El ron venezolano esquiva la ruina del país

La bebida conquista el deprimido mercado local y sale a la búsqueda de compradores y premios internacionales con el respaldo de su denominación de origen

La hacienda Santa Teresa, en Venezuela. Stig Nygaard

Los rones venezolanos destacan en las catas internacionales, como prueban las medallas obtenidas en el Congreso Internacional del Ron que se celebra cada año en Nueva York, mientras el país sudamericano vive su peor momento: sumido en una profunda crisis, con los precios fuera de control y con una economía en ruinas —también para el consumo de licores— que, salvo milagro que nadie espera, se contraerá en casi una cuarta parte este año.

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Los rones venezolanos destacan en las catas internacionales, como prueban las medallas obtenidas en el Congreso Internacional del Ron que se celebra cada año en Nueva York, mientras el país sudamericano vive su peor momento: sumido en una profunda crisis, con los precios fuera de control y con una economía en ruinas —también para el consumo de licores— que, salvo milagro que nadie espera, se contraerá en casi una cuarta parte este año.

Ajena a esta lúgubre realidad económica, la bebida espirituosa, que tiene en el Caribe su epicentro, está lista para dar un gran salto internacional apoyándose en su denominación de origen, una de las pioneras del ron. Con seis de sus 13 marcas ya reconocidas fuera de las fronteras venezolanas, la industria florece en medio de la paradoja.

200 años de historia

El ron cuenta en Venezuela con dos siglos de tradición, con la ayuda del clima y con una escuela de añejamiento, explica la periodista especializada Rossana Di Turi. Las leyes obligan a que pase al menos dos años en barrica de roble, lo que “le confiere una enorme identidad”, según Di Turi. En 2003, los fabricantes hicieron causa común para lograr una denominación de origen controlada que garantiza otras exigencias en la elaboración.

Ron Diplomático, muy aceptado en Europa Oriental y presente en 95 países, lidera los esfuerzos de internacionalización seguido por Santa Teresa. Cacique y Pampero, muy fuertes en Europa y en manos de Diageo —uno de los conglomerados de espirituosos más grandes del mundo— le van a la zaga. Y Carúpano también se ha expandido con una estrategia muy agresiva en poco tiempo.

“La campaña que comenzó a desarrollar Cacique en Europa en la década anterior nos hizo despertar a todos. Nos dimos cuenta del sello de calidad y la enorme oportunidad que hay detrás del ron venezolano como marca”, asegura Leopoldo Molina, director del Fondo de Promoción del Ron Venezolano (Fompronven) y de Ron Veroes, otro de los que han dado el salto al exterior.

La internacionalización es casi un imperativo para una industria necesitada de dólares y tendrá un nuevo impulso con el reciente acuerdo de distribución que Santa Teresa —propiedad del empresario Alberto Vollmer— ha suscritocon el gigante multinacional Bacardí. Un acuerdo que, según Andrés Chumaceiro, director de la unidad de negocios de la compañía, lo colocará a la venta en 160 mercados en poco tiempo.

Más consumidores locales

El desplome de la economía venezolana en el último lustro ha provocado una brutal caída en el consumo de las familias y una modificación casi radical en el comportamiento de los compradores, relata Luis Cárdenas, presidente de la Cámara de Licores de Venezuela. Paradójicamente, la terrible coyuntura económica le ha venido bien al ron: el venezolano que puede permitírselo ha dejado de consumir whisky —el rey entre las clases acomodadas— para irse decantando por las variantes prémium del destilado de caña. “El consumo de whisky ha descendido y eso ha beneficiado al ron. El público ha entendido que este se puede consumir de muchas maneras”, constata María Milagros García, de Fomproven. Esta organización calcula que la bebida supone ya el 45% consumo total de licores en Venezuela.

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Pero en un país donde la capacidad de compra de la población no hace más que declinar, el premio gordo está fuera. El 20% de las ventas de este año serán al mercado internacional, algo que Cárdenas celebra como un “récord local”. Otra cifra habla por sí sola: el ron alcanza el 10% total de las exportaciones privadas no petroleras de Venezuela. La Cámara de Licores lo atribuye a que es el país que vende más cara la botella de ron. Los ultrañejados de gama alta escalan alrededor de los 50 euros por botella.

“[El ron venezolano] ha entrado con mucha fuerza a los concursos internacionales y en las catas es muy apreciado”, constata Leo D'Addazzio, presidente de la Asociación Venezolana de Sommeliers. Las exportaciones crecieron con fuerza entre 2003 y 2008 para caer dramáticamente al año siguiente, con la Gran Recesión global. Desde entonces, han emprendido de nuevo un crecimiento sostenido, un camino hacia el éxito en el peor momento posible. “La consagración internacional es un hecho”, valora el sumiller José Gregorio Pereira. Cuando producir y exportar desde Venezuela es casi una quimera, el ron ha conseguido lo imposible.

La resistencia del ron Flor de Caña en Nicaragua

C. SALINAS, México

El ron venezolano no es el único que ha tenido que sortear una crisis política y social no solo para mantenerse a flote, sino salir airoso de ella. Nicaragua cuenta con el ron Flor de Caña, que con casi 140 años de historia es afamado en el país centroamericano y se ha abierto un lugar entre los rones más cotizados en el mundo. Producido en los cañaverales de las costas del Pacífico nicaragüense, en terrenos fértiles y de agitada actividad volcánica, el ron sobrevivió a la convulsa década de los ochenta, cuando tras el triunfo de la revolución sandinista que derrocó a la dictadura de Somoza, el nuevo régimen decidió confiscar o nacionalizar empresas. El ron se produce en el ingenio San Antonio, el más grande de Nicaragua, propiedad del poderoso Grupo Pellas, que fue expropiado tras declararlo de "utilidad pública". Golpeados por la hiperinflación —una de las mayores del mundo en su momento—, la caída del consumo y las angustias de una economía golpeada por la guerra, los Pellas decidieron mantener la producción, pero también almacenar más de dos millones de barricas de ron añejo que les permitiría tener una reserva que impulsaría la elaboración tras la transición de 1990, que abrió al país centroamericano a una economía de libre mercado y la democracia liberal. Una situación que, con el regreso de Daniel Ortega al poder en 2007, se revirtió hasta el punto de que Nicaragua vive hoy su peor crisis política y económica en tres décadas.

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