La familia perdió un costoso juicio por la propiedad del texto

Bergamín ha vuelto a burlar a la familia Lorca. En vida publicó la gran obra del autor granadino, Poeta en Nueva York, sin el consentimiento ni copyright de los herederos. No les mostró la copia sobre la que basó la primera edición del libro, que el poeta había dejado en su despacho de Madrid en 1936, meses antes de su asesinato, y murió sin desvelar su paradero, aunque el original manuscrito lo guardara en Granada. Como consecuencia indirecta del silencio de Bergamín, la familia Lorca perdió el año pasado un costoso pleito en torno a la titularidad del documento.
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Bergamín ha vuelto a burlar a la familia Lorca. En vida publicó la gran obra del autor granadino, Poeta en Nueva York, sin el consentimiento ni copyright de los herederos. No les mostró la copia sobre la que basó la primera edición del libro, que el poeta había dejado en su despacho de Madrid en 1936, meses antes de su asesinato, y murió sin desvelar su paradero, aunque el original manuscrito lo guardara en Granada. Como consecuencia indirecta del silencio de Bergamín, la familia Lorca perdió el año pasado un costoso pleito en torno a la titularidad del documento.

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La importancia del texto en venta es grande para muchos. Los propios Lorca se enzarzaron en una enconada reclamación de los derechos de propiedad de la copia del manuscrito cuando se ofreció por primera vez en subasta en noviembre de 1999. Tres años después, el Tribunal Supremo se pronunció en Londres a favor de la vendedora, la actriz mexicana Manuela Saavedra de Aldama, tras escuchar argumentos entre los que fue decisiva la relación profesional entre Bergamín y el poeta. "En esa época no se concedía valor a los manuscritos y una vez publicados se solían destruir. No se procedía a restituir la obra original", explica la abogada Almudena Arpón de Mendívil, del despacho Gómez Acebo & Pombo, que intervino en el juicio en contra de los herederos.

600.000 euros

Por otra parte, la legislación española en propiedad intelectual, de 1987, reconoce la obligación del editor de entregar al autor los originales de una obra. Los Lorca defendieron su demanda bajo la ley inmediatamente anterior, de 1879, cuando a los manuscritos, salvo los teatrales, sólo se les concedía valor simbólico.

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