AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA

¿Por qué resisten ahora las Bolsas?

SI, COMO SE HA DICHO, las bolsas de valores miden el estado de ánimo de la economía, además de la capitalización de las empresas que en ellas cotizan, las cosas no están tan mal como aparentan. Las noticias no son buenas: todos los días los organismos revisan a la baja el crecimiento y los pronósticos de recuperación se alejan en el tiempo. Por ejemplo, el martes se sabía que la producción industrial de EE UU cayó en septiembre por duodécima vez consecutiva, registrando el declive más prolongado desde la Segunda Guerra Mundial.

Las Bolsas no están reflejando ese estado de ánimo tan depr...

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SI, COMO SE HA DICHO, las bolsas de valores miden el estado de ánimo de la economía, además de la capitalización de las empresas que en ellas cotizan, las cosas no están tan mal como aparentan. Las noticias no son buenas: todos los días los organismos revisan a la baja el crecimiento y los pronósticos de recuperación se alejan en el tiempo. Por ejemplo, el martes se sabía que la producción industrial de EE UU cayó en septiembre por duodécima vez consecutiva, registrando el declive más prolongado desde la Segunda Guerra Mundial.

Las Bolsas no están reflejando ese estado de ánimo tan deprimido. A pesar de que mantienen su sismógrafo marcado por abundantes picos de sierra, no se ha producido desde el 11 de septiembre ninguna hecatombe, sino todo lo contrario. ¿Por qué suben o se mantienen las Bolsas en esta coyuntura tan difícil?

La situación de los mercados antes del 11 de septiembre ya era muy mala; difícil de empeorar. Como promedio, han perdido el 50% de su valor en el mundo desde el 14 de abril de 2000, el día que cambió la tendencia.

En primer lugar, porque es difícil que caigan más. El comentario bursátil que se hacía en este periódico uno de los días de la pasada semana, decía lo siguiente: 'Para los inversores, la guerra ha quedado reducida al ámbito de los medios de comunicación, 'que también bombardean lo suyo', y esto se nota en el tono en que discurren las sesiones... La ausencia de gravedad en los acontecimientos [sic] permite que las cotizaciones floten literalmente, y con poco dinero se obtienen excelentes resultados, aunque las realizaciones de beneficios son rápidas y sorprenden en más de una ocasión'. Antes del 11 de septiembre, la coyuntura bursátil ya era muy mala. Se calcula que en promedio, las bolsas de valores han perdido un 50% de su valor desde aquel desdichado 14 de abril de 2000, cuando se invirtió la tendencia. Al haberse expandido las pérdidas en el tiempo, no se tiene la sensación de crash, como ocurrió en 1929 o en 1987, pero el efecto riqueza se ha reducido mucho más en esta ocasión, aunque de modo más dilatado. Además, antes de la fecha de los atentados, casi todos los resultados empresariales que se conocían también desprendían fuertes dosis de pesimismo: o eran menores de lo previsto (profit warning: advertencia de que una empresa va a obtener menos beneficios de los planificados en sus planes de negocio) o directamente eran negativos, con lo que ello suponía de reducción de la inversión y en términos de despidos masivos.

Ocurridos los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono, e iniciadas las hostilidades militares en Afganistán, la economía ha recibido fuertes estímulos que no tenía antes: la Reserva Federal ha bajado dos veces los tipos de interés, y una el Banco Central Europeo; EE UU ha aplicado un 1% de su PIB para reconstrucción, lucha contra el terrorismo y ayudas a las empresas en crisis, como las compañías áreas. En Europa, Francia se dispone a aplicar un plan de expansión de la demanda para luchar contra el estancamiento. Y lo más importante: los inversores detectan que no se ha acabado el recorrido de la reducción del precio del dinero ni de los estímulos presupuestarios. Es decir, después de la purga con aceite de ricino de tantos meses, ahora se ve una oportunidad de encauzar la economía hacia bases más sólidas que las de la recesión latente.

Lo mismo sucede con otros estímulos exteriores igual de malos: es díficil que empeoren. Tal es el caso de Argentina, que tanto influye en la evolución de los valores españoles. Hace una semana se celebraban unas elecciones que ganaba la oposición peronista, que, entre otras cosas, exigía el cese de Domingo Cavallo, el mayor abanderado de que el peso argentino no abandone su equivalencia con el dólar. El país latinoamericano, aquejado de una profundísima recesión, devenía hace unos días en el país de mayor riesgo financiero del mundo, superando a Nigeria. Ahora se debate entre la dolarización y la devaluación de su moneda, siendo la alternativa más querida por los actuales gobernantes la de seguir como están y ganar tiempo. Que no ocurra nada peor es lo que ha contenido a las Bolsas.

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