El temor de los panaderos ante la subida de precios: “Trabajaremos perdiendo dinero”
La harina multiplica su precio por la crisis en Ucrania y suma costes al encarecimiento de la factura de la luz
Pere Flaqué tiene 71 años y afirma que se ha pasado las últimas cinco décadas haciendo pan. Es el fundador de Fleca Flaqué, un horno que cuenta con nueve tiendas, repartidas entre Tarragona y Reus, y suma un centenar de personas empleadas. “Cuesta que algo me sorprenda ya, porque he visto que cada 10 o 15 años...
Pere Flaqué tiene 71 años y afirma que se ha pasado las últimas cinco décadas haciendo pan. Es el fundador de Fleca Flaqué, un horno que cuenta con nueve tiendas, repartidas entre Tarragona y Reus, y suma un centenar de personas empleadas. “Cuesta que algo me sorprenda ya, porque he visto que cada 10 o 15 años hay una crisis”, responde, cuando se le requiere sobre el impacto que tienen en su negocio las turbulencias que ha ocasionado la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Jesús Lifante es el gerente de la empresa. Habla exhibiendo un conocimiento memorístico de los números y balances, y señala que 2022 tiene todo para ser un año negro: “La previsión es que vamos a multiplicar la facturación, pero con el temor de que trabajemos perdiendo dinero”, confiesa.
La interrupción del tráfico de cereales ucranios por culpa de la guerra ha agitado los mercados y ha disparado la cotización de productos como el trigo o el maíz. El sobreprecio añade carga a la casilla de los costes, ya de por sí penalizada por el repunte incesante de la factura de la electricidad. El encarecimiento de las materias primas y de los suministros “absorbe el margen bruto de la actividad y genera inquietud”, reconoce Lifante, de 61 años. Pone de relieve que las incertidumbres sobre el abastecimiento de cereal han activado el botón del miedo. “Los proveedores de harina ya no aceptan pactar un precio fijo”, indica. La volatilidad tiene rienda suelta. “Cada vez que tenemos que hacer un pedido sale más caro que el anterior”, expone. Una comparativa de las últimas facturas revela saltos al alza de cinco céntimos extra en cada pedido, hasta llegar a desbordar la frontera de los cincuenta céntimos el kilo. “Ya veníamos de un 2021 con el precio de la harina al alza”, concreta el gerente, y señala que el año pasado lograron frenar el aumento en el 18%, cuando los proveedores trataban de imponer una subida del 25%. “La negociación fue a cuchillo, pero ahora es imposible negociar nada”, dice.
La harina es el ingrediente indispensable para el pan y los bollos que cada mañana rellenan los escaparates de las tiendas que explota la cadena. En las últimas semanas la harina ha subido más de un 15%, pero si la comparativa de precio se retrotrae hasta enero de 2021, entonces el incremento se dispara hasta el 40%. “¿Sabes la cantidad de cruasanes y de barras de pan que hay que vender para compensar eso?”, se queja Lifante. ”Es 10 veces peor el aumento de la electricidad que el de la harina”, exclama Pere Flaqué, visiblemente contrariado. “Y de eso el Gobierno no puede culpar a la guerra, porque el aumento viene de antes”, manifiesta. Jesús Lifante precisa que el recibo de la luz representa un 20% de los costes que tiene la empresa. “En 2021 pagamos 150.000 euros de electricidad, la previsión de este año es que tengamos que pagar 294.000 euros”.
La reactivación del consumo tras la pandemia hace prever a Fleca Flaqué una facturación de 4,2 millones de euros a fin de año, un 30% más que en 2021, pero el abultamiento de los costes compromete la rentabilidad, confiesa el gerente. Productos como la margarina o el aceite de girasol también se han visto arrastrados por el alza de los precios y la escasez de distribución. Por lo pronto, la reacción pasa por aumentar los precios. “No nos gusta, porque los sueldos no suben y todo el mundo va justo, pero no hay otra solución”, expone Pere Flaqué. La empresa también impone otras restricciones. “En el obrador tenemos uno de los mejores hornos que hay en España, costó dos millones de euros y cuece al vacío”, refiere Lifante. “Ahora apenas lo usamos porque consume mucho, y cada vez que lo encendemos es como poner en marcha un barco”, concluye.