se forman los futuros sacerdotes. También debería ser leído y representado por ese cardenal que compara la homosexualidad con la hipertensión y la describe como una anomalía a tratar. En todo caso, antes de atreverse a decir nada sobre homosexualidad, ese y cualquier otro sacerdote deberían ser capaces de señalar en qué pasajes del Evangelio apoyan sus afirmaciones. Y, desde luego, deberían preguntarse si sus palabras pueden estar participando en el acoso a otro ser humano.

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