Sol, playa, mar o montaña, visitas culturales. En una palabra, desconexión. Con el verano llegan para muchos las ganas de evadir de la rutina, abandonar los quehaceres de cada día y disfrutar de un tiempo de descanso lejos del lugar donde viven. No obstante, hay aspectos de la vida cotidiana que no desaparecen aunque estemos de vacaciones y uno de ellos es la gestión de las finanzas personales. “Aunque los dispositivos móviles nos permiten estar conectados de forma permanente, la relajación asociada a encontrarse de viaje o en un entorno diferente al habitual, entre otras situaciones, puede condicionar nuestra percepción y la toma de decisiones financieras”, explica el autor del blog Todo son finanzas, José María López. “Por ello, es necesario estar alerta, o bien ser previsor, para evitar sorpresas desagradables”, añade.
Antes de partir
Bien es verdad que “en verano podemos eliminar algún gasto como los escolares y disminuir otros, como la parte variable de consumos de luz o gas, pero la contrapartida es que subimos otros”, advierte el experto en finanzas del comparador bancario iAhorro, Antonio Gallardo. Por ello, antes de comenzar nuestras vacaciones, López sugiere comprobar cuáles son las obligaciones de pago que tendremos que atender durante nuestra ausencia, y mantener saldo suficiente en la cuenta bancaria para cumplir con este deber.
De lo contrario, las consecuencias serían nefastas. “Si, por ejemplo, no se paga la cuota de un préstamo por no tener dinero en la cuenta vinculada, es posible que se generen intereses de demora y el devengo de comisiones y gastos”, avisa este experto. “La no renovación de un contrato de seguro por falta de saldo podría provocar que perdamos la cobertura de la póliza temporalmente, y la devolución de recibos podría generar la interrupción del servicio y, en su caso, que hayamos de incurrir en gastos en la gestión de la nueva alta”, agrega.
Ya que en verano, como en Navidad, es muy fácil incurrir en gastos extras que amenazan el equilibrio de las finanzas del hogar, elaborar un presupuesto realista de nuestras vacaciones, “más que una conveniencia, es una necesidad”, en palabras de López. Por ello, Gallardo aconseja no esperar y hacerlo inmediatamente después de haber realizado las reservas.
“En primer lugar, habrá que identificar los ingresos (derechos a cobrar algo), los cobros (ingresos efectivos del dinero o un activo en nuestro patrimonio), los gastos (deberes de pagar algo) y los pagos (las salidas del dinero o de un activo de nuestro patrimonio)”, explica López. “El último paso consistirá en determinar las fechas de ingreso y cargo, para asegurarnos de que disponemos de la liquidez suficiente en cada momento”, concluye.
Para no olvidar ninguna partida, Gallardo aconseja controlar lo que incluye el paquete vacacional, en el caso de que exista. “Por ejemplo, si en tu hotel has pagado media pensión y las bebidas no están incluidas, tienes que asignar una partida para comida y bebida”, aclara. Y así seguidamente. Se dejará también un margen de entre el 10% y el 20% para imprevistos. “Pero intenta ser estricto y que este dinero cumpla su objetivo y no se destine a financiar excesos en otros gastos”, insiste Gallardo.
Tareas para el descanso
Tener un presupuesto, sin embargo, no significa cumplirlo rígidamente sin poder modificarlo durante las vacaciones, sostiene este experto. “Pero esta flexibilidad tiene que girar siempre alrededor de la cantidad total que vayas a destinar para las vacaciones, de manera que, si te excedes en alguna partida, busca compensar con otras”, recomienda.
Y, muy importante, hay que vigilar de cerca la forma en la que sufragamos los costes de las vacaciones. Una opción —todavía poco practicada por los españoles— es pedir un préstamo. “Es una buena idea si la cantidad es razonable en función de los ingresos, si no, el riesgo es exponerse a cuotas de devolución muy elevadas, o a una vinculación con la entidad prestamista durante meses o años”, avisa López. Las vacaciones pasarán rápidamente, pero podría quedarse la amargura de ver limitados los ingresos mensuales por la amortización del crédito o que el margen para acceder a otra financiación se haya agotado. “Y, por supuesto, habrá que atender a los intereses, comisiones y gastos de la operación, así como a las garantías que la entidad prestamista pueda solicitar”, añade López.
“Hay que buscar un equilibrio”, resume Gallardo. “Que la cuota no suponga un problema a nuestras finanzas personales, pero también que paguemos lo antes posible para disminuir gastos, todo ello con el menor coste posible, medido en su TAE”, es decir, la tasa anual equivalente, que refleja no solo el tipo de interés, sino también comisiones y otros gastos vinculados con el préstamo. “Una buena fórmula para ganar en flexibilidad es poder cancelar total o parcialmente sin gastos o con una comisión mínima, así podremos acortar el plazo de devolución si tenemos dinero sobrante y con ello disminuir el coste total”, destaca este experto, quien sugiere también no solapar créditos con la misma finalidad, y tener siempre reembolsado un crédito para las vacaciones antes de que lleguen las siguientes.
En cuanto a la posibilidad de financiar las vacaciones a través del crédito que ofrecen los bancos con sus tarjetas, López subraya que su uso “debe estar regido, como el de cualquier producto o servicio financiero, por la prudencia ya que el tipo de interés de estos instrumentos suele ser más elevado que el de un préstamo personal”. Para este experto, habrá que vigilar también las comisiones por sacar dinero de un cajero propiedad de una entidad distinta a la que emitió la tarjeta y asegurarse de qué comisión se aplica por el uso del plástico en países extranjeros, sobre todo si su divisa no es el euro.
Piense ya en el después
Otro elemento a considerar es el momento del regreso. “En verano se percibe la paga extra por parte de los empleados por cuenta ajena, lo que puede provocar una falsa sensación de solvencia y una mayor propensión al gasto”, sostiene López, quienes destaca que este pico de liquidez irá más bien destinado a cubrir el exceso de gasto de las vacaciones y el mayor gasto de septiembre, en el que el regreso al colegio de los más jóvenes y el retorno a la normalidad generan costes más altos que los de otros meses.