Una fiesta
El Teatro Real se ha vestido de fiesta para celebrar los últimos compases de 2003. Ha recurrido para ello a la zarzuela, pero no a un título cualquiera, sino a uno de los más ingeniosos del género chico. Traído por los pelos, se ha montado un homenaje a José Luis Alonso, y, en cierto modo, se ha querido perfilar con esta iniciativa la posibilidad de iniciar una tradición musical de fin de año a la española. La fiesta ha sido más bien "ecológica", y en su sello políticamente correcto ha tenido un toque enternecedor, entre otras razones porque los máximos responsables del teatro se han implicado hasta las cejas en la propuesta, y así Inés Argüelles ha actuado en el espectáculo como barrendera, Emilio Sagi de mozo de producción y el serio López Cobos ha salido a saludar con trenzas y plumas. Fantástico.
El dúo de 'La Africana'
De Fernández Caballero. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena: Juanjo Granda, a partir del montaje original de José Luis Alonso. Con Javier Ferrer, Luis Álvarez, Trinidad Iglesias, Guillermo Orozco, María Rodríguez, Pedro Miguel Martínez, Isabel Ayúcar, Joseba Pinela, Milagros Ponti y José Antonio Sanguino. Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Teatro Real, 30 de diciembre.
En el más puro estilo de El murciélago, de Johann Strauss, se ha introducido en la trama una situación que posibilite, en clima de sorpresa, la actuación de artistas no anunciados: nada menos que una audición para aspirantes a la compañía lírica del empresario Cherubini. Isabel Rey y La Sánchez (Ana María Sánchez) estuvieron desternillantes. La vedette Esperanza Roy sacó a relucir su clase en la interpretación del fragmento más conocido de La corte del faraón, María José Montiel hizo una Habanera, de Carmen, llena de fogosidad, y Carla Morrera, de 8 añitos, deslumbró con los aires gitanos de Sarasate.
López Cobos se enfrentaba por primera vez a una zarzuela. Fraseó con gusto, imprimió un sello elegante a la partitura y buscó con fruición el detalle. La orquesta respondió con fidelidad y el coro estuvo excepcional. El motor de la función fue Luis Álvarez como Cherubini. Guillermo Orozco y María Rodríguez formaron un dúo correcto musicalmente, y el terremoto de Trinidad Iglesias se movió con comodidad en su registro un tanto desmesurado.
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