GUERRA EN IRAK | Muerte de civiles

Matanza en un mercado de Bagdad

Dos bombas estallan en un mercadillo de la capital iraquí y dejan 15 muertos y 30 heridos

Fue la imagen que Estados Unidos quería evitar. Una mano arrancada de cuajo en medio de un charco de sangre resumía la violencia de la explosión que había acabado con la precaria tranquilidad de los vecinos del barrio de Al Shaab. Las dos bombas que poco después de las once de la mañana (hora local) cayeron sobre el mercadillo de esta barriada del noreste de Bagdad y dejaron al menos 15 muertos y una treintena de heridos han causado la mayor matanza de civiles en Bagdad desde el inicio de la guerra. "Tenía la cabeza fuera del cuerpo", repite Haifen Saber tras haber visto a su mejor amigo parti...

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Fue la imagen que Estados Unidos quería evitar. Una mano arrancada de cuajo en medio de un charco de sangre resumía la violencia de la explosión que había acabado con la precaria tranquilidad de los vecinos del barrio de Al Shaab. Las dos bombas que poco después de las once de la mañana (hora local) cayeron sobre el mercadillo de esta barriada del noreste de Bagdad y dejaron al menos 15 muertos y una treintena de heridos han causado la mayor matanza de civiles en Bagdad desde el inicio de la guerra. "Tenía la cabeza fuera del cuerpo", repite Haifen Saber tras haber visto a su mejor amigo partido en dos.

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La mano del electricista al que sus vecinos recogieron ya cadáver no es el único miembro arrancado de un cuerpo por la violencia de la explosión. La mayoría del casi medio centenar de víctimas (entre muertos y heridos) eran, como el amigo de Haifen Saber, vendedores ambulantes que habían instalado sus carritos en el mercadillo de la principal avenida del barrio. Ni rastro de las naranjas, los tomates y los cigarrillos. Las mercancías habían sido pulverizadas. Sólo quedaba un paisaje de coches calcinados y de trozos de hierro envuelto en un intenso olor a gasolina.

"Dios se vengará de Bush, le vamos a machacar", prometía la joven Wafa Chalub. Sus palabras, llenas de rabia y de coraje, fueron las más suaves que se escucharon en el barrio de la matanza. Wafa, de 26 años, no gritaba ni parecía que estuviera fuera de sí. Más bien al contrario, se mostraba contenida y en apariencia tranquila. Todo lo tranquilo que puede sentirse alguien a quien acaba de tambaleársele el mundo a sus pies. Wafa oyó la primera detonación y salió a la calle con el resto de su familia sin reparar en los cristales rotos. "En mi casa viven siete niños", explicaba, "imagínese los lloros y los gritos". Wafa conocía a la mayoría de los habitantes de la vivienda alcanzada, justo el portal al lado del suyo. Eran sus vecinos.

"La explosión ha afectado a tres pisos y al taller mecánico que había debajo", relataba señalando el edificio destripado. "¿Por qué matan a mujeres y a niños?", preguntaba incrédula. "Aquí, en este restaurante, estaban comiendo varias personas y de repente algunas murieron", comenta otro testigo.

En la parte de detrás de ese inmueble, en una casa baja, la familia Al Masjadani permanece aún en estado de choque. Siete de los 14 miembros de la familia están hospitalizados, incluido un bebé de cuatro meses. Estaban terminando de desayunar cuando la explosión los transportó al infierno. "Salimos corriendo, pero no se podía ver nada porque todo estaba lleno de humo negro", acierta a relatar una de las mujeres. Los hombres se han quedado sin palabras y sólo esperan pasar a los hechos.

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Al ver a los periodistas, varios vecinos se acercan para anunciar su venganza. "Que vengan. No tenemos miedo de sus misiles. Que vengan a luchar cara a cara", exige a gritos uno de los más excitados. Enfrente, junto al edificio de pisos alcanzado por la segunda bomba, Essam Sabah, también jura venganza. "Mi mujer y mis cuatro hijos están en el hospital", relata con gran entereza. "Yo estaba movilizado y me han llamado para informarme de lo sucedido, pero no me he asustado", asegura, "todos los sacrificios son pequeños por el líder".

"Están matando a iraquíes, a civiles, pero hasta ahora no han aceptado entrar en combate cuerpo a cuerpo más que en Um Qasar y en el sur", se quejaba también el ministro iraquí Al Sahaf. "Por eso han llegado tan fácilmente al centro del país". El ministro de Información acusó a Estados Unidos de estar utilizando bombas de fragmentación, "también en Al Shaab". "Eso demuestra lo profundamente frustrados que están", añadió tras informar de la situación en el campo de batalla.

También fuera de Bagdad aumenta el número de víctimas civiles, según el portavoz iraquí. Al Sahaf denunció que los bombardeos angloamericanos han destruido dos centenares de casas en Nasiriya, donde estimó el número de civiles heridos en algo más de medio millar. Sin embargo, el ministro dijo no disponer aún de cifras globales. La suma de las facilitadas los días anteriores, excluido el ataque de Al Shaab y los datos de Nasiriya, eleva a 78 los muertos y poco más de 500 los heridos en todo el país.

Tormenta de arena

A pesar del incidente luctuoso de ayer y de que durante todo el día no dejaron de escucharse detonaciones en las afueras, los habitantes de Bagdad encontraron cierto regocijo en la tormenta de arena que por segundo día consecutivo oscureció la capital. "Es cosa de Dios", defendía la joven Sahar, "que así impide que los pilotos estadounidenses tengan visibilidad".

Incluso el descreído Alí concedía que el fenómeno era extraordinario. "Rara vez tenemos tormentas de arena en primavera y desde luego no de esta magnitud", admitía pensativo. Cuando empezó a llover, el cuaderno de notas comenzó a llenarse de gotas de barro.

Un iraquí armado pasa delante de un coche ardiendo tras la explosión de dos bombas en un mercado de Bagdad.REUTERS

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