Vicente Cebrián, un 'periodista de raza'
Vicente Cebrián Carabias fue un periodista de raza, como se llamaba entonces -primera parte de los años setenta del siglo XX- a los buenos profesionales del periodismo. Quienes comenzamos a ejercer ese oficio bajo su vigilancia, como director de la agencia Pyresa, de la Prensa del Movimiento, a partir de 1970, aprendimos de él que el interés de las noticias reside en los hechos interesantes que revelen y en la comprobación de los mismos.
Cebrián era sanamente desconfiado de las fuentes, seguramente porque había conocido muchas interesadas. Pero era impagable esa pasión que nos inculcaba a la constatación de las noticias. Tenía también un sentido austero de los gastos de Redacción, hasta el punto de que había quien comentaba: "Parece como si fuera a heredar él la agencia". Un día, tras cubrir una manifestación -ilegal, por supuesto- en el centro de Madrid, se me ocurrió, ya a deshoras, comer en el restaurante del hotel Suecia, y ante la elevada factura, Cebrián, tras firmarla para que me abonaran su importe, dijo, con sorna, en medio de la Redacción: "A este hay que darle una guía de restaurantes más baratos". Cuando había un conflicto entre un redactor y un mando de la Redacción, no intervenía ni imponía su autoridad. Se limitaba a ordenarles: "Ponedse de acuerdo". Era una fórmula eficaz, que heredó y usó también su hijo Juan Luis Cebrián como director de EL PAÍS.
Nos contagió el orgullo del anónimo reportero de agencia
Vicente Cebrián no se entrometía en la ideología de los entonces jóvenes redactores de Pyresa, a los que les reclamaba únicamente noticias: de sucesos, deportes, nacional, vida social, espectáculos, de lo que fuera. Quería noticias frescas para que Pyresa las distribuyera a sus clientes: todos los periódicos de la cadena de la Prensa del Movimiento, pero también Informaciones, Abc, Pueblo, Nuevo Diario, El Alcázar, La Vanguardia. La agencia que dirigía Cebrián competía con Logos (agencia de la Editorial Católica), Efe-Cifra (estatal) o Europa Press (privada, próxima al Opus Dei). Nuestro director nos contagió el orgullo de los anónimos periodistas de agencia: colocar noticias propias en cuantos más medios mejor.
Y nos enseñaba que las noticias había que verlas. En la etapa que fui redactor de sucesos, si Cebrián me encontraba en la Redacción, me llamaba al orden: "Los sucesos de los que tienes que informar no se producen aquí. ¡Ve a enterarte!". Usó su gran sentido del humor cuando presentó, uno a uno, a los redactores de Pyresa al director que le sucedió en la agencia, Rafael García Serrano, a quien fue indicando, entre sonrisas, y un tanto también provocadoramente: "Este es un rojo", "este, un izquierdista", "esta, una peligrosa anarquista". Pero les avalaba a todos, si habían llevado noticias a la agencia.
Vicente Cebrián recomendó a su hijo Juan Luis algunos de los periodistas reclutados para iniciar la andadura de EL PAÍS. Como no tenía pelos en la lengua, cuando luego veía a alguno, por ejemplo, en una junta de accionistas de PRISA, no tenía empacho de señalar con el dedo: "Ese es un recomendado mío".
El conocimiento de los entresijos del régimen franquista le proporcionaba una información privilegiada, incluso cuando ya había abandonado la vinculación a la Prensa del Movimiento. Por ejemplo, cuando en 1976 estaba a punto de producirse el relevo de Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno y muchos medios, entre ellos EL PAÍS, apostaban por José María de Areilza, un redactor, dirigido en su día por Vicente, hizo llegar a Juan Luis la posibilidad de que el nuevo presidente fuera Adolfo Suárez. Ante la lógica incredulidad de Cebrián hijo, el redactor confesó: "La fuente es tu padre".
La etapa profesional periodística de Vicente Cebrián al frente de la agencia Pyresa fue muy añorada en los últimos años del franquismo, cuando desembarcó en la Prensa del Movimiento como delegado Emilio Romero, para convertirla en una finca particular de él y sus secuaces.
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